Los hijos de divorciados obtienen peores resultados académicos
Una de las consecuencias del divorcio para los hijos es el deterioro del rendimiento escolar, detectado por investigadores de distintos países: Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia y el más reciente del Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED), de Francia. El hecho se da en todas las clases sociales, con algunas diferencias: los hijos de obreros tienden a abandonar la Educación Secundaria, mientras que entre los de familias más favorecidas, el descenso se nota sobre todo en la enseñanza superior.
Para comparar el rendimiento académico de los hijos de divorciados con los de familias unidas, el sociólogo Paul Archambault, autor del citado estudio, tabula los datos según el nivel educativo de la madre (con o sin diploma superior) y la cualificación laboral del padre (obrero, empleado o profesional). Se consideran sólo los jóvenes que han sufrido el divorcio de sus padres antes de alcanzar la mayoría de edad.
Entre los hijos de obreros, si la madre no es diplomada, la probabilidad de no obtener título alguno es del 37% para las familias unidas; en caso de divorcio, la tasa sube al 50%. El acceso al segundo ciclo de enseñanza superior, que en estos chicos es muy bajo por término medio (3%), queda reducido prácticamente a cero si hay divorcio.
Entre los hijos de empleados, el índice de obtención de un título de Bachillerato o universitario, con el divorcio baja 23 puntos (del 53% al 30%) cuando la madre tiene diploma superior, y 19 puntos (del 35% al 16%) en caso contrario. La probabilidad de que el hijo no logre ni siquiera un título académico más bajo es menor si la madre tiene un diploma, pero el divorcio la duplica (del 11% al 22%).
Cuando los padres tienen superior nivel social y cultural, la repercusión del divorcio en el rendimiento académico de los hijos es menos acentuada hasta la enseñanza Secundaria. Entre los hijos de profesionales, la proporción de los que culminan al menos el Bachillerato baja del 93% al 85% (o sea, se dobla la tasa de fracaso en esta etapa) si la madre es diplomada, y del 63% al 52% en el otro caso. Pero hay un fuerte descenso en la Universidad: en conjunto, el 45% de los hijos de familias unidas obtienen un título universitario de segundo ciclo, frente a solo el 25% de los hijos de divorciados.
En resumen, sin separar ya por categorías sociales, el divorcio reduce de seis meses a más de un año la vida escolar de los hijos. El estudio también señala que la repercusión del divorcio se atenúa, aunque no desaparece, si se vuelve a casar el progenitor que se había quedado con la custodia de los niños.
Archambault atribuye esto a la recuperación de la estabilidad económica.
Como suele ocurrir con las estadísticas, estos datos no dicen a qué se debe precisamente el mayor fracaso escolar de los jóvenes cuyos padres se divorcian. Los simples números no permiten distinguir la influencia del divorcio mismo de la que pueden tener otros problemas previos, quizá más acusados en las familias que acaban en ruptura. El autor del estudio se inclina por una combinación de lo uno y de lo otro.
Más investigaciones
Otras investigaciones han llegado a las mismas conclusiones. Especial valor tiene el estudio dirigido por el Dr. Martin Richards, del Centro de Investigaciones familiares de la Universidad de Cambridge, por basarse en la observación de 17.000 británicos nacidos en una misma semana de marzo de 1958. Los hijos de divorciados tienen un índice mayor de fracaso escolar: de ellos, la mitad de las chicas y un tercio de los chicos no termina la enseñanza Secundaria. Además, acceden a la Universidad en una proporción que es la mitad de la registrada en los otros.
La conmoción que supusieron estos datos llevaron a The Economist a recomendar en un editorial que se usase con el divorcio la misma táctica que con el tabaco: “Primero, comprender y explicar el daño que hace; después intentar cambiar la opinión pública; luego, tal vez, cambiar la legislación”. Un cambio legislativo que invitara más a la reflexión que a la precipitación, más al análisis responsable que a las prisas.
Ninguna Ley debería simplificar el trabajo de los tribunales”
Entrevista con Paul Archambault, sociólogos y autor de «El futuro de los niños de familias rotas».
—¿Que consecuencias sobre los hijos puede tener una ley que facilita y acelera los procesos de divorcio?
—Pienso que simplificar el conflicto debería facilitar la vida familiar. Todo lo que contribuya a la solución del problema, ayudará al desarrollo personal del niño. Pero de nuevo es importante reiterar que se trata de un tema muy delicado, donde los mediadores familiares han de tener sumo cuidado. Es importante ser equitativo y que ambas figuras –materna y paterna– mantengan sus roles en beneficio del pequeño.
—¿No sería más recomendable invitar a la reflexión en lugar de a la precipitación?
—Siempre es imprescindible que sobre este tipo de cuestiones se reflexione a conciencia y que sean explicadas las motivaciones de cada parte. Por eso hay que advertir que ésta es una materia muy delicada y que, por eso, la Ley no ha de simplificar el trabajo de los tribunales porque el interés del legislador sea otro. Pienso que no se debe llevar a cabo una santificación administrativa del divorcio: ninguna ley del divorcio debería tener esa consecuencia.