El valor de educar en la generosidad

eva rodríguez
La generosidad, el respeto, la empatía son valores que están muy presentes en esta obra. Pero, además, es este un libro que no termina cuando acabas de leerlo. La historia, protagonizada por una niña etíope que viene a vivir aquí, da pie a trabajar otros temas como la inmigración, las diferentes culturas, el reciclaje e invita a realizar otras actividades relacionadas con estas temáticas tanto en el aula como en casa.
Reconoce que de pequeña no tenía mucho afán por la lectura ni disponía de muchos cuentos en casa, pero cuando empezó a cursar Magisterio y se especializó en Educación Infantil descubrió la importancia que pueden llegar a tener los cuentos en el día a día de un niño y el sinfín de posibilidades que se pueden trabajar a raíz de estos. Es ahora una apasionada coleccionista de cuentos y fue un regalo de las pasadas Navidades el que despertó en ella la vocación de escritora: “Me regalaron Lágrimas bajo la cama y después de leerlo hizo un click en mi cabeza: ¿Por qué no escribo yo también un cuento? La autora lo había editado de forma autodidacta, sin editorial y decidí lanzarme yo también a la aventura”, confiesa Laso. En cuanto a la elección del tema consideró que el acto de compartir es un hecho al que todos los niños se enfrentan en algún momento de su vida: “Antes o después atraviesan una fase en la que no les gusta nada compartir, es ley de vida”. Comprobó que era éste un tema que no estaba demasiado tratado en la literatura infantil y así nació ¿Me lo prestas?
Afirma convencida que los libros infantiles no tienen edad y que dependiendo de la fase de crecimiento en la que se encuentre cada niño se pueden abordar de una manera o de otra. Así, ¿Me lo prestas? puede ser un libro apropiado para niños desde los dos años y medio hasta aquellos que ya están en el primer ciclo de Primaria. “Un niño de dos años no se quedará con la historia, pero le llamarán la atención las ilustraciones, los colores y pueden aprender emociones a través de los gestos de los personajes”, explica Laso. “Con niños de cinco o seis años, que a lo mejor ya tienen asimilado el valor de compartir, se pueden trabajar otros temas como la inmigración, la cultura o la gastronomía africana, geografía…”, añade la autora.
El libro narra la historia de Maraki, una niña etíope que viene a vivir a la ciudad y que no duda en compartir todo lo que tiene. En contraposición, Lucas, un niño de aquí que siempre está aburrido porque no comparte sus cosas y nadie quiere jugar con él. A través de este relato los niños aprenden y desarrollan varios valores como, por ejemplo, la empatía: “Lucas pasa por diferentes momentos y los niños pueden reconocer las emociones que él siente: cuando está triste porque no quieren jugar con él o cuando está contento porque participa del juego con sus compañeros. ¿Cómo nos sentimos cuando nos invitan a formar parte de un grupo y cómo estamos cuando nos afrentan por no dejar un juguete?”.
Otro valor muy importante que se puede aprender es el respeto: “Hay que enseñarles desde pequeños a pedir las cosas, porque no es lo mismo pedir permiso antes de coger algo y que la otra persona decida si lo quiere dejar o no, a quitar los objetos a la fuerza, porque entonces el niño puede mostrar su frustración porque le han arrebatado algo. Por eso, el cuento finaliza con una pregunta: ¿Me lo prestas? para recalcar la importancia de pedir permiso”. La solidaridad y la generosidad también se fomentan gracias a una de las protagonistas, Maraki, que proviene de Etiopía, un lugar donde no abundan las cosas materiales pero donde están acostumbrados a compartir lo poco que tienen. “Y, por supuesto, la amistad, porque entre los dos protagonistas, Lucas y Maraki, se crea un vínculo muy especial”, añade Laso.
Los lectores de ¿Me lo prestas? también tienen la oportunidad de descubrir que hay realidades diferentes a la nuestra, donde las necesidades básicas (comer, vestirnos, ir al colegio…) que aquí tenemos cubiertas no son tan fáciles en otros países como, por ejemplo, Etiopía. Un niño de tres años tal vez no pueda llegar a entender qué significa que haya niños que no pueden comer, pero el cuento le facilita el entender que existen otros lugares diferentes como en el que ha nacido la protagonista. Laso hace hincapié en que hay que explotar la curiosidad innata que hay en los niños. Además, la diversidad que existe hoy en día en las aulas hay que aprovecharla para que la familia o incluso los propios niños que vienen de diferentes países nos hablen de su cultura. Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías también hacen más fácil que los niños descubran los diferentes modos de vida que hay en el mundo, opina la autora.
Como experta en Educación Infantil Sara Laso explica que hay que saber discernir cuando es el mejor momento para enseñar a compartir, pues cada niño tiene su proceso. Igual que no todos coinciden en el desarrollo psicomotriz ó lingüístico, a la hora de aprender a compartir ocurre lo mismo. Para saber si el niño está preparado, recomienda observarle y estar atento a sus necesidades: cuando pide estar con otros niños es que ha llegado el momento de enseñarle a compartir, asegura. Es entonces cuando hay que enseñarle unas pautas o valores que fomenten su generosidad. Pero, ¡ojo! ¡No tiene que compartirlo necesariamente todo! “Los adultos debemos saber si hay alguno objeto o juguete favorito para ellos que no les guste compartir porque tiene un valor especial. Entonces, no hay que obligarles a que lo compartan”.
Actividades en casa
Es este un cuento que no termina cuando acabas de leerlo, sino que va mucho más allá y puede ser el origen de otras actividades relacionadas con los temas que aparecen en sus páginas. Sara Laso propone diferentes actividades que se pueden trabajar tanto en el aula como en casa. Todo depende de la edad del niño, del tiempo que se tenga y de la creatividad e imaginación de los profesores y de los padres. Los niños de tres años, por ejemplo, pueden centrarse en el valor de compartir.

