Papá Gayo

Autor: padresycolegios.com

Cuando Joan tenía dos años
fue a veranear con su mamá y
su papá Andreu a la isla canaria
de Lanzarote. Para poder recorrerla
con más tranquilidad
decidieron alquilar un coche. Un
día fueron a visitar la playa del
Papagayo, al sur de la isla, pero
como no conseguían encontrar
el camino se pararon en
un cruce para preguntar a unos
señores que hablaban en la calle:
–Por favor, ¿para llegar a la
playa del Papagayo?– Joan, ni
corto ni perezoso, un poco indignado,
dijo: – ¡Noo, papá Gayo
noo, papá Andreu!

Pompas de jabón

Autor: padresycolegios.com

Laura y su hermanita eran unas
niñas bastante traviesas. Un verano,
estando de vacaciones en
una playa levantina, sus papás
las dejaron solas mientras iban
a la compra, y para entretenerse
decidieron jugar «a las
hadas» haciendo pompas de jabón.
Sus padres tardaban en
volver y ellas, entusiasmadas
por el juego, empezaron a gastar
todo lo que se podía utilizar
para fabricar las pompas. Tal
cantidad hicieron que acabaron
llenando la casa y el jardín.
–¡Qué bien huele!– comentó la
madre mientras ella y su marido
volvían a casa. El olor se fue
haciendo cada vez más fuerte
a medida que se acercaban, y
cuando entraron en la vivienda
se lo encontraron todo perdido
de jabón. Durante los días
siguientes cada vez que el
jardinero hacia algún trabajo en
el jardín empezaban a salir espuma
y pompas. ¿Pero qué pasa?
–decía sorprendido–.

Crónica de un despertar

Dedicado a todos aquellos que no saben explicarle a sus amigos cómo ha cambiado
la paternidad sus vidas y, en concreto, sus fines de semana. Este artículo da una visión
del domingo por la mañana a primera hora en un hogar con niños pequeños.

Autor: MAITE MARTÍNEZ / R. PUERTA

Viernes por la tarde, caras sonrientes, se respira alegría en el ambiente. ¡Buen fin de semana! –se desean unos a otros–.
«Que descanses» me han dicho ya hoy en tres ocasiones, tres veces en las que he respondido con una cumplida sonrisa. Es la única respuesta que se puede dar a personas que no viven tus circunstancias, a quienes te mirarían como a un bicho raro si les contaras que los fines de semana son más agotadores aún que trabajar.

DOMINGO

07:02 h. Oigo unos pasitos cruzar el recibidor, se adentran en mi habitación y los siento cada vez más cerca. Una manita golpea mi frente, abro los ojos y la encuentro de pie, justo a mi lado, su cara a la altura de mi cara, me mira fijamente con los ojos bien abiertos, no se mueve, ni siquiera pestañea, tan sólo cobra vida el movimiento del chupete al succionarlo. Es Nuria, dos años y medio, la subo a la cama, la acuesto a mi lado y dándole un beso le susurro al oído: «estamos dormiditos». Vuelvo a cerrar los ojos y confío en que se duerma.

07:08 h. Casi me había vuelto a dormir cuando noto un golpe seco en los riñones, supongo que habrá sido con la rodilla al moverse. Me encuentro muy cansada, me duele la espalda. Noto como mi marido se desplaza hacia el lado opuesto de la cama, normalmente ocupa el centro y ahora debe de estar en el mismísimo borde.

07:15 h. Todo estaba en absoluto silencio, ahora un ruidito suave pero repetitivo me vuelve a desvelar, el ruidito no cesa, es Nuria succionando su chupete. Sin abrir los ojos la acaricio tratando de calmarla con la esperanza de que se duerma. Mientras la acaricio pienso en la noche, una de tantas, sobre las cuatro de la madrugada el llanto de un niño me hizo levantarme: «mamá, tengo miedo». Estuve con él más de media hora hasta que se tranquilizó y volvió a dormirse. Regresé a mi cama pero me había desvelado y hasta cerca de las seis no pude conciliar el sueño.

07:25 h. Sigo acariciando a Nuria, tengo el brazo dolorido, el ruidito del chupete ha cesado, creo que se ha dormido, retiro mi mano e intento dormirme.

07:30 h. Lamentablemente, me había equivocado, Nuria no está dormida, se vuelve hacia mí y ahora el ruidito del chupete lo oigo a escasos centímetros de mi nariz.

