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La intangible frontera de la Educación belga

Un mismo país y dos grandes territorios separados por un abismo en cuanto a resultados académicos. La frontera que separa Flandes de Valonia marca también la división entre uno de los mejores sistemas educativos del mundo y un modelo de enseñanza con un rendimiento equiparable al de países mediocres en el mundo rico como Italia o España. Contradictoria como pocas, la Educación belga se esfuerza en buscar respuestas a la brecha que separa a ambas comunidades.
Viernes, 15 de septiembre de 2006
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Valonia y Flandes. Dos regiones enclavadas en el epicentro de la riqueza europea. Dos sistemas educativos que, con algunos matices, presentan rasgos prácticamente idénticos. Dos territorios hermanos que, pasan los siglos, y no dejan de mirarse con recelo. Y, en cuanto a rendimiento escolar, dos entidades separadas por un abismo que muchos consideran casi imposible de explicar.

Veamos. En Matemáticas, la comunidad flamenca (idioma neerlandés) ocupa con orgullo el primer lugar en el ranking mundial del estudio educativo internacional con más prestigio (PISA), alzándose hasta los 553 puntos. Supera a Finlandia y a todos los países escandinavos; a Japón y a sus vecinos asiáticos.

Por su parte, los valones (idioma francés) penan, con menos de 500 puntos, en el saco de la mediocridad junto a España, Italia y otros países en teoría con menor potencial para alcanzar un sistema educativo donde prime la excelencia.

Algo parecido ocurre con los resultados en Ciencias. Y en Lectura. Y en Resolución de Problemas. Siempre la misma cantinela: Flandes en el top educativo global; Valonia, unos 50 puntos por debajo.

 

Similitudes

 

Como decíamos, los diferencias estructurales (aquellas más visibles y fácilmente objetivables) entre ambos modelos de enseñanza son casi nulas.

Valones y flamencos empiezan la Educación obligatoria a los 6 años y la finalizan cuando cumplen los 18. Todos los alumnos belgas pasan exámenes de fin de curso desde que se embarcan en la Primaria hasta que finiquitan la Secundaria.

Neerlandófonos o francófonos (y germanófonos, aunque estos sean en realidad una minoría poco significativa), los estudiantes belgas acceden a la Secundaria tras haber obtenido un Certificado de Estudios Básicos en la Primaria.

Una vez en el instituto, las opciones para emprender senderos académicos variopintos aparecen por vez primera a los 12 años y se convierten en definitivas cuando pasan a tercer curso, con 14 años.

 

Libertad

 

¿Posibilidades? Secundaria general (hacia la universidad), técnica (menos carga teórica, pero con posibilidad de acceso a estudios superiores en versión diplomatura), profesional (FP) y artística.

Algo menos tangible, las dos comunidades creen en la libertad de enseñanza a todos los niveles (de elección y creación de centros educativos; de gestión y organización en cada escuela, colegio o instituto; de los alumnos a la hora elegir su camino académico a temprana edad) como si fuera una auténtica cuestión de fe.

Esto se traduce en una ausencia total de zonificaciones (u otro tipo de restricciones) a la hora de que los padres apuesten por uno u otro centro y, quizá más importante, en las enormes facilidades de que goza la enseñanza privada para alcanzar subvenciones de las comunidades, provincias o municipios.

Son éstas similitudes que en buena medida se explican por el hecho de que el estado belga cedió las competencias educativas a las comunidades lingüísticas hace menos de 20 años. Y aunque el poder federal se reserva ciertos poderes en Educación, también es verdad que valones y flamencos podrían haber emprendido reformas antagónicas que distanciaran un sistema de otro.

Y el caso es que no lo han hecho. Cambios ha habido desde el traspaso de competencias en 1989, pero ninguno tan profundo como para que ambos sistemas pierdan su condición cuasi clónica.

 

Disciplina

 

¿Por qué –se preguntan sin descanso los belgas, sobre todo los valones…– existe tan alarmante brecha entre los resultados de una y otra comunidad?

Respuestas mayoritariamente aceptadas, más bien pocas. Aunque, buscando, buscando, algunas claves sí aparecen.

Para la jefa del servicio de Educación de la Embajada de Bélgica en España, Bettina Van den Bremt (ver entrevista), las escuelas flamencas son más disciplinadas y exigentes que las valonas.

Razonamiento que irremisiblemente nos conduce a la dicotomía Pública-Privada, asumiedo, claro está, que la segunda dispone de más y mejores herramientas para imponer el orden y hacer del esfuerzo un medio deseable hacia la calidad educativa. Si en Valonia ambas redes se reparten al alumnado en proporciones idénticas, la Privada de Flandes gana por goleada a la Pública (ver apoyo en pág. 2).

Más aún, en la región bilingüe de Bruselas, algunos padres francófonos de clase media-alta están empezando a llevar a sus hijos a escuelas flamencas.

Así, los alumnos provenientes de entornos socioculturales favorecidos huyen a las mejores escuelas (neerlandófonas), dejando atrás a los estudiantes con menos medios objetivos para alcanzar el éxito educativo en aquellos centros que presentan rendimientos más pobres (francófonas). ¿Consecuencia? La brecha entre ambas comunidades se estira aún más.

 

Misión educativa

 

Para Marc Demesuse, profesor en la Universidad de Mons-Hainaut, amén de la mayor riqueza de Flandes respecto a Valonia, existen dos factores que ayudan a explicar el abismo educativo entre ambos territorios.