¿De verdad hay que separar a los gemelos?

Olga Fernández
Llevan juntos toda la vida: desde que se formaron en el útero materno, al nacer, cuando comen, enferman, juegan… Pero al cumplir tres años y acudir por primera vez al colegio, los separan. Es el destino de los mellizos y gemelos, casi siempre, en contra de la opinión de los padres. Sucede en la mayoría de los colegios de España, donde se impone el criterio de separación. “Siempre ha habido una idea muy arraigada de que separar a los mellizos en diferentes clases era determinante ya que existía la idea de que favorecía el desarrollo de su autonomía e identidad y minimizaba la competitividad”, apunta Patricia Francisco San Julián, especialista en neuropsicología de Isep Clinic Madrid. Sin embargo, no existe evidencia científica que respalde esta teoría, tal y como afirma la psicóloga infantil Coks Feenstra, holandesa afincada en España y que lleva más de 20 años trabajando en el campo de los múltiples.
Separación forzosa
La doctora Nancy Segal, psicóloga e investigadora de la Universidad de Fullerton (Los Ángeles), considera que separar a los múltiples es el mito más arraigado y más dañino. Y la psicóloga Coks Feenstra lo confirma: “Desgraciadamente, la costumbre de separarlos está basada en un mito. No existen estudios científicos que demuestren que la separación favorece el desarrollo de su identidad. Pero los colegios sí afirman que la medida sirve para este fin y lo utilizan como argumento para imponer la separación”. Esta especialista alerta de que la separación ocasiona más daño que beneficio. Según dice, al separarlos, sufren problemas emocionales como tristeza, ansiedad, soledad y un retroceso en su desarrollo, como enuresis nocturna, pesadillas y llantos repentinos. “Estos niños se preguntan dónde está el hermano y por qué no están juntos. Tienen 3 años, o ni siquiera los han cumplido, es demasiado pronto para separarlos”, explica Feenstra.
Las consecuencias negativas de separar a los múltiples se recogen en numerosos estudios, uno de ellos realizado en 2004, que estudió la evolución de más de 1.000 parejas de gemelos de los cinco a los siete años, distinguiendo entre los escolarizados juntos, los separados y los separados al cabo de un tiempo. El objetivo del trabajo era encontrar evidencias de si los cambios tenían efecto sobre su progreso académico, su competencia lectora, o su comportamiento. “La conclusión más destacada fue que los niños separados a los 5 años sufrían en general más problemas de conducta interna (miedo, llanto, ansiedad) durante el primer año”, dice la psicóloga Patricia Francisco San Julián. Los autores del estudio concluyeron lo siguiente: “Los descubrimientos del estudio corroboran la necesidad de reevaluar las prácticas escolares de separar a todos los gemelos y consideran que las políticas deberían ser más flexibles y tener en cuenta la voluntad de las familias y las necesidades educativas y de desarrollo de los niños”.
Un trabajo más reciente, de 2014, realizado por Lynn M. Gordon, profesora del Departamento de Educación de la Universidad Estatal de California (Northridge), deja en evidencia la falta de argumentos de los colegios a la hora de separar: la investigación incluyó a 131 directores de colegios, 54 maestros, 201 padres de gemelos y 112 gemelos. “Esta es la primera investigación que explora las creencias de directores en cuanto a la ubicación de gemelos en clase al inicio de su etapa escolar”, apunta la psicóloga Patricia Francisco San Julián. Los datos más significativos concluyeron que “los padres justifican con argumentos los motivos por los que quieren que sus hijos estén juntos en clase, atendiendo a sus necesidades y a su nivel madurativo. Mientras que, los colegios mantienen normas rígidas e impersonales y tienden a ignorar los aspectos positivos del vínculo de los gemelos.”
Otros estudios detectaron incluso mejores resultados en las pruebas de lectura en los gemelos que no habían sido separados, como el llevado a cabo por Conventry y colaboradores (2009), que constató mejores puntuaciones en lectura en los primeros años escolares en los gemelos que estaban juntos.
Algo empieza a cambiar
Las protestas de los padres parecen haber abierto una puerta al cambio en España. La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid ha recomendado este curso a los colegios que tengan en cuenta la opinión de los padres a la hora de escolarizar juntos o separados a los múltiples (mellizos, gemelos, trilllizos y cuatrillizos). Madrid se convierte así en la primera autonomía que cambia la tendencia: la mayoría de los colegios los separan sin atender a las peticiones de los padres. Una novedad que afecta este año a los padres de 3.034 mellizos y gemelos y de 90 trillizos nacidos en Madrid en 2014 y que han escolarizado a sus hijos en el segundo ciclo de Educación Infantil. Sin embargo, la psicóloga Coks Feenstra, denuncia que la recomendación de la Consejería no se está llevando a cabo: “La Comunidad de Madrid hizo un comunicado, pero no se llegó a formalizar. No hubo un comunicado oficial a los colegios por lo cual muchos siguen aplicando sus propias normas y se niegan a ponerles juntos. Ha sido la gran decepción para los padres y en septiembre de este año se ha visto nuevamente un aumento de casos de padres cuyas peticiones han sido denegadas. Meritxell Palou, la fundadora del movimiento “Múltiples juntos en el aula”, que asesora a los padres sin ánimo de lucro, se ha visto colapsada por la cantidad de familias con este problema. Yo también lo he notado. Incluso hay una familia que va a empezar un juicio. Ya hubo otro, en Badajoz, en el mes de abril de este año que terminó positivamente para los padres. El juez les dio la razón, estimando que no hubo motivos para separar a los mellizos”.
¿Por qué hay más protestas de los padres en los últimos años? En opinión de la psicóloga Patricia Francisco San Julián, tiene mucho que ver con el aumento del nacimiento de mellizos y gemelos: “El incremento de los embarazos múltiples en las últimas dos décadas, sobre todo debido al retraso en el acceso a la maternidad y a los efectos de los tratamientos con técnicas de reproducción asistida, ha promovido el debate y un replanteamiento sobre cuál es la opción más apropiada respecto a la escolarización de los mellizos”.
Lo que parece claro es que los beneficios que aporta la cercanía son muchos: según un estudio de Nancy Segal, los gemelos que están en la misma aula, miran de vez en cuando buscando al hermano gemelo. Al comprobar que está cerca, vuelven a sus tareas. “La mera presencia del otro es un apoyo. Al estar juntos, se sienten reconfortados y seguros, entablan contactos con facilidad y hacen amigos. La adaptación es fluida”, dice Coks Feenstra.
Hay casos en que la separación de los mellizos está justificada. “Por ejemplo, cuando uno de ellos tiene mucho más desarrollado el lenguaje, o cuando hay una discrepancia significativa en su rendimiento escolar, ya que en este caso, separarlos ayuda a que cada mellizo desarrolle su propio ritmo, libre de la presión y de la comparación con su hermano. Cuando tienen una relación conflictiva y se retroalimentan. O cuando continuamente se comparan y generan mucha competitividad”, apunta la psicóloga Patricia Francisco San Julián.