07:34 h. Una manita me acaricia la cara, sus deditos recorren cada rincón de ni rostro, incluidas las fosas nasales. No abro los ojos, no me muevo confiando en que desista, se aburra y se duerma o, al menos, se relaje y me deje dormir. Mis plegarias han dado su fruto, Nuria me deja en paz, se ha vuelto y ha cesado el ruidito, aunque cada dos por tres se mueve.

07:40 h. Noto que Nuria mueve las manos pero a mí no me toca, me da la espalda y no puede verme, aprovecho entonces para abrir los ojos. Lo está intentando con su padre quien no se inmuta y no es porque esté dormido, se hace el dormido, él también confía en que así le dejará en paz, ¡ya nos conocemos todos!

07:53 h. Nuria se sale de la cama, gatea hacia los pies de la misma y se baja, oigo sus pasitos que se alejan, confío en que vaya a su habitación y se ponga a jugar sin hacer ruido y sin despertar a su hermano. Oigo como se abre el cajón del baño, se revuelven algunas cosas y se cierra de nuevo.

07:59 h. Los pasitos se dirigen a mi habitación. ¡No, por favor!, pienso. Estoy pegada a la cama y necesito dormir aunque sea un poco más.

08:01 h. Nuria consigue volver a subirse a la cama por donde se había bajado, gatea hasta la cabecera y vuelve a situarse entre papá y mamá. Sé que ha traído algo en sus manos, aunque prefiero no saber qué es. Se queda callada. Noto algo duro sobre el pelo, me sobresalto y abro los ojos. Nuria tiene un peine en cada mano y, en tono bajito, me dice: «mamá, hay que peinar». Vuelvo a cerrar lo ojos mientras Nuria me cepilla el pelo.

08:09 h. Me duele el cuero cabelludo. ¿Por qué no le toca ahora a papá?, me pregunto. La respuesta es sencilla, mamá tiene el pelo largo y papá corto. Él sigue haciéndose el dormido, sin inmutarse. Al minuto no aguanto más los tirones de pelo en este lado de la cabeza, así que decido volverme. Ahora mi cara está frente a Nuria, ella continúa peinándome con esmero. Decido cubrirme los ojos con la mano, no me fío de ella.

08:14 h. Efectivamente, el pico del peine se ha precipitado contra mi ojo derecho, un golpe certero sin duda. Menos mal que la experiencia me hizo cubrirme y mi mano ha recibido el golpe en lugar de mi ojo. Por precaución me giro de nuevo a sabiendas de que me va a machacar el lado de la cabeza ya dolorido. Pero al volverme advierto la presencia de Joaquín, de cuatro años. No le había oído entrar, porque él es más sigiloso.
Sigiloso, pero contundente, él no da opción a un respiro, directamente enciende la lámpara de la mesilla, la luz me ciega los ojos, me los cubro con la mano, entreabro los párpados y veo recortada su silueta muy cerca de mi. «Mamá es domingo, toca desayuno especial».
En ese momento soy consciente de que es inútil resistirse. Miro a mi marido, está vuelto hacia el lado opuesto de la cama, desentendiéndose. Le golpeo con el pie y resopla resignado.
Joaquín rodea la cama, se dirige hacia su padre, sin ningún cuidado agarra las gafas de la mesilla y se las intenta poner acompañándolo de un brusco: «papi, hay que levantar!, tenemos que pegar los cromos en el álbum, jugar al baloncesto, al fútbol y montar en bici».
Consigo incorporarme en la cama, Nuria me mira fijamente, tiene el rostro oculto por el cabello, el chupete en la boca y esgrime un peine en cada mano.
Me levanto y contemplo mi terrible estampa en el espejo. Mientras escucho correr el agua pienso, ¿dónde estarán los domingos en los que me levantaba a las diez? ¿Volverán algún día? Espero que tarden, porque será señal de que mis hijos habrán crecido demasiado.

Cursos de Verano, coge el avión y olvida a Cervantes

Con una familia nativa o en una residencia multicultural. En la campiña inglesa o a pie de playa californiana. Sea cual sea su opción, los cursos de verano para aprender idiomas son uno de los puntos fuertes en el calendario anual de un número creciente de adolescentes españoles.

