Ni escuela de mínimos, ni escuela de óptimos

Autor: José M. LACASA

La pasada semana se presentó el libro Los sistemas educativos europeos: ¿crisis o transformación?, dirigido por Joaquim Prats y Francesc Raventós, dentro de la colección Estudios Sociales de la Fundación “la Caixa”. No se puede acusar al estudio de inoportunidad: la desorientación reinante sobre el rumbo que queremos para nuestra Educación –agravada por la falta de datos y por la ausencia de evaluaciones exhaustivas– hace que sean muchos los que miren hacia otros países europeos en busca de recetas más o menos aplicables a nuestros problemas.

Acierta el libro en acercarse a países de nuestro entorno, abandonando la tentación de acudir a recetas finlandesas o coreanas de imposible aplicación aquí. Es particularmente oportuno mirar a Inglaterra y Flandes, aunque los estudios finales sean desiguales, y especialmente decepcionante el primero. Sin embargo, al capítulo dedicado a la evolución del sistema educativo español le faltan muchos datos –incluso los pocos que se ofrecen están en general equivocados– lo que hace que sus tesis principales sean inconsistentes y/o erróneas.

Quizás el primer error esté en no ofrecer una evolución más estructurada de los datos de nuestro sistema educativo: la comparación entre nuestra escuela de 1975 y la de 2002 no da ninguna visión de los problemas actuales, y no avala las tesis sobre la situación actual ni explica el descenso de los indicadores en los últimos años, aunque sí da cuenta de ellos: “desde 1996 hasta la actualidad, la tasa de escolarización a los 17 [años] ha descendido de manera leve, pero constante”.

Pero quizás lo más sorprendente sea que, tras exponer las abultadas cifras de fracaso y abandono escolar de nuestro sistema (aunque utiliza cifras poco actualizadas), sobre todo en comparación con Europa. Además, confirma que el elevado número de alumnos que no obtienen el título de Secundaria básica está avalado por los resultados de PISA 2003 (ver gráfico inferior): la proporción de alumnos de 15 años sin el nivel mínimo de competencias a los 15 años supera el 45%.

Por ello, no se entiende que su autor, Joaquim Prats, sostenga que “el problema fundamental no radica en un catastrófico fracaso escolar que no es cierto, la principal característica es haber obtenido un resultado mediocre”. Con un fracaso escolar (no titulación en ESO) del 29,9% y un abandono temprano (gente entre 18 y 24 años sin Secundaria superior y que no estudia en la actualidad) del 30,8%, esa afirmación supone al menos un desconocimiento de lo que tales cifras suponen, en términos históricos y comparativos, para el sistema educativo español. Por no hablar de la enorme desigualdad entre regiones.

Esa minusvaloración afecta a una de las tesis principales del autor: “se ha alcanzado una escuela de mínimos para el conjunto de la población, y estamos todavía muy lejos de alcanzar una escuela de óptimos”.

Con tales guarismos de fracaso, es para dudar muy seriamente de que se haya obtenido una “escuela de mínimos”. La lejanía de la “escuela de óptimos” se agrava por una razón: llevamos años retrocediendo en nuestros indicadores, lo que indica que, además, vamos por el camino equivocado.

Un estudio incompleto

No sabemos las razones, pero el estudio sobre el sistema educativo español, firmado por Joaquim Prats, resulta impreciso e incompleto. El intento de pasar revista a la evolución de la Educación española en los últimos 30 años peca de poco preciso, quizás por la ausencia de datos bien estructurados, el segundo de sus problemas.
Por si fuera poco, el estudio ha contribuido a extender la idea de que el fracaso escolar es menos del que es, y que las diferencias entre comunidades autónomas son también menores de las reales, puesto que el dato que aparece en el estudio ha sido reproducido por multitud de artículos en toda la prensa española.