La vida y nada más: el desafío de la educación en las familias desestructuradas

José María Aresté
Antonio Méndez Esparza, madrileño formado cinematográficamente en Estados Unidos, sigue empeñado en retratar la realidad que le interesa de ese país tras su aplaudido debut Aquí y allá, que en 2012 fue mejor película en la Semana de la Crítica en Cannes. Y en efecto, con un estilo muy indie, imprime a La vida y nada más un sentido grande de realismo, lo que vemos parece muy autentico, cosas que pasan, “c’est la vie”. La película se estrena en cines de toda España el 1 de diciembre.
En un pequeña ciudad innombrada y como otra cualquiera de Estados Unidos, Andrew es un joven negro a punto de llegar a la mayoría edad, que ya he tenido que pasar por los juzgados, acusado de robos de poca monta, pero que le han puesto en el punto de mira de condenas más severas si no cambia. Es un buen chico, pero vive en un hogar desestructurado. Su padre está en la cárcel, apenas le recuerda, aunque le manda cartas, nunca ha ido a verle. Su madre Regina se desloma trabajando como camarera, criando a una niña pequeña, y tratando de que el camino de Andrew no se tuerza. Un cliente del bar ronda a Regina, parece buen tipo, busca una relación, ella le gusta. Pero no se llevará bien con el hijo mayor.
Los anteriores son algunos trazos con los que se compone la narración, pero no le hacen justicia a esta maravillosa película. El mérito de Méndez Esparza, que menciona explícitamente como influencia el neorrealismo italiano, es lograr que la cotidianeidad nos interese, que no componga una historia de buenos y malos, y ofrezca en cambio una interesante radiografía de la sociedad americana sin tremendismos, donde poco parece importar que manden Trump o Clinton, con personas de carne y hueso no perfectas pero revestidas de enorme dignidad. Y con sorprendente autenticidad, se señalan las dificultades de integración y promoción de las personas, hablando de los prejuicios raciales, la marginalidad, los hogares rotos, señalando cómo es determinante un entorno familiar que facilite las cosas, junto a una gran fuerza de voluntad.
La narración fluye muy bien, en lo que se dice, y también en la elocuencia de lo que no se dice, pero se ve. Están muy bien trazadas además las relaciones entre los personajes, y los actores, no profesionales, son un prodigio de naturalidad, con mención especial para Regina Williams, la madre. Nunca se cae en los clichés típicos de historias de chavalas impelidos a la marginalidad, sino que somos testigos de las evoluciones de auténticos seres humanos, muy creíbles.
Puede sorprender que un español se atreva a contar una historia que transcurre en Estados Unidos, y en un ambiente no demasiado presente en las películas que copan la cartelera. La clave sin duda, es que se trata de una historia universal, que se puede entender en cualquier parte del mundo.
Pero también, como explica Antonio Méndez-Esparza, se produce un enriquecimiento mutuo, y él y su equipo han aprendido mucho rodando La vida y nada más: “La película ha cambiado nuetras vidas y nuestra manera de entender el mundo que nos rodea. Ha sido un emotivo y gratificante viaje. Esperamos que cambie la perspectiva de la gente tanto como cambió las nuestras. Hago películas para entender realidades diferentes a la mía. Quizás nunca empiezo una película con autorreflexión sino, en lugar de ello, la empiezo con curiosidad, admiración y sentido de la naturaleza política de la película. Soy un extraño aquí en los Estados Unidos, y un extraño en el mundo de los personajes de la película. Yo guío a los actores, y ellos también me guían a mi. Y puedo decir que es un privilegio poder ser testigo de esto.”