Autor: RODRIGO SANTODOMINGO

Alentados por el progreso económico y la creciente necesidad de manejar idiomas, los cursos de verano en el extranjero son cada vez menos un artículo de lujo reservado a las economías más pudientes. Miles de chavales españoles cogen el avión cada verano con destino a un país foráneo. Su objetivo, convivir en un idioma distinto al castellano –inglés en un 90% de los casos– mientras llenan su memoria de recuerdos imborrables.
Afirma el presidente de Aseproce (Asociación Española de Cursos en el Extranjero), Juan Manuel Elizalde, que la secuencia del aprendizaje idiomático en período estival suele empezar con un campamento en suelo español, continúa con una primera salida a Inglaterra o Irlanda y culmina en un país fuera de Europa, sobre todo Estados Unidos y Canadá. En total, el 75% de adolescentes son acogidos por familias, mientras el resto vive en algún tipo de residencia.
Lo más habitual es que el salto transatlántico comporte también un cambio en la dinámica de las clases que acompañan la estancia veraniega. Mientras que las sesiones didácticas durante la estancia en las islas británicas son más formales y se centran normalmente en aspectos gramaticales, las del otro lado del charco tienen un carácter más desenfadado, poniendo el acento en las habilidades de conversación.Otro patrón que define a los cursos de verano allende los Pirineos es que en su gran mayoría tienen lugar en el mes de julio (un 80%), dejando en muchos casos agosto para reunir a padres e hijos en unas vacaciones compartidas.
Elizalde asegura que el sector ucha por conseguir una regulación específica que sirva para evitar experiencias desagradables: «no hablamos de fraudes, pero sí de empresas sin mala fe» pero que no cuentan con la experiencia o la infraestructura necesarias para ofrecer un producto de calidad.
El presidente de Aseproce considera imprescindible fijar un «estándar mínimo de calidad» para reducir al mínimo las quejas, casi siempre originadas en las «falsas expectativas» del cliente.

ESTADOS UNIDOS

¿Qué decir de Estados Unidos como escenario de experiencias lúdico- idiomáticas? Todos conocemos a alguien que ha cruzado el charco para empaparse del american way of life mientras mejora sus competencias de conversación, habitualmente tras haber recibido su bautismo anglófono en Reino Unido o Irlanda durante algún verano anterior.
Atrayendo a casi el 50% del contingente de adolescentes españoles que emprenden la aventura USA en época estival, California es la reina indiscutible en el negocio de los cursos de verano. Más allá del tópico de la playa glamourosa con chicos y chicas despampanantes, los puntos fuertes del estado más poblado de EEUU constituyen una lista sin fin. Ciudades vitales y en constante renovación como San Francisco o Los Ángeles, espacios naturales de belleza inabarcable como el Parque Natural de Yosemite (y sus sequoias gigantes), propuestas lúdicas y culturales para no parar… Además de cubrir los alrededores de los grandes núcleos urbanos, los destinos se reparten por todo el estado, llegando a otras muchas ciudades de tamaño medio como San Diego o Sacramento.
Ya a mucha distancia de California, en el segundo y tercer lugar de la lista aparecen los otros dos estados que completan la costa oeste de EEUU. Son Oregón (al norte de California), que aglutina al 15% de la demanda, y Washington (limítrofe con Canadá, no confundir con la capital del país), donde va uno de cada diez estudiantes españoles que se apuntan al verano USA. El primero ofrece, amén de una gran variedad paisajista (entre el desierto y la exuberancia de los grandes bosques del oeste), la tranquilidad de un estado poco poblado y sin grandes concentraciones metropolitanas. El segundo reserva muchas sorpresas, por ejemplo Seattle, su ciudad más extensa y una de las poblaciones de EEUU con más carácter.
Otras opciones apuntan hacia los ricos y cultos estados del noroeste agrupados bajo el nombre de Nueva Inglaterra (Maine, Massachusetts, Vermont…), los encantos sensoriales de Florida o Michigan y sus Grandes Lagos. Busque información y asesoramiento: la oferta es inmensa.

CANADÁ

Con largos meses de inhóspita climatología, la llegada del buen tiempo se vive en Canadá como en pocos países del mundo. Es entonces cuando las grandes extensiones de bosque inexplorado despliegan todo su misterio y toda su riqueza. Cuandolos miles y miles de lagos que salpican el territorio canadiense abandonan su condición de pistas de hielo naturales para convertirse en auténticos parques de los deportes acuáticos. Rica y poco poblada, Canadá disfruta de un estándar de vida excepcional, con poca delincuencia e inagotables oportunidades de ocio sano. Aunque hay programas para todos los gustos en las zonas más habitadas del país (casi siemppre al sur, más o menos cercanas a la frontera con EEUU), las polos que atraen más estudiantes españoles son los alrededores de las grandes ciudades anglofonas, sobre todo Toronto y Vancouver. Multicultural dinámica, la primera tiene todas las ventajas de una gran metrópoli a la americana: centro (downtown) bullicioso y barrios y barrios donde la tranquilidad y el contacto con la naturaleza son la ley. Otra opción es apostar por la vía francófona o más bien bilingüe de Québec. Para muchos, Monreal y Québec ville son algunas de las poblaciones con más sabor europeo de Norteamérica.

IRLANDA

Verdes prados, country life, trato distendido, carácter abierto… Los alicientes de Irlanda –país de apenas tres millones y medio de habitantes, proporcionalmente el que más chavales extranjeros recibe en verano– tienen mucho que ver con la calidad y estilo de vida de una nación donde las tradiciones se resisten al cambio como en pocos lugares del mundo.
Capital de tamaño asequible pero con una vida cultural (especialmente musical) que rezuma entusiasmo y vitalidad, Dublín y sus alrededores concentran buen parte de la oferta irlandesa. En verano, la ciudad que vio nacer a grandes hitos de la literatura universal como Oscar Wilde o James Joyce vive un proceso de ebullición y alegría contagiosa difícil de explicar para los que no solemos sufrir inviernos tristes y lluviosos.
Cork –segunda ciudad de Irlanda en población– es probablemente uno de los lugares del mundo con mayor concentración de oferta idiomática por kilómetro cuadrado, algo que se refleja en la multitud de servicios y facilidades que ofrece al público estudiante. Pero hay otras muchas poblaciones atractivas para enmarcar nuestro primer verano en el extranjero. Kilkenny o Limerick son sólo dos de ellas.

REINO UNIDO

El primer pensamiento –junto a Irlanda– que viene a la cabeza de todo padre que se plantee la posibilidad de enviar a su hijo al extranjero por vez primera. Y es que las credenciales del Reino Unido como destino idiomático veraniego son de sobra conocidas: garantía de calidad gracias a largos años de experiencia en la recepción y acogida de alumnado extranjero, excelente red de espacios educativos –muchos de ellos con siglos de historia–, clima benigno en época estival, multiculturalismo a raudales…
Por si fuera poco, Gran Bretaña innova y actualiza su oferta de cursos de verano cada año con el fin de adaptarse a las necesidades y gustos de un público crecientemente diverso. Todo tipo de deportes, visitas culturales, actividades artísticas… Si la mezcla del aprendizaje lingüístico con incentivos d
e carácter lúdico cada vez más personalizados es una tendencia imparable a nivel global, pocos países o regiones aglutinan tanta diversidad en tan reducido espacio geográfico.
Aunque las familias y residencias dispuestas a acoger adolescentes españoles se reparten por todo el Reino Unido, la palma se la llevan las tranquilas ciudades costeras del sur británico como Brighton, Portsmouth, Dover o Plymouth. También hay posibilidades infinitas en los alrededores de Londres (Great London) y en otras ciudades del interior como Reading o Bristol, mientras que los grandes núcleos industriales (Liverpool, Manchester), Gales y Escocia luchan por hacerse un hueco en un mercado que nunca cesa de crecer.
Claro que uno siempre puede sentir la llamada de la excelencia académica y buscar un paquete interesante en las archiconocidas Oxford o Cambridge, si bien estas dos ciudades atraen en mayor medida al público universitario y adulto. Tampoco faltan cursos atractivos en algunas de las poblaciones británicas con mayor encanto visual. Bath y Canterbury serían buenos ejemplos.

FRANCIA / ALEMANIA

Eclipsados por la primacía del inglés, el francés y el alemán suelen aparecer en la agenda de los padres españoles una vez que sus hijos ya controlan la lengua de Shakespeare. Hay excepciones –normalmente por un vínculo personal de alguno de los padres con el mundo francófono o de habla alemana–, pero lo habitual es que la opción de la vieja Europa surja tras una o varias salidas a países anglófonos.
Aunque a nivel global la emergencia de otros idiomas como el chino, el árabe, el ruso o el propio español hayan hecho perder aún más peso relativo al francés y el alemán, lo cierto es que ambos idiomas todavía conservan la vitola de lenguas internacionales con prestigio y utilidad en los negocios, la cultura o la política.
En Francia, la oferta se concentra en el sur, sobre todo en la Costa Azul y en las regiones meridionales bañadas por el Atlántico. La afinidad cultural y la cercanía son sin duda dos pluses a la hora de apostar por el país galo. Por su parte, Alemania reserva a nuestros hijos estancias en pequeñas ciudades de provincia con un amplio legado artístico tipo Friburgo, pero también abundan destinos más urbanos como las afueras de Colonia o el mismo Berlín.

DESTINOS ALTERNATIVOS: DEL MEDITERRÁNEO A LAS ANTÍPODAS

Con un crecimiento sólido y seguro, el mercado de los cursos de verano para alumnos españoles ha abierto en los últimos años fronteras que amplían el surtido tradicional. Exóticos o cercanos, la mayoría toman la playa y el buen tiempo por bandera, estirando los bolsillos tanto por arriba como por abajo. Otros como Suiza conservan el magnetismo de lo exclusivo y la elegancia que aportan siglos de historia educativa de primer nivel.

MALTA. El destino de moda para todo el que quiera maridar aprendizaje de inglés y cultura mediterránea. Colonia británica hasta 1969, este pequeño y densamente poblado archipiélago enclavado al sur de Sicilia tiene 400.000 habitantes, la inmensa mayoría con buen nivel del inglés, cuando no un dominio absoluto. Su alta densidad de población, el ambiente veraniego y los parecidos razonables con nuestro país aseguran contacto humano; su amplia gama de actividades de ocio, diversión a tope.

AUSTRALIA. Si el precio no es un problema, este país de dimensiones continentales despliega todo un abanico de posibilidades en ciudades costeras que aúnan tranquilidad, cosmopolitismo y buen tiempo. Con una naturaleza desbordante, las visitas a parajes inolvidables se dan por hecho. Además, y aunque no es bueno guiarse por el tópico, los australianos tienen fama de abiertos, cordiales y enemigos del prejuicio.

SUIZA. Alemán, italiano o francés. Elige idioma porque Suiza tiene cursos en sus tres lenguas oficiales. Orden, paz y tolerancia. Lagos, montañas y encantadoras ciudades medianas o poblaciones rurales de aroma alpino. Siempre con la elegancia y la tradición como marco, la histórica nación centroeuropea es una de las mejores alternativas al abrumador predominio anglófono.

OTROS. Poco a poco, los idiomas emergentes como el chino, el ruso o el árabe empiezan a construir sus propias infraestructuras para atraer a un número creciente de estudiantes foráneos. Por su parte, Nueva Zelanda y Sudáfrica han conseguido ganarse un hueco en el inagotable mercado del inglés. Algo olvidada, Italia sigue teniendo tirón: su idioma habla de arte, ópera, moda y diseño.

Vagancia. ¿Existe alguna vacuna?

En su cuarto, está. Y parece que estudia. Pero si no es tonto y suspende seis,
algo pasa. La vagancia se puede disimular muy bien. Por lo menos algunas de
sus formas. Esto quiere ser un prontuario, una cura de urgencia.

Autor: RAFAEL GÓMEZ PÉREZ

Vagancia es el nombre familiar de algo que ataca a cualquier ser humano hasta
alcanzar la «categoría» de pecado capital: la pereza. Ese gran escritor
contemporáneo que es Samuel Beckett escribió que «no hay pasión más poderosa que
la pereza». Pasión: algo que se padece. Con un poder extraño: el de conseguir
que no se haga nada. El poder de lo negativo.
La vagancia se suele dar mucho
entre gente adolescente o joven, casi siempre a partir de los 13 años. Ésa es la
edad del inicio de un desarrollo de la potencia, del vigor. La inteligencia
llega a su mayor punta en torno a los dieciséis años. Lo que se aprende a fondo
entonces dura toda la vida. Y lo que no se hace, una oportunidad
perdida.

CLASES DE
VAGANCIA

Se han descrito muchos tipos de vagancias. Éstas
son las más frecuentes:

ALBERTO, EL VAGO SELECTIVO.
Alberto repite curso y va camino del doblete. Sus padres no se explican cómo un
niño tan activo en la consola, tocando la guitarra y haciendo deporte sea
incapaz de aprobar un examen.
Diagnóstico y terapia. Es
probable que el futuro de Alberto no esté en los estudios, sino en un oficio. No
hay que desalentar sus aficiones, sino convencerlo poco a poco de que también
tiene que estudiar.

