San Pedro Poveda: un educador en los altares
Autor: Arturo RAMO, inspector de Educación
Pedro Poveda Castroverde nació en Linares (Jaén) el año 1874 y tuvo una muerte violenta en 28 de julio de 1936, fruto de la intolerancia durante la Guerra Civil española. Entre sus obras destacamos: “Ensayo de proyectos pedagógicos”, “Las Academias”, “Diario de una fundación”, “Alrededor de un proyecto”, “Itinerario” y “Para los niños”. Fundó la Institución Teresiana, varias academias y en 1914 abrió en Madrid la primera residencia para estudiantes universitarios.
Su pensamiento pedagógico se podría resumir en tres principios: el de comunicación, el de creatividad y el de diferenciación.
1. La comunicación se entiende considerando a la persona abierta hacia el otro, a las cosas y a la trascendencia. El niño se abre con espontaneidad en la familia y ha de hacerlo también el el colegio, en un régimen de estrecha convivencia entre profesores y alumnos.
El ambiente alegre hace posible la comunicación. Es el modo más natural de eliminar timideces, reticencias, prevenciones y toda clase de actitudes “defensivas”. Piensa, con el filósofo griego Aristóteles, que la alegría “perfecciona la obra y la tristeza la corrompe”. La alegría hace amables las personas y atractiva la virtud. Pero a la vez, será inseparable de la rectitud, de la justicia y el buen espíritu.
2. Siguiendo el principio de creatividad, ha de procurarse que cada discípulo dé de sí todo lo bueno que es capaz de alcanzar. La iniciativa del alumno será el principal instrumento de progreso individual y social. Es los escritos de San Pedro Poveda no aparecen los premios ni los castigos. “Nada de opresión, ni de miedo, ni de excesos rigores, pero nada tampoco de desorden” (Itinerario, pág. 321).
La verdadera libertad se identifica con la libertad para obrar el bien, no temiendo a la censura, ni al qué dirán.
3. Su principio de diferenciación consiste en atender tanto las peculiaridades individuales como las características diferenciales de los grupos. En la pedagogía de Poveda encontramos uno de los enfoques más lúcidos sobre la educación de la mujer. Las jóvenes han de llegar a ser “cultas, virtuosas, sanas de cuerpo y de alma, pero como mujeres, no como hombres; con las modalidades propias de su sexo elevadas a la perfección, pero no confundiendo la perfección con el sexo, y juzgando, como equivocadamente acontece, que es mujer más perfecta la que más se parece al hombre” (Itinerario).
San Pedro Poveda es uno de los grandes pedagogos del siglo XX, con un gran sentido humano y cristiano de la Educación, del que tenemos mucho que aprender.