Ver tráiler de la película «La vida y nada más»en www.decine21.com

Confío, luego puedo: educando a niños optimistas

ANA VEIGA
No puedo saltar eso, no puedo… Soy muy malo en gimnasia”. Esta frase la habrán pronunciado muchos niños –actuales y pasados- en el mundo. En algún momento, todos hemos pensado que no éramos capaces de hacer algo. Confiar más en nosotros mismos y tener una visión optimista de lo que podemos alcanzar, nos ayudaría a sobrepasar ese límite de lo que creemos posible. Y si es así con nosotros, no iba a ser menos con nuestros hijos.
Para derribar una barrera, hay que empezar por el principio y ver dónde están arraigados sus cimientos. En el caso de nuestros hijos, debemos preguntarnos de dónde procede su falta de confianza. ¿Por qué no se consideran buenos en algo? ¿Esa desconfianza en su propia capacidad nace de una crítica nuestra?
Entre adultos, los comentarios sobre la poca habilidad de un compañero pueden influirle negativamente, pero el impacto de esta influencia no es comparable con el que tendrá si quien lo escucha es nuestro hijo. La personalidad de los niños se construye en torno a los dos años. Y sí, es muy maleable; especialmente si quien la moldea son un referente para ellos, como sus padres.
Por eso, la forma en que les transmitimos sus errores y aciertos y cómo gestionar sus emociones definirá en gran medida si será un adulto con confianza, que afronte los problemas en la vida con optimismo. O lo que es lo mismo, que tenga la “predisposición a entender y a analizar la realidad desde su aspecto más positivo”, tal y como define la RAE.
Esto no quiere decir que haya que alabarlo por todo. Por supuesto que todos comprendemos que hay niños más duchos en unas actividades o habilidades que en otras. Y que, por más optimista que sea el niño, es posible que no sea capaz de cantar bien o de ser un gran dibujante. Pero dejemos que lo descubra por si mismo, que analice sus límites, sus gustos y encuentre sus puntos fuertes. Puede que nos sorprenda.
De esto, sabe mucho la escritora y activista política Hellen Keller, quien ya en 1903 decía: “Ningún pesimista ha descubierto el secreto de las estrellas, ni ha navegado por mares desconocidos, ni ha abierto una nueva puerta al espíritu humano”. Teniendo en cuenta que Keller consiguió ser la primera persona sordociega en conseguir una licenciatura y acabó por convertirse en una reconocida literata, parece que sabe de lo que habla cuando anima a usar el optimismo como catapulta de las propias posibilidades.
Así que, sobre todo, tratemos de hablarle a nuestros hijos sobre sus capacidades como experiencias transitorias de aprendizaje, como fases de una evolución de la que ellos mismos serán dueños.
El optimismo inteligente
La palabra optimismo viene del latín optimum (“lo mejor”). El filósofo Voltaire fue quien popularizó esta palabra en 1759. Desde entonces, la sociedad y la idea asociada al término han ido evolucionando. Hoy en día, la psicología estudia el optimismo como un rasgo disposicional –bajo nuestro control– de la personalidad que oscila entre los acontecimientos externos y la interpretación personal de éstos. Y se caracteriza por una tendencia a confiar en que el futuro sea favorable. El optimista inteligente es capaz de centrarse en las soluciones en vez de en los problemas. Es consciente de que está en una situación de crisis pero eso no le paraliza como al pesimista, ni espera que la solución llegue por arte de magia como el optimista iluso.
Pero ¿se puede enseñar a un niño a ser optimista inteligente? Según el psicólogo Martin Seligman, sí; de hecho, lo explica muy bien en su libro Niños optimistas: Cómo crear las bases para una existencia feliz. Y es que, aunque curiosamente Seligman se reconoce como pesimista, es el padre la Psicología Positiva (P+, nacida en 1998), una rama de la psicología que busca comprender los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano. La P+ se sustenta en tres pilares: la experiencia subjetiva positiva -en pasado, presente y futuro-, los rasgos positivos individuales y las instituciones positivas, como “los tipos de comunidades, las familias, las escuelas…”. Tras años de investigación, Seligman se obsesionó con esta idea y con la posibilidad de desarrollar una «inmunización psicológica» infantil contra la depresión. Quería conseguir vacunar a los niños contra gran parte de los futuros trastornos mentales que podían desarrollar. No podía pasar por alto que, según la OMS (Organización Mundial de la Salud), las tasas de depresión se disparan en la adolescencia; y que existen investigaciones que demuestran que la mitad de los adultos que tienen problemas de salud mental, tuvieron síntomas antes de los 14 años. “La enfermedad de la depresión se puede prevenir fomentando una sensación de optimismo y autocontrol”, sostiene el psicólogo, basándose en los resultados de su Programa de Resiliencia PENN (PRP).
El PRP se suele aplicar en alumnos de 10 a 14 años a través de 12 sesiones de 90/120 minutos estructuradas en torno a la enseñanza de 7 habilidades de resiliencia –que, como sabemos, es la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas-. Los resultados de varios estudios del PRP han demostrado que ayuda a prevenir depresión y ansiedad en los jóvenes.
Seligman estaba tan convencido de las bondades del PRP que en 2008, se llevó a 15 de sus entrenadores a Victoria (Australia) para implantar el programa en la Escuela Secundaria de Geelong, donde instruyeron a los docentes sobre cómo utilizar las habilidades de su propia vida personal y profesional para enseñar a los niños. Esta enseñanza a los formadores es esencial porque, para Seligman, ninguna técnica, estrategia o teoría será eficaz si no se parte del convencimiento por parte de quien la utiliza o imparte de que el cambio es posible.
La clave de su programa: Dar herramientas para gestionar las emociones negativas y potenciar el optimismo y confianza en el futuro en base al ejemplo.

Disciplina positiva: convertir el error en un aprendizaje

ADRIÁN CORDELLAT
La disciplina positiva ha cogido impulso en España en el último lustro, casi un siglo después de que Alfred Adler y su discípulo Rudolf Dreikurs (padre de la Educación democrática) pusiesen las bases de una idea educativa a la que décadas más tarde darían forma definitiva las psicólogas Jane Nelsen y Lynn Lott.
Para Marisa Moya, maestra, psicóloga y entrenadora en Disciplina Positiva, ésta implica “una manera de organizar la vida, de mejorar el trato humano, de educar desde el afecto y la firmeza a la misma vez, no unas veces siendo amables y otras firmes, que es lo que solemos hacer los educadores”. Según Moya, en la disciplina positiva el mensaje de amor hacia los niños “debe ser incondicional y debe llegar siempre”, de forma que usemos las estrategias que usemos el niño sienta “que se confía en él, que está siendo apoyado, que es entendido y que va a ser ayudado”.
Para Bei M. Muñoz, que imparte cursos sobre disciplina positiva y la aplica indistintamente en el aula con sus alumnos (de momento en prácticas) y en el hogar con sus hijas, la Disciplina Positiva no deja de ser una forma más de llegar a la Educación respetuosa: “ni es la única ni es la mejor, pero es con la que yo me siento más cómoda para explicar lo que siento a padres, educadores y alumnos”, afirma. Según la experta, el hecho de ser una metodología vivencial, práctica y con unas bases muy sólidas, hace que sea “muy fácil de asimilar”. Llevarla a la práctica en el día a día, no obstante, reconoce que “no es tan sencillo porque estamos muy condicionados por nuestras creencias limitantes y nuestra propia infancia, pero al menos la base, el camino a seguir, está claro”.
Para Marisa Moya, el primer y fundamental pilar de la disciplina positiva “es el principio de la búsqueda de conexión”, que tiene el respaldo de los últimos descubrimientos en neurociencia. Según la experta, tenemos un cerebro social y gregario de forma que la finalidad de todo comportamiento que llevamos a cabo “siempre va a ser una búsqueda de conexión que engloba dos conceptos: el sentimiento de pertenencia y el sentimiento de contribución o interés social”.
valorar el respeto
El segundo pilar sería el de respeto mutuo, que según Muñoz “deriva del equilibrio entre la amabilidad y la firmeza”, que debe garantizar que todas las relaciones se dan en un entorno en el que no tienen cabida el miedo o la culpa, sino el respeto y la dignidad. En tercer lugar Marisa Moya señala la importancia de pensar en la eficacia a largo plazo. “No nos interesa resolver el problema de cualquier manera si esto es a costa de que el niño pierda la confianza en el adulto o en sí mismo”, argumenta.
Si estos tres primeros pilares son firmes, el cuarto, que hace referencia al desarrollo de habilidades socioemocionales, tendría, según la entrenadora en Disciplina positiva, muchas posibilidades de tener éxito ya que se garantizaría el abordaje de los problemas “de una forma en la que el niño vea en el adulto una persona que le respeta, que no le amenaza, que mantiene la conexión pese a las circunstancias”. En ese sentido, Moya destaca “el valor de la calma en el conflicto”, ya que la calma de los niños proviene de la calma del educador: “Hay que mostrar a los niños con calma y seguridad cuáles son las alternativas que existen, enfocando en soluciones, buscando acuerdos, generando situaciones que se resuelvan ganando todos”. Y por último, según Marisa Moya, estaría la capacitación infantil a través del aliento. Una capacitación que no consiste en decirle a los niños que son capaces, en alabarlos de forma gratuita, sino en conseguir “que ellos puedan sentir que el valor lo llevan dentro, que pueden influir y modificar las situaciones, que pueden valorar los errores con tranquilidad”.