MARTA, VAGANCIA SENTIMENTAL. Marta
es muy sensible, con un gran corazón, dispuesta de palabra a ayudar a todo el
mundo de fuera de su casa, aunque luego no haga nada… En casa, pasividad total,
pero buenas palabras.
Diagnóstico y terapia. Se trata de una
mezcla de vagancia y de hipocresía. Uno de los remedios posibles: cuando
necesite urgentemente algo que requiera la ayuda de otros, hacer que ella
empiece haciendo lo que pueda.

ALICIA, VAGANCIA TÍMIDA.
Los padres de Alicia no se explican por qué una chica tan lista, según todos los
profesores, no destaca lo suficiente. Aprueba por los pelos. Lo pasa muy mal en
los exámenes, se angustia con los deberes.
Diagnóstico y
terapia.
La clave es que Alicia es tímida. Su vagancia es, más bien, un
no atreverse con lo que le parece difícil. El mejor remedio es que reciba
pruebas, incluso exageradas, de confianza en ella.

MIGUEL,
VAGANCIA FURIOSA.
Miguel no sólo no hace nada de nada, sino que se
enfrenta con violencia a quienes se lo dicen. Según él, tiene muchos problemas
que nadie entiende. Problemas de los que no habla, porque dice que sería
inútil.
Diagnóstico y terapia. Se trata de un caso fuerte de
egoísmo agudo, de ver la vida sólo dentro de sus intereses, prescindiendo por
completo de los demás. No hay que descartar que exista un problema más de fondo,
y consultar a un especialista.

PENSAMIENTO DE
FONDO

Lo contrario a la pereza se llama diligencia. La
palabra diligencia viene del verbo latino diligere, que quiere decir «amar». Por
eso quien ama no es nunca un vago: es activo, todo lo intenta, lucha por
todo.
¿No será que la vagancia es una consecuencia de la ausencia de amor?
Cuando la persona no responde ni a un «hazlo por mí» que le pide una persona a
la que dice querer, estamos ante un caso grave al que hay que prestar
atención.
Pero a quien no ama y por eso es vago, hay que seguir amándole, en
la espera de que responda algún día al amor con amor.

REMEDIOS

1. Despertar al
joven la curiosidad por algo útil y a la vez de interés: desde un puzzle hasta
un juego de rol. Tratar de que se interese por algo, siempre que no sea en
perjuicio propio o de los demás.
2. Proponerse metas cortas
y fáciles de cumplir. Por ejemplo, quien no estudia nada, estudiar media hora al
día; diez minutos más al día siguiente y así
sucesivamente.
3. Aprender a hacer cosas acompañado de
alguien: estudiar con otro, ayudar en la casa, en tareas
comunes.
4. Ponerle por delante ejemplos cercanos de las
consecuencias de la vagancia y rechazo de los demás. También ponerle ejemplos de
lo contrario, de la diligencia.
5. Hablarle de las ventajas
de ser diligente: La satisfacción por algo bien hecho y sentirse bien además de
lograr el respeto de los demás.

¿Al psiquiatra o al psicólogo?

Si nuestro hijo se tuerce un tobillo, no
dudamos en llevarlo al fisioterapeuta.
Igual de inmediata debe ser nuestra
conducta si observamos alguna dificultad
en el desarrollo del niño, ya sea física,
emocional, de conducta o problemas
en los estudios.

Autor: MARTA SERRANO

Si alguno de nuestros hijos se vuelve agresivo, llora sin motivo, está triste o
empieza a tener déficit de atención en el aprendizaje, a lo mejor no requiere
ningún tipo de tratamiento pero, sin duda, su mejora dependerá en buena parte de
nuestra actitud. Lo primero de todo es prestarle atención y observar atentamente
su comportamiento en casa.
En primer lugar, el psicólogo de la Fiscalía de
Menores, Javier Urra, recomienda «retirar» la palabra enfermo de nuestro
vocabulario y no adjetivar nunca a los niños. «Pablo no es hiperactivo, sino un
niño con …», señala.
Además, Urra pide a los padres «naturalidad en la
respuesta» ante cualquier problema que detectemos en el proceso de maduración
del niño e incluso ante la necesidad de visitar un especialista. Si observamos
un problema en casa, lo primero que debe hacer un padre es contrastar su opinión
con el tutor del niño.
Los niños pasan gran parte de su día en el centro
escolar; así que, mientras los padres conocemos a nuestros hijos desde una
perspectiva, el tutor puede completar la observación aportando otra visión.
Dentro del colegio no solo se conoce a los alumnos académicamente, sino que la
escuela es un entorno muy propicio para ver cómo es la adaptación del niño en
distintos ámbitos: personal, social, escolar… «Una vez contrastada la
impresión de la familia con la del tutor es cuando tomaremos la decisión de
remitir o no al niño a un profesional», señala Ana Aguilar Huerta, psicopedagoga
del colegio «Arcángel Gabriel» de Madrid.

