Los indicadores de la Educación, a la baja
Autor: José M. Lacasa
1. La generación joven tiene menos nivel educativo que su antecesora
Porcentaje de población adulta que ha alcanzado al menos el título de Secundaria posobligatoria
Un logro histórico de la Logse, no por reiteradamente anunciado menos doloroso: ni los más viejos del lugar recuerdan que la generación más joven esté ya destinada a tener menor nivel educativo que su predecesora: en esta caso, la población adulta entre 20 y 24 años consiguió tener menos porcentaje de titulados en 2005 que la población un tramo de edad mayor (entre 25 y 34 años).
El indicador suma los porcentajes de titulados en Secundaria posobligatoria y los de titulados en Educación superior, a una edad en la que se supone que se puede obtener el título postsecundario varios años antes
Cinco años menos
Como resultado, la aplicación de la Logse, a partir del año 2000 –ya saben, el “efecto Logse”–, el indicador sencillamente se desploma. Como ya había anunciado MAGISTERIO hace un par de años, una vez que todas las personas que entran en el indicador han estudiado por la Logse, el indicador vuelve a estabilizarse –¿cuánto tardará un representante político en vender esta cuenta de la vieja como un éxito rotundo? Poco, y si no, al tiempo–, pero cinco años más abajo de lo que le correspondería.
Este indicador, junto con el fracaso escolar –ya publicado por MAGISTERIO– y los que mostramos en las páginas siguientes son coherentes entre sí y con los ofrecidos por la Unión Europea sobre España, y dan una idea bastante matizada del desastre al que estamos asistiendo inconscientemente. Ya nos enteraremos cuando lo pague la economía.
2. Y, sin embargo, no existieron problemas fundamentales de financiación
Indicadores de Educación posobligatoria para España y las tres comunidades con mayor peso.
Su gozo en un pozo. Para aquellos monetaristas que aún mantienen que una actividad como la Educación, basada al menos en sus tres cuartas partes en las personas y sus relaciones, tiene su base y explicación en el dinero, tendrán que buscar otra explicación para este descenso. Los datos facilitados por el Instituto de Evaluación, correspondientes a los indicadores Rc1, Rc2.1 y Rc3, y resumidos en el gráfico indican que, aunque existe un decrecimiento del gasto público destinado a Educación entre 1995 y 2000 –por otra parte, perfectamente explicable por el crecimiento acelerado del PIB en ese lustro–, tanto el porcentaje destinado a Educación del gasto público como el “esfuerzo en Educación” (gasto por alumno expresado como porcentaje del PIB per cápita) han crecido en los últimos años.
3. También se invierte la tendencia en la tasa de idoneidad
Evolución de las tasas de idoneidad a distintas edades
La evolución de las tasas de idoneidad a distintas edades en los últimos 18 años permite la comparación entre el final del antiguo sistema educativo instaurado por la Ley General de Educación (LGE) de 1970 –que con diversos retoques seguía vigente en 1990– y lo ocurrido tras la aplicación completa de la Logse, además de comprender algunas claves de la transición entre ambos sistemas.
Lo que dicen los datos es que antes de la implantación de la Logse las tasas de idoneidad subían a un ritmo creciente en todas las edades, con la sola excepción de los 15 años (etapa posobligatoria entonces). Cuando se implanta la Logse a una edad se produce un aumento casi brusco de la tasa de idoneidad que, casi sin estabilizarse, comienza a caer, perdiéndose en la mayoría de los casos lo ganado.
Lo que viene a continuación es sólo una hipótesis más o menos aventurada, un intento de explicación de unos datos tan curiosos. Lo que pueda haber pasado es lo siguiente:
La LGE era un sistema comprensivo hasta los 13 años, último curso de la etapa obligatoria. Era un sistema de cierta exigencia, donde era necesario aprobar todas las asignaturas para obtener el título de EGB y donde no se ponían trabas para repetir: en cuanto un alumno tuviera varias asignaturas pendientes, repetía. Por otro lado, al alumno se le daban varias oportunidades para recuperar materias. A pesar de la exigencia y la facilidad para repetir, las tasas de idoneidad crecían.
La excepción de los 15 años, donde se desciende dos puntos entre 1993 y 1995, se debe probablemente al último intento de introducir en el sistema educativo a todos los alumnos hasta los 15 años antes de que tuvieran que hacerlo de forma obligatoria.
Promoción automática
El sistema sustituto –la Logse– extendía la comprensividad y la escolarización obligatoria hasta los 15 años. Era un sistema de baja exigencia, donde no era necesario aprobar todas las asignaturas para obtener el título –ni siquiera las básicas, como Lengua o Matemáticas–, y donde se ponían trabas a la repetición: la “promoción automática” imperaba en al menos la mitad de los cursos y ciclos. Por el contrario, se eliminaron exámenes de septiembre y recuperaciones, sustituyéndose por un aprobado más “barato”. Paradójicamente, a pesar de la baja exigencia y de las dificultades para repetir, todas las tasas de idoneidad están cayendo con el nuevo sistema.
Las etapas de transición nos pueden dar algunas de las claves que faltan. Primero, al pasar de un sistema medianamente exigente a uno poco exigente, los alumnos que habían estado escolarizados en el anterior pasaron con facilidad en el nuevo, aumentándose bruscamente las tasas de idoneidad; aunque tampoco es ajeno el cuidado “político” que se puso entonces para evitar que algún mal dato pudiera arrojar alguna sombra sobre la triunfal reforma. