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Fallece el profesor David Isaacs, experto en la dirección de centros educativos

Pionero en España en investigar sobre la dirección de centros educativos, supo conciliar su vida laboral y familiar con gran destreza.
RedacciónLunes, 26 de agosto de 2024
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El profesor David Isaacs.

El profesor David Isaacs falleció el día 22 de agosto a los 84 años. Era Master of Arts por la Universidad de Cambridge, fue profesor ordinario la Universidad de Navarra, Director adjunto del Instituto de Ciencias de la Educación y Vicerrector de Relaciones internacionales.

Pionero en España en investigar sobre la dirección de centros educativos, organizó actividades de formación para directivos de colegios durante muchos años tanto en España como en otros países. Sobre este tema publicó La dirección y organización de los centros educativos y Cómo mejorar la dirección de los centros educativos.

Con David tuve dos encuentros profesionales. El primero fue en el Colegio Gaztelueta de Vizcaya, que introdujo la educación personalizada y la figura inglesa del preceptor, que daría origen al tutor en España. David fue contratado como profesor
“estrella” de inglés.

Estaba ya casado con una valenciana, María Luisa Abril Martorell, hermana de Fernando, el que fuera ministro del gobierno de Adolfo Suárez. Siempre me llamó la atención el contraste de la extrovertida Marisa con el carácter reservado de David, dos formas de ser que serían complementarias. Para David, siendo un gran profesional, lo prioritario no era su trabajo, sino su mujer y sus hijos. Con el paso de los años observé que, invariablemente, dejaba su despacho a las 18,30 horas, con puntualidad británica para atender a su familia. Supo conciliar trabajo y familia.

Mi segundo encuentro profesional con David fue en la Universidad de Navarra, primero en el ICE y después en la Facultad de Educación y Psicología. Su libro “La educación de las virtudes humanas” fue un bestseller. Sigue siendo un manual de educación en valores para miles de familias.

Me pregunto ahora cuál de las virtudes que él explicaba le era más aplicable a sí mismo. Las tenía casi todas, especialmente la paciencia, la fortaleza, la prudencia, el optimismo, la generosidad y la diligencia. Esas virtudes las vivió de modo heroico en sus últimos años, con ocasión de padecer una enfermedad que exigía someterse a diálisis cada semana.

Como había perdido la movilidad, se desplazaba en una silla eléctrica por el carril bici hasta la clínica. Su limitación física no le impidió hacer vida casi normal y cumplir todos sus deberes. Nunca se lamentaba de sus limitaciones físicas. Si le preguntabas cómo estaba, siempre decía que muy bien y cambiaba de tema. No le gustaba hablar de sí mismo. En cambio se interesaba por la vida de los demás.

En mi última visita a la clínica estaba ya muy mal, pero sin dejar de sonreír. Me recordó algunas anécdotas simpáticas de nuestro pasado. Parecía que se “olvidaba” de su situación, quizá porque estaba espiritualmente muy preparado para lo que le esperaba. Me impresionó mucho la serenidad y la paz con las que afrontaba el último tramo de su vida. Yo lo atribuyo a una virtud que no estaba en su famoso libro sobe las virtudes: la de la esperanza cristiana.

La de David ha sido una vida lograda, la de quien dio lo mejor de sí mismo.

Descanse en paz.

Gerardo Castillo Ceballos. Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra.

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