 HABLAR CON EL COLEGIO


En muchos colegios privados y públicos existe un
gabinete psicopedagógico o departamento de orientación, que se encarga de apoyar
y orientar la acción educativa, posibilitando criterios de mejora en el diseño,
desarrollo, innovación y evaluación de los procesos educativos; es decir, tras
la valoración o diagnóstico psicopedagógico del alumno se pueden llevar a cabo
acciones para superar las dificultades de aprendizaje. Si es necesario, también
se actuará a través de programas de intervención específicos o de las
actividades de orientación personal o escolar que sean necesarias. Cuando la
problemática se escape de sus funciones, remitirán a la familia al profesional
que más nos pueda ayudar.
En los colegios públicos también existen distintos
organismos que se organizan en tres niveles; sectorialmente, a través de los
equipos interdisciplinares; en el centro, mediante la actuación de los miembros
del equipo en la institución o a través del departamento de orientación; y en el
aula, mediante la acción tutorial.
Respecto al interrogante de si acudir a un
psicólogo, a un psicopedagogo o a un psiquiatra, los expertos señalan que no se
puede hacer una diferenciación clara. «Desde mi punto de vista, –señala Ana
Aguilar–, el psicopedagogo es el más idóneo para aquellos trastornos o
dificultades más relacionadas con aspectos pedagógicos, escolares o académicos
(dislexia, bajo rendimiento, discalculia, problemas de atención,
etc.)».

 ¿A QUIÉN
ACUDIR?

De opinión similar es Javier Urra, para quien
«si el problema es cognitivo o de conducta (baja autoestima, inseguridad,
miedos…) es más adecuado acudir al psicólogo, mientras que cuando hay lesiones
neurológicas, crisis o patologías que puedan requerir medicación hay que acudir
al psiquiatra».
Esto es porque hay que tener en cuenta que la Psiquiatría es
una rama de la medicina (el psiquiatra puede realizar tratamiento farmacológico
mientras que el psicólogo no). Ante todo, no hay que tener miedo. Debemos acudir
a este tipo de especialistas como iríamos al oculista si nuestro hijo tuviera
una lesión en los ojos.
De hecho, en la realidad no hay una distinción tan
clara entre asuntos que deban tratarse desde una u otra especialidad de manera
específica, y en la práctica se llevan a cabo tratamientos conjuntos para
conseguir una mayor eficacia.
Por ejemplo «en un trastorno de déficit de
atención con hiperactividad, se llevaría a cabo un tratamiento farmacológico (si
fuese necesario), la ayuda psicológica (para aprender a autocontrolar su
conducta) y apoyo pedagógico (para mejorar el rendimiento académico)», señala
Ana Huerta. Los límites de las disciplinas citadas se solapan y las necesidades
de un niño en particular dependerán de sus circunstancias.

 DIFÍCIL DECISIÓN

Es difícil decidir cuándo acudir a un especialista,
aunque deberías hacerlo si:

– No habla a partir de los 2 años.
– No
logra jugar y entretenerse solo a los 3 años.
– Se hace pis o caca encima
durante el día, siendo incapaz de pedirlo con 3 años.
– Moja la cama de noche
pasados los 5 años.
– No se integra, no juega con otros a partir de los 4
años.
– Sufre crisis de llanto o nervios al separarse de sus padres, una vez
superado el período de adaptación a la guardería.
– No puede participar en
juegos que implican seguir reglas y esperar su turno, desde 6 años.
– Se
aburre con frecuencia.
– Se le nota triste o apático.
– Está irritable,
enfadado, agresivo o disconforme a menudo.
– Está inquieto y distraído, lo
que interfiere su aprendizaje y rendimiento escolar, a partir de los 5
años.
– No responde a las consignas estando en un grupo, a partir de los 5
años.
– Se bloquea ante situaciones de prueba, exámenes, etc.