Qué hacer cuando un niño tiene depresión

Ana Veiga
Un niño con depresión necesita, al igual que un adulto, de una terapia psicológica y, en casos muy graves y puntuales se puede llegar a aconsejar complementar la terapia con fármacos, afirma la psicóloga Laura Aguilera. “Sin embargo, los padres pueden aportar mucho a su hijo en este momento tan delicado que está viviendo con ciertas actitudes que le ayudarán a nivel emocional dentro de la familia”, añade Aguilera. La fundadora del Centro PAI en Barcelona y autora de la Guía para entender la depresión infantil enumera una serie de consejos para padres cuyos hijos están sufriendo este trastorno afectivo:
n El niño necesita atención, sentir que el interés se centra en él.
n Prestad más atención de lo habitual a vuestro hijo y jugad con él, ya que a través del juego le será más fácil hablar sobre sus problemas y vosotros tendréis acceso a información que, de otra manera, no podríais obtener.
n Leedle libros infantiles y estad atentos a las pistas. “Debéis indagar sobre lo que piensa sin que se sienta analizado a través de este tipo de actividades”, sostiene Aguilera.
n Mimadlo, tranquilizadlo y estad muy pendiente de él. “Que se sienta querido en todo momento pero, ¡ojo! sin sobreprotegerlo ya que puede sentirse agobiado”.
n Reforzad su comportamiento positivo y elogiadlo. “Mostraos abiertos y animadle a que exprese sus sentimientos”.
n Analizad los cambios recientes en la vida de vuestro hijo. Esto puede daros información del motivo por el que está deprimido.
n Fomentad hábitos de vida saludables como, por ejemplo, hacer ejercicio, jugar al aire libre, procurar que el niño duerma el tiempo necesario, preparar comidas saludables, limitar las horas del ordenador o la televisión y proporcionar un ambiente seguro dentro del hogar donde pueda sentirse cómodo y relajado. También ayuda establecer y mantener unas rutinas y marcar un horario para cada actividad.
n Estad atentos si se muestra agotado o estresado. Quizá sería necesario hacer un cambio en el calendario de actividades del niño.
n Tenéis que estar activamente implicados en la intervención del tratamiento de la depresión infantil que está padeciendo vuestro hijo. Esto incluye todos los entornos del pequeño: familiar, social y escolar. El niño debe sentirse seguro, ver en sus padres una figura de estabilidad y de protección, apunta Aguilera.
Otra psicóloga, Amaya Gómez Calvo, recomienda antes que nada acudir al pediatra para descartar cualquier causa orgánica.
Además, Gómez Calvo añade que es muy importante que el centro psicológico que atienda a vuestro hijo esté en contacto frecuente con vosotros y os proporcione pautas para saber gestionar adecuadamente.
n Por otra parte, el centro psicológico también se tiene que coordinar con el centro escolar del menor para que el profesorado sepa cómo manejar esta situación.
n En situaciones de depresión severa y en los estados más graves los menores pueden autolesionarse, dañarse gravemente y mostrar conductas de autolisis (autodestrucción), explica esta experta. Por este motivo, sostiene que es muy importante proteger y preservar al menor y no dejarle solo sin observación directa.
n Por último, esta psicóloga recalca que es imprescindible una buena evaluación psicológica y en algunos casos, psiquiátrica para proporcionar los tratamientos adecuados.

La importancia de trabajar la resiliencia en los niños

adrián cordellat
Hablamos, por tanto, de una capacidad que siempre ha estado ahí, pero cuyo nombre e importancia no se ha generalizado hasta los últimos años, convertida hoy la resiliencia en una de las características más buscadas y cotizadas entre los empleadores.
Para José Luis Gonzalo, psicólogo clínico y co-organizador del evento Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil, la resiliencia iría incluso un paso más allá de esa capacidad de adaptarse y sobreponerse a una adversidad e implicaría también la capacidad de la persona “para crecer a partir de la misma y salir transformado y fortalecido”.
De ahí su importancia en un entorno tan cambiante y volátil como el actual, una circunstancia que hace más trascendental si cabe su desarrollo en los niños de hoy, que serán los adultos del mañana. “Todos sabemos que las dificultades, conflictos y adversidades son parte de la vida y el desarrollo del ser humano pasa por una serie de desafíos, algunos que les provocarán dolor y frustración, pero si confían en sus recursos y en el apoyo de los suyos podrán salir adelante. La resiliencia es una actitud y, por lo tanto, es un potencial de esperanza que ayuda a las personas a recuperarse de situaciones complejas”, argumenta Maryorie Dantagnan, pedagoga, psicóloga y co-directora del centro IFIV de Traumaterapia infanto-juvenil sistémica.
Partamos de la base, como explica Gonzalo, de que no existen recetas mágicas para desarrollar la resiliencia en los niños y de que ésta se va consiguiendo a lo largo del desarrollo vital “siempre y cuando los padres y adultos que formen la red psicosocial del niño se impliquen y trabajen por y para ello”. Los padres también son una pieza central para Dantagnan que destaca la necesidad de reconocer a los progenitores “como fuentes principales de los buenos tratos de sus hijos, que a su vez explicarían sus capacidades de resiliencia”.
Teniendo en cuenta esto, surge una pregunta: ¿Podemos criar hijos resilientes si nosotros, como padres, no lo somos? Para José Luis Gonzalo este hecho “dificulta” el desarrollo de la resiliencia en los niños porque éstos necesitan “a ese adulto competente”. No obstante, hay caminos para la esperanza, porque como afirma el experto los padres “pueden dejarse ayudar” y, además, los niños pueden desarrollar un proceso resiliente “gracias a otras personas como las familias de acogida o educadores (en casos graves de desprotección), el círculo familiar extenso o los maestros”.
Para desarrollar la resiliencia Gonzalo destaca la necesidad de todo niño de contar a su lado con al menos una persona “que crea en él durante todo el tiempo que dure su crecimiento y maduración y satisfaga sus necesidades (físicas, afectivas, éticas y normativas)”. Un adulto que según el psicólogo debe ser “coherente pero flexible, estable emocionalmente, afectivo pero firme, y que estimule el desarrollo del niño a través del juego”.
Unas características que adquieren importancia porque los niños, sobre todo, aprenden de lo que ven en sus referentes: “Aprende de cómo actuamos, de la coherencia entre lo que decimos y hacemos, de cómo reflexionamos y afrontamos las dificultades y adversidades de la vida. Aprenden de lo que ven y de lo que les inculcamos y enseñamos, porque lo interiorizan”, reflexiona.
Maryorie Dantagnan destaca lo vitales que resultan las experiencias que los niños viven en su primera infancia, durante sus tres primeros años de vida, ya que los cuidados, la estimulación, la protección, y el afecto por parte de los cuidadores primarios que se ofrecen durante esta etapa “favorecen la emergencia de la resiliencia ofreciendo vinculaciones afectivas seguras, fiables y continuas”.
“Lo malo es que nuestra sociedad fuerza a los niños a una autonomía cada vez más prematura y al háztelo tú mismo”, añade por último José Luis Gonzalo, que considera que el ritmo de vida actual, con cada vez menos tiempo y energías para dedicar a los niños, tampoco ayuda. “Lo que está en juego a medio y largo plazo es nada más y nada menos que la salud mental y el bienestar físico de la sociedad”.

