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La mitad de los padres no ayuda con los deberes

Padres e hijos en la España Actual es el título de un informe presentado por la Fundación La Caixa en Valencia donde se define la familia actual como familia negociadora, donde casi la mitad de los padres se declara que están desbordados en la Educación de sus hijos por el resto de agentes socializadores y donde la ayuda con los deberes parece que no es cosa suya para la mitad de los progenitores.
Miércoles, 28 de junio de 2006
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Autor: Pablo ROVIRA

La familia tradicional ha dado paso a un tipo de familia denominada negociadora, donde las relaciones intergeneracionales son mucho más simétricas. Esta es la principal conclusión el volumen número 19 de su colección de Estudios Sociales que bajo el título Padres e hijos en la España Actual ha presentado en Valencia la Fundación La Caixa. Este estudio ha sido elaborado por el catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid Gerardo Meil Landwerlin.

Tal y como explica el informe, “la gran mayoría de los padres tratan de formar a sus hijos en valores que posibiliten una convivencia en paz en el futuro: tolerancia, respeto a los demás y responsabilidad”. A estos valores se les añade los relacionados con el “éxito social”.

No obstante, hay una minoría de un quinto de los padres “que no pone el acento ni en el esfuerzo en el trabajo, ni en otros valores que podrían relacionarse con ello, como es la perseverancia y la determinación”, explica este estudio.

Otra de las pequeñas contradicciones en las que entran los padres ante la formación de sus hijos es la disparidad que dan a la importancia que tiene la Educación formal y, por contra, su implicación en el estudio de los hijos. “Los padres atribuyen gran importancia a la Educación formal, pero más allá de mandarlos al colegio, la implicación activa en el estudio no está tan generalizada”. Sólo la mitad de los padres reconocen que están detrás de que los niños estudien y supervisan su trabajo. Sin embargo, la proporción disminuye con la edad, “cuando con la edad, precisamente, aumenta el número de suspensos”. De hecho, relata el informe, “hay al menos un catorce por ciento de padres que hacen dejación de sus responsabilidades educativas cuando objetivamente los hijos necesitan que les vigilen y estimulen con el estudio”.

Otro aspecto que analiza el estudio es la asociación tradicional que se hace entre los bajos rendimientos escolares y el trabajo remunerado de los padres y la falta de tiempo por parte de éstos para atender y conciliar sus obligaciones familiares con las laborales. De este modo, “la incorporación de ambos padres al trabajo remunerado no está estrechamente asociada con un debilitamiento de su compromiso con la Educación de sus hijos. Aunque estos padres vigilen y controlen menos el estudio e insistan también menos en la disciplina y en la obediencia, tienen mayores aspiraciones educativas y sus hijos obtienen también menos suspensos que los de las familias tradicionales”.

El informe explica que la supervisión de los padres del estudio de sus hijos depende de los resultados educativos de los hijos y de la propia valoración que hacen los padres del rendimiento académico. “A los hijos varones, no sólo porque en general tengan un rendimiento educativo menor que las hijas, sino por el hecho de ser varones, se les vigila e insta a estudiar más que a las hijas, y a ambos tanto más cuanto más pequeños son”. Según estudio, no obstante, esta circunstancia no se da por una discriminación en función del sexo, sino, sobre todo, “a la menor diligencia de los varones en el estudio y, por tanto, a la mayor necesidad de control” por parte de los padres en el estudio.

El trabajo también relata que los deberes han vuelto a cobrar su vigencia, después de un tiempo en el que han sido “denostados y considerados una vía de reproducción y fomento de la desigualdad social”. Así, quienes más ayudan en los deberes a los hijos son los padres, normalmente uno de ellos, y, en una minoría de casos, se recurre a profesores particulares y academias. Por contra, hay un 31% de casos que los hijos no reciben ayuda, en su gran mayoría porque los padres señalan que “no hace falta”. De estos alumnos que no reciben ayuda, sin embargo, la mitad son niños con suspensos.

Además, el 59% de los padres felicita a su hijo por aprobar el curso, mientras que el resto plantea algún tipo de recompensa, que van desde un regalo, dinero o un premio en forma de actividad familiar compartida.

Los progenitores se declaran desbordados

Un 43 por ciento de las madres y un 31 por ciento de los padres varones se identifican con la frase “por más que uno se esfuerce, al final los hijos salen como quieren”. Sumados al 11 por ciento de indecisos, el estudio de la Fundación La Caixa señala que “la mitad de los padres no tienen mucha confianza en su rol de padres, lo que no debe identificarse con una dejación de sus responsabilidades, sino más bien con una sensación de impotencia ante la importancia que han adquirido otros agentes socializadores, como la televisión, los amigos o el ambiente en la calle”. A esto se suma ese espíritu de conciliación y negociación que se impone en las relaciones familiares entre padres y hijos hoy en día, lo que llega al punto que los padres perciben “que se les ha perdido respeto”. De este modo, el setenta por ciento de los padres está de acuerdo en que “la Educación de los hijos es hoy más difícil que en la época de sus padres”.

