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Integración educativa frente a las llamas

Tras las impactantes imágenes de jóvenes franceses de origen inmigrante sembrando caos y destrucción en sus propios barrios, llega la resaca y la necesidad de explicar qué demonios ha ocurrido en el país vecino. Desde este periódico nos preguntamos cuáles son las herramientas educativas que pueden favorecer el éxito de la integración, suponiendo que tal cosa sea posible.
Miércoles, 23 de noviembre de 2005
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Puede la escuela evitar que los terribles sucesos de Francia se repitan en éste u otros países? Desde luego, no faltan voces que apuntan al fallido sistema educativo francés como uno de los principales culpables de los disturbios callejeros que, durante dos semanas, sumieron en el caos a la noche gala.

Otros sostienen que el problema es más social que educativo, que poco pueden hacer los centros de enseñanza para integrar a las segundas y terceras generaciones de inmigrantes cuando éstas se enfrentan a tasas de paro del 25%, discriminación en el acceso al mercado laboral y otras frustraciones varias.

A fin de cuentas, Francia fue pionera al establecer Zonas de Educación Prioritaria (ZEP), una medida que se extendió hace años a todas las banlieues, esos guetos de composición étnica homogénea y desesperación galopante que han servido de escenario para los perores episodios de violencia nihilista que se recuerdan en los últimos años en Europa. Las ZEP cuentan con recursos extra, profesorado de apoyo y ratios en Secundaria de 15 alumnos por aula. Pero, ¿han servido de algo?

Integración laboral

El consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, Luis Peral, cree que sí. De hecho, últimamente ha visitado en dos ocasiones entornos educativos desfavorecidos en el país galo, recogiendo ideas para exportar a su Plan de Mejora de la Calidad en Centros Públicos de la Comunidad de Madrid. «Francia es una gran nación con grandes contribuciones a la cultura y la Educación a lo largo de la historia. Ahora parece que todo lo han hecho mal, y eso no es cierto. En cuanto a la integración de inmigrantes, algunas cosas se han hecho bien y otras son mejorables».

Hay quien, como el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense, Juan Díez Nicolás, focaliza el problema en su dimensión social, restando valor al margen de actuación educativo. En una reciente entrevista, Díez Nicolás sostenía que la «formación escolar igualitaria ya existe en Francia», y que, aún así, «el problema ha estallado. Creo que la solución está en la segunda fase de formación, cuando los jóvenes llegan al momento de buscar empleo. Son los empresarios los que pueden jugar un papel fundamental poniendo en marcha programas específicos para lograr su integración en la vida laboral».

Aparato estatal

Dos dudas asaltan una tesis en principio sólida. En primer lugar, la economía francesa se ha mostrado en los últimos años incapaz de generar empleo para las amplias capas de marginalidad que acumulan sus barrios periféricos. Es decir, no está claro que los empresarios puedan (aunque quieran) ofrecer oportunidades de empleo a los hijos y nietos de magrebíes que llegaron durante el desarrollismo de los años 50, 60 y 70. «Francia vive una situación opuesta a la de España, en la que se está creando mucho empleo. Aquí falta y no sobra mano de obra», asegura el consejero Peral.

Los medios anglosajones se han encargado de repetir hasta la saciedad que la esencia del conflicto francés se haya en su enorme aparato estatal, que, por una parte, sobreprotege (que es como decir que vuelve perezosos) a sus ciudadanos más pobres por la vía del subsidio y, por otra, impide una dinamización de la economía que permitiera superar crisis como la actual.

Pero, al tratar las posibilidades de inmersión laboral de los franceses con origen foráneo, existe también una lectura puramente educativa que pone en cuestión la supuesta igualdad del sistema galo. Y es que las cifras no mienten: el fracaso escolar hace estragos en las banlieues, superando con creces el 50% entre los colectivos de origen argelino y marroquí.

Aquí, claro está, el debate es comprensividad sí o no. Aunque el anterior gobierno de Jean Pierre Raffarin puso en marcha a principios de este año una reforma del sistema orientada hacia la diversificación de caminos académicos, Francia queda aún lejos de haber superado la filosofía del café para todos en las aulas.

Coches y mochilas

Según Rosa Aparicio, profesora de la Universidad de Comillas y miembro del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones, «muchos análisis de la situación en Francia llevan a la conclusión de que los chavales de la segunda y tercera generación, al final, no terminan la Secundaria pero tampoco emprenden ningún tipo de formación profesional». Para Aparicio, «la escuela no ha fomentado ni ayudado a que tuvieran éxito educativo».

