“Aunque se descubran otros formatos, los libros siempre tendrán un sitio”
Aunque se gana la vida como profesor de Matemáticas en el instituto madrileño “Los Peñascales”, Ricardo Gómez no quiso perderse la experiencia de probar a ser escritor. En ello lleva sólo ocho años y, sin embargo, ya ha obtenido varios premios de relatos como el Ignacio Aldecoa, La Felguera o el Gabriel Miró; otros de novela y también de poesía.
Un perfil… un personaje
Además de obras de ámbito científico y divulgativo dirigidas fundamentalmente al público adulto, Ricardo Gómez fue finalista en el premio Jaen de Literatura Infantil y Juvenil con “Bruno y la casa del espejo”.
Igualmente ha cosechado grandes éxitos con otros libros como “La selva de los números”, “El mundo secreto de los números”, y “La ciencia en un periquete”.
“Diario en un campo de barro”, “Las hijas de Tuga” y “Gente rara”, forman también parte de su producción bibliográfica.
—¿Cómo se conjuga la Literatura con una asignatura tan científica como las Matemáticas?
—Son perfectamente compatibles, ya que, aunque algunos elementos de mis libros están relacionados con la divulgación y ‘los números’, las fuentes de la Literatura son infinitas, puede inspirarme casi cualquier cosa.
—¿Qué es lo más difícil a la hora de dirigirse al público infantil y juvenil?
—Cuando pretendes hablar para niños o jóvenes hay que colocarse en su piel, en el papel de los más pequeños. Para mí no es difícil porque convivo con ellos diariamente. Además, son una gran fuente de recursos, de riqueza.
—A su juicio, ¿es positivo que los escritores se acerquen a los centros escolares?
—Creo que sí. Yo lo hago a menudo y es verdad que los niños devuelven muchísima información, así que es positivo tanto para ellos como para los propios escritores.
—¿Es un mercado difícil o aún caben nuevos autores?
—Es un mercado peculiar, que tiene sus características, porque hay que tener en cuenta que, a veces, el niño no decide el libro que va a comprar. Muchas veces son los padres o los profesores, y eso convierte que las lecturas de los más jovenes se conviertan en algo de carácter ‘obligatorio’, con todas las connotaciones que eso conlleva.
—Los libros para niños, ¿tienen que ser divertidos?
—No necesariamente, eso es un error. Los libros pueden ser o no divertidos porque los niños son muy sinceros con lo que leen y entre ellos funciona mucho el voz a voz. Un libro tiene que engancharles por algo, aunque no necesariamente tenga que ser divertido.
—¿Están bien orientadas las lecturas que se recomiendan en los centros: Becquer, Pío Baroja…?
—No siempre las lecturas están bien orientadas, eso es cierto. Uno de los inconvenientes de los libros que te recomiendan en los centros es que a menudo van ligados a una nota o a algún tipo de compensación académica. Pero al margen de esto es importante que se conozca a los clásicos. Durante mucho tiempo se ha funcionado en torno a lo que al niño le apetece o no leer y yo creo que esto no puede seguir así.
—Hay que apostar entonces por la pedagogía del esfuerzo…
—Lo importante es formarse como persona y para ello, a veces, lo interesante es trascender a lo desconocido a través del esfuerzo y aprender a disfrutar a través del descubrimiento.
—¿Es una defensa a la reciente Ley de la Calidad?
—Es cierto que muchos profesores se quejan de la falta de esfuerzo de los alumnos actualmente. Entrar en la Ley de Calidad sería harina de otro costal.
—¿Se pide demasiado a los docentes y a los centros educativos?
—Es que la Educación es llevada a cabo por muchísimos agentes sociales como el cine, la televisión y, sobre todo, aparte de la escuela, la familia. La LOCE valora el esfuerzo pero está claro que no se puede dejar todo en manos del profesorado y los centros educativos.
—¿Cuál es su ‘secreto’ a la hora de escribir para niños?
—Las dificultades son las mismas que a la hora de escribir para adultos. Se trata de crear historias ricas, verosímiles y que lleguen al corazón a la vez que descubren algo nuevo, dando una vuelta de tuerca a cosas en principio triviales.
—¿Es compatible la lectura con las nuevas tecnologías?
—Claro que sí. Si no se lee es porque no existe un hábito lector. De pequeños se requiere un sitio para leer, porque se necesita concentración y luego ya es posible hacerlo en el metro o en el autobús. Las historias van por cualquier sitio. Si de la lectura oral se pasó a la lectura escrita, caminamos hacia un mundo de infinitas posibilidades con todos los elementos audiovisuales. Lo importante es que se mantenga todo vivo, porque no se trata de sustituir sino de enriquecer. Quizá se descubran nuevos formatos, pero el libro siempre tendrá su sitio.