Además de estas afirmaciones, el estudio señala que una de cada cuatro familias opina que “los hijos son un problema que nunca acabas de llevar”.

Con estos datos, el informe apunta que hay un amplio porcentaje de padres que se sienten “desbordados”.
Como punto positivo, no obstante, hay que señalar que “la proporción de padres desbordados, de los que opinan que los hijos son un problema que nunca acabas de llevar, ha disminuido sustancialmente” en la última década, señala el informe. “Si en 1991 uno de cada tres padres se sentía con frecuencia desbordado y veía los hijos como un problema, década y media más tarde la proporción ha disminuido hasta uno de cada cuatro”.

El análisis realizado por el catedrático Gerardo Meil según las características sociodemográficas básicas de las familias evidencia que “los padres desbordados están bastante homogéneamente distribuidos a lo largo de la sociedad española. Aunque estos padres sea más frecuente encontrarlos cuanto menor es su nivel de estudios, también se encuentran entre los padres universitarios”. Efectivamente, el 25 por ciento de los padres que no tienen ni el graduado escolar se declara “desbordado”, por un 19% de los padres con estudios primarios, un 11% con secundarios y estudios universitarios, y un 17% con titulación de Formación Profesional.

“Otro tanto puede decirse de la clase social, estrechamente relacionada, como es sabido, con el nivel de estudios”. Según esta clase social subjetiva (es decir, la señalada por el entrevistado), el 15% de los padres que se consideran como parte de la clase trabajadora o clase media baja se define como desbordado, un 17% de los que se adscriben a la clase media y el porcentaje baja hasta el seis por ciento en el caso de aquellos progenitores que se incluyen en la clase media alta y alta.

Por otra parte, “aunque a estos padres desbordados cabe encontrarlos también más en las grandes ciudades que en las intermedias, probablemente porque el ambiente de la calle tiene mayores riesgos, también están sobrerepresentados en los municipios de menor tamaño”.

Uno de los datos más significativos es que “la edad de los hijos no parece jugar un papel especialmente relevante, en contra de la suposición inicial de que cabría encontrarlos más (a los padres desbordados) entre los padres de los adolescentes”. Según señala el informe, “incluso es relativamente menos frecuente entre los padres de hijos de quince y 16 años que entre los de trece y catorce”.

La única variable que “está estrechamente asociada” es el grado de conflictividad con los hijos, de forma que a mayor conflictividad intergeneracional, mayor probabilidad de que se sientan desbordados, “sin que ello tenga necesariamente una relación directa con el rendimiento escolar de los hijos”, apunta el estudio de la Fundación La Caixa.

En contraposición, el informe habla de los “padres autoritarios” y señala que un tercio de los padres se identifica con la afirmación de que los padres deben tomar las decisiones en exclusividad, y los hijos obedecerlas. Sin embargo, al tratarse de encuestas de opinión de los progenitores, por lo tanto, subjetivas, la mayoría de estos padres “parecen vivir inmersos en importantes contradicciones, pues si por un lado, acentúan la necesidad de la obediencia y la disciplina, por otro tienden también mayoritariamente a autopresentarse como poco o nada estrictos (74%)”.

Valores a fomentar

El estudio señala que los valores más frecuentemente citados por los padres españoles de edades comprendidas entre 30 y 50 años son los buenos modales, la responsabilidad y la tolerancia y respeto hacia los demás, que son citados por más de ocho de cada diez padres.

La transmisión de la fe religiosa, por el contrario, no ocupa un lugar central entre estos objetivos educativos, ni siquiera para los que se declaran personas religiosas y practicantes, no tanto porque no concedan importancia a la Educación religiosa, sino, como señala el estudio, “porque ésta ocupa un lugar subordinado frente a otros valores que se consideran más importantes para insertarse satisfactoriamente en la sociedad”.

Los objetivos educativos prioritarios señalados por los padres españoles, dice el estudio, “son propios de las sociedades democráticas, desarrolladas y laicas” que contrastan, en parte, con los que “se quieren transmitir en otras culturas como la musulmana, donde, sobre todo, la transmisión de la fe religiosa tiene una importancia muchísimo mayor”.

Según concluye este informe de la Fundación La Caixa, la nueva familia negociadora se basa sobre un principio más de confianza que en unas relaciones basadas en el respeto, “como delimitador de los márgenes de cuestionamiento de la autoridad de los padres”. Este cambio ha tenido como consecuencia “una reducción de la distancia social entre las generaciones y ha comportado unas normas reguladoras de la conviencia más flexibles”, concluye Gerardo Meil. 

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