Como decíamos, en el otro extremo se sitúa el Reino Unido, con su pleno empleo y su abandono definitivo de la filosofía comprensiva. Aunque algunas ciudades inglesas han vivido situaciones de conflicto étnico (protagonizado sobre todo por hijos de paquistaníes), es evidente que por ahora la cosa no ha llegado a las cotas de salvajismo del caso francés.

En cualquier caso, conviene recordar que los autores de los atentados de Londres también eran segunda generación de inmigrantes que gozaban de un buen nivel de vida y se sentían (en apariencia) cómodamente insertados en el british way of life. Pero mataron sin objetivo claro a más de 50 compatriotas, lo que pone de relieve la dificultad de establecer verdades absolutas en el complejísimo tema de la integración.

En realidad, Educación, economía y actitudes de inmigrantes y autóctonos confluyen en un todo. Y todo cuenta: el fracaso escolar, las pocas expectativas de empleo, el chovinismo de los franceses, la indolencia de algunos chicos de las banlieues… No está de más recordar que hay muchos hijos de inmigrantes con buenos trabajos, casados con franceses/as y perfectamente integrados. Ellos demuestran que el milagro es posible.

Deux vitesses

En Francia, un 30% de jóvenes abandona el sistema educativo cada año sin ningún título que demuestre su paso por la escuela. Son en su mayoría jóvenes inmigrantes de segunda generación que residen en las banlieues, suburbios deprimidos donde el estudio carece para muchos de crédito alguno.

En general, la impresión en el país vecino es que el sistema funciona para muchos (clases media y alta) mientras que hace aguas entre la extensa minoría que se agolpa a las afueras de las grandes ciudades. Antaño herramienta igualitaria por antonomasia, la escuela pública francesa avanza ahora, según la expresión de moda, “a deux vitesses” (a dos velocidades), un concepto que chirría en una sociedad orgullosa como pocas de sus instituciones.

Para poner coto a esta pérdida de prestigio en las aulas republicanas, el anterior gobierno de Jean-Pierre Raffarin presentó a principios de 2005 un proyecto de reforma educativa articulado en torno a la noción de “socle” (zócalo), una especie de mínimo común denominador que todos los alumnos deberán conocer al terminar la enseñanza obligatoria. En resumen, se trata de definir los conocimientos imprescindibles para vivir en sociedad con el fin de machacarlos sin piedad antes de que el joven abandone la escuela.

Mezcla cultural: un antídoto frente al rencor

Varios factores distinguen los procesos de inmigración en Francia y en España. Las características propias de cada país hacen difícil establecer comparaciones y extraer conclusiones válidas que sirvan para evitar que nuestras calles reproduzcan los sucesos acaecidos en el vecino galo.

Ante todo, la llegada de inmigrantes es mucho más reciente en España, que casi no cuenta con una segunda generación suficientemente amplia como para verificar el éxito o fracaso de los mecanismos de integración.

No obstante, la profesora Rosa Aparicio ya ha elaborado un estudio sobre el índice de promoción social entre las segundas generaciones de marroquíes, peruanos y dominicanos en Madrid respecto a sus padres. Sus conclusiones apuntan hacia una mayor mejora del nivel educativo entre los alumnos marroquíes, algo que en buena parte se explica por la peor preparación de la primera generación respecto a las de peruanos y dominicanos. De hecho, cuanto mayor sea el nivel de preparación de los padres, menor será el margen de promoción. Aparicio asegura que entre los peruanos, por ejemplo, algunos hijos de universitarios están dejando de cursar estudios superiores, sobre todo por culpa de la presión económica, es decir, la necesidad de conseguir dinero cuanto antes.

En segundo lugar, los inmigrantes se están asentando en España en barrios donde también viven españoles y otras comunidades foráneas, mientras que en Francia predominan los conglomerados de protección oficial con escasa variedad étnica: auténticos guetos.

Por otra parte, la comunidad más numerosa en España (y la que potencialmente más conflictos podría generar) es la sudamericana. Y, según un estudio de Caja Madrid, se da la circunstancia de que son los alumnos latinos los mejor valorados por profesores y alumnos. Precisamente, el grupo que recibe perores calificaciones (amén de los gitanos) es el marroquí. Misma lengua, misma religión, culturas históricamente unidas: integración más fácil
 

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