El primero, para él esencialmente intuitivo, surge del «mayor compromiso del profesor flamenco», el cual enseña mayoritariamente en escuelas religiosas y «concibe la enseñanza como una especie de misión».

Por otra parte, el sistema flamenco tiende a orientar a determinados alumnos hacia el estudio técnico y profesional «antes de que fracasen». Sin embargo, el recurso hacia este tipo de enseñanzas entre los alumnos valoves llega una vez que la opción más puramente académica ha hecho aguas. Y, claro, un estudiante con un historial de fracaso está a priori menos motivado, sea cual sea el contenido a aprender.

 

 Tres idiomas

País complejo como pocos, Bélgica cuenta con dos grandes comunidades lingüísticas (francesa y neerlandesa) y una minoritaria de habla alemana. La cosa se complica puesto que estas comunidades manejan competencias como la Educación, pero no siempre se corresponden con un territorio determinado. Por ejemplo, la región de Bruselas es bilingüe franco-neerlandesa. Y la comunidad alemana no está asociada a ninguna zona geográfica concreta, si bien la mayoria de germanófonos se concentran en la frontera de Bélgica con Alemania. Ofrecemos a continuación los datos escolares básicos de cada comunidad.

 

FRANCESA: Casi un millón de alumnos en edad de escolarización obligatoria. El 49% acude a centros públicos, y el resto, a la Privada concertada de confesionalidad católica.

 

NEERLANDESA: Unos 930.000 acuden a centros de Primaria y Secundaria. De ellos, aproximadamente el 30% está matriculado en centros públicos financiados por la comunidad, las provincias y los municipios, mientras que el otro 70% opta por la Privada católica subvencionada.

 

GERMANA: Mucho menos numerosa que las otras dos, con no más de 12.000 pupilos embarcados en la Educación obligatoria. Al contrario que en Flandes, el 70% va a la Pública y el 30% a la Concertada.

 

En Bélgica hay muy poca privada pura, que suele limitarse a colegios internacionales, en buena medida dirigidos a hijos de funcionarios y diplomáticos.

 

«En Flandes hay más disciplina que en Valonia»

Afincada en España desde hace más de 20 años, casada con un argelino, fluida en cuatro idiomas (francés, neerlandés, español e inglés), Bettina Van den Bremt, jefa de Educación en la Embajada de Bélgica, simboliza a la perfección el guirigay cultural, étnico y lingüístico que es Bélgica. Desde su despacho en la embajada madrileña del país centroeuropeo –inundado como pocos de luz y plantas– Van den Bremt recibió a MAGISTERIO para charlar sobre el complejo sistema educativo belga.

 

Parece que la libertad de enseñanza en Bélgica cuenta, a todos los niveles, con una tradición centenaria.

Es cierto que hay una libertad absoluta, algo que ha ido unido a una percepción de que la Educación belga ha sido tradicionalmente muy buena. Pocos discuten los beneficios de esa libertad.

 

Resulta curioso que, siendo Bélgica un estado federal, con las competencias en enseñanza cedidas en su práctica totalidad a las comunidades lingüisticas, los tres sistemas (francófono, neerlandófono y germanófono) compartan sus rasgos esenciales.

Hay que tener en cuenta que la descentralización es relativamente reciente: antes de 1989, la Educación dependía del poder federal. Así que los tres sistemas provienen de una raiz común. Además tiene que haber una cierta uniformidad de criterios para que, en caso de cambiar de una escuela de una comunidad a una escuela de otra comunidad, la adaptación no sea muy brusca.

 

Amén de una libertad de elección de centros absoluta, otro de las caras más visibles de este sistema de enseñanza liberal es la pedagógica.

Hay un currículo básico que es común para todos y unos objetivos compartidos, pero más allá de esto existe completa libertad para que cada centro estableza sus propios métodos, sus formas de evaluación…

 

¿Cómo se explican las abismales diferencias entre el rendimiento de los alumnos valones y flamencos en el PISA de 2003? Porque la comunidad francófona no es más pobre que la neerlandesa…

Bueno, si es un poco más pobre, hay más inmigración… Pero existen otros factores determinantes. El primero es la disciplina escolar, que es mucho mayor en Flandes. Además, los alumnos flamencos están sometidos a más presión académica que los valones. Por último, la figura docente goza de gran prestigio en Flandes, algo que no ocurre tanto en Valonia.

 

Las tres comunidades cuentan con amplias redes de enseñanza concertada. ¿Se vive en Bélgica, como ocurre en España, una suerte de guerra escolar entre Pública y Privada subvencionada?

En absoluto. Lo que existe es una fuerte competencia entre centros concertados, ya que las subvenciones que reciben dependen del número de alumnos que reciben. Así que algunos optan por bajar el nivel para no tener suspensos y que ningún alumnos piense en cambiar de centro.

 

Usted tiene una hija que estudia la ESO. ¿Qué echa de menos de la enseñanza española respecto a la belga?

Algo que me sorprende es el escaso compromiso de los padres españoles con el colegio de sus hijos. En Bélgica la implicación es mucho mayor. También echo de menos la atención psicopedagógica individual a cada alumno. Es algo de lo que yo ya me beneficié cuando estudiaba y que sigue funcionando muy bien. Se hacen muchos tests, reuniones, etc… para ayudar al alumno a elegir su camino. Mi hija (escolarizada en el IES Beatriz Galindo de Madrid) me dice que aquí esto casi no existe.

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