Coaching para que jóvenes desorientados recuperen su itinerario académico

Alrededor de 700 chicos y chicas de entre 16 y 21 años de 54 poblaciones valencianas diferentes han comenzado su participación en el programa “Jove Oportunitat -JOOP-” del Institut Valencià de la Joventut, una acción que se extenderá hasta el mes de julio y que va dirigida a jóvenes que abandonaron el sistema educativo y que, por su bajo nivel de formación, tampoco encuentran su encaje en el mercado laboral.
Según señala el director general del IVAJ, Jesús Martí, “Se trata de jóvenes que llegan al programa muy desorientados, desmotivados y con bajos niveles de autoestima. Lo que les ofrecemos es la oportunidad de dar un giro radical a su vida, de cambiar su visión de sí mismos y del mundo. Y, a partir de ahí, empezar a construir su futuro, personal y profesional, convencidos de que si quieren, pueden”.
La singularidad del programa puesto en marcha por el IVAJ es la combinación de estrategias de coaching grupal e individual, con monitores, psicólogos y pedagogos, y la orientación laboral sobre las diferentes familias profesionales, con visitas a más de 20 empresas en toda la Comunitat Valenciana.
JOOP es financiado por el Fondo Social Europeo, dentro del objetivo de mejora de la empleabilidad del colectivo juvenil, pero, a diferencia de otros programas que se dirigen directamente a la búsqueda de empleo, el programa del IVAJ pretende que los jóvenes vuelvan a su etapa formativa, para obtener una titulación de técnico medio. Por ello, en su fase final, tras los módulos de “coaching actitudinal” y de orientación laboral, en JOOP se preparará a los jóvenes para el examen de acceso libre a la FP de Grado Medio.
El director del IVAJ, Jesús Marti, aclara: “Queremos lo mejor para nuestros chicos y chicas. Y lo mejor, a su edad, no es que trabajen sino que mejoren su cualificación. Por eso en JOOP les ayudaremos a que descubran cual es su vocación, para que ese deseo de conseguir el trabajo con el que sueñan, se convierta en la motivación que necesitan para comenzar los estudios de una FP”.

Feria de los Colegios: una cita para conocer la FP

padres
Cada vez más jóvenes optan por este tipo de estudios como alter-nativa a la universidad por su formación práctica y su fácil acceso al mercado laboral. La Feria de los Colegios ofrece este año información sobre los ciclos y centros de FP en sus eventos de febrero de Madrid y Va-lencia.
Hasta ahora, parecía que la “única” opción considerable tras el Bachillerato para obtener una buena titulación académica era la universidad y que todas las demás alternativas de estudios eran consideradas menores. Pero esta tendencia está cambiando. La Formación Profesional está ganando consideración como un sistema formativo igualmente válido que el universitario con una mayor vertiente práctica y mayor cercanía con las empresas. Y los padres españoles están perdiendo la reticencia a que sus hijos estudien FP y confiando en el mismo sistema en el que, cada vez más, confían las empresas. Los datos así lo avalan: en los últimos cinco años el número de alumnos de FP ha aumentado en un 34%. El curso pasado, más de 700.000 estudiantes optaron por la Formación Pro-fesional. Se estima que en 2020 dos tercios del crecimiento del empleo lo ocuparán titula-dos en FP.
En un entorno actual con un exceso de universitarios, la formación más pegada a las em-presas se prevé que sea la de mayor éxito. Se trata de aprender haciendo.
Por ello, el Ministerio de Educación está fomentando su estudio y desarrollando un real decreto de FP Dual, que establecerá las bases de esta modalidad de estudios que combi-na formación en el centro y prácticas en empresas. Al mismo tiempo, todas las Comuni-dades Autónomas están potenciando las oferta de Ciclos Formativos para responder a la demanda de las familias.
En España hay 5.886 centros de Formación Profesional. Y más de 300 titulaciones dife-rentes que abarcan todos los ámbitos académicos. Títulos que abarcan muy diversas dis-ciplinas que van desde actividades Físicas y Deportivas, Administración y Gestión, Artes y artesanías, Comercio y Marketing, Química, Vidrio y cerámica, Sanidad, Industrias alimen-tarias, Imagen Personal, Imagen y Sonido, etc… La mayoría de ellos con un altísimo gra-do de inserción laboral, sobre todo en el caso de los Ciclos Superiores.
Además, la Formación Profesional cuenta con muchas otras ventajas: es más económica, las tasas de matriculación son más asequibles que las de la universidad; es más corta: la duración de los estudios es más breve que los universitarios; la relación con el profesora-do más cercana y los profesores trabajan directamente en el sector y, también, gracias a el Programa Erasmus+, se pueden realizar prácticas en el extranjero y la convalidación de títulos en Europa es prácticamente automática.

FECHAS, LUGARES Y HORARIOS
– Madrid, 24 y 25 de febrero, Museo del Ferrocarril, www.museodelferrocarril.org
– Valencia, 24 y 25 de febrero, Hotel SH Valencia Palace.
Horarios:
– Sábado: de 10 a 20 horas
– Domingo: de 10 a 14 horas

Etiquetas: no, gracias

Olga Fernández
Nicolás (12 años) es un niño de talla baja y en el colegio sus compañeros, e incluso algún profesor, le llaman “El Pequeño Nicolás”. Una etiqueta graciosa, pero estigmatizante. Nicolás reproduce esta misma conducta con otros niños: “Eres tonto porque suspendes”, “eres fea porque estás gorda”. A su vez, los demás niños replican el patrón de conducta. Etiquetar es una costumbre que muchas veces se promueve desde casa: los padres adjudican adjetivos a los niños a modo de “gracia” sin tener en cuenta las consecuencias. Desde la plataforma BullyingSOS advierten que “una “etiqueta” puede llevar a vivir a nuestro alumno o hijo, una situación de acoso escolar o “bullying” viéndose afectada su autoestima y capacidades como persona”. Las etiquetas merman la autoestima del niño, aunque no se digan con intención de hacer daño: “lento”, “vago”, “torpe”, “tozudo”, “despistado”, “llorón”… no gustan a los niños y no deberían utilizarse. “Tanto los padres como los profesores tiene una gran influencia a la hora de mermar la autoestima de los niños”, dice Astrid Illán Redondo, psicóloga y profesora en la Universidad de Comillas, en Madrid. La experta destaca que el trabajo en casa es muy importante: “Hay que educar en la aceptación del otro aunque sea diferente, deben ver que hay más opciones además de ellos mismos; y enseñarles a resolver los conflictos desde la asertividad no desde la agresividad”, explica.
Fomentan el acoso
El nivel de autoestima es otro de los aspectos que debe tenerse en cuenta en el niño para evitar situaciones de acoso. Las etiquetas negativas (“tonto”, “patoso”, “lento”, “vago”, “gordo”) tienden a crear en el niño una baja autoestima que llega a anular al pequeño.
¿Cómo saber si tiene baja autoestima? Según la psicóloga, hay que fijarse en estos signos: rechaza hacer actividades intelectuales, deportivas o sociales por miedo al fracaso; engaña, miente, echa la culpa a los otros; se vuelve pequeño otra vez; no confía en sí mismo; siente que no tiene el control sobre lo que ocurre; muestra agresividad, timidez excesiva y violencia. Por el contrario, el niño con alta autoestima confía en si mismo y en sus capacidades; tiene ganas de probar nuevas actividades y de aprender; presenta una actitud cooperadora y sabe hacer autocrítica y aprender de los errores.

PAUTAS PARA NO ETIQUETAR
– La psicóloga Astrid Illán recomienda evitar siempre el “eres” porque condiciona al niño.? “Hay que centrarse en la conducta, no en la persona. Y reformular las expresiones: decir “yo creo que en este examen podrías haberte esforzado más”, en lugar de “eres un inútil”, aconseja. Otro ejemplo: “Tu no vales” es incorrecto, se debe sustituir por “el trabajo que has hecho no vale”. “Siempre hay que dejar una puerta abierta a la corrección de la conducta”, resume la psicóloga. Desde BullyngSOS también aconsejan una serie de pautas a la hora de evitar “etiquetas” o de actuar cuando el niño ha sido etiquetado:
– Evitar las expresiones “siempre” y “nunca” porque limitan cualquier intento de cambio.
– Resaltar las cosas que han hecho bien para potenciar su confianza y autoestima, en lugar de resaltar continuamente lo negativo.
– Invitar a la reflexión cuando se equivoquen para que resuelvan la situación con la ayuda del adulto. Hay que ofrecerles soluciones para evitar la frustración.
– Si el niño ha sido etiquetado en el colegio, no hay que culparle. Hay que subir su autoestima para que supere la situación, algo que se consigue con una buena autoestima. Poner énfasis en aquellas cosas que sabe hacer y reforzar éxitos del pasado y del presente, aunque sean cotidianos, ayudará a que el niño pueda ver sus posibilidades fuera de la “etiqueta”.
– Si el pequeño está muy afectado por la etiqueta, se aconseja hablar con los profesores para contrastar y tener otra punto de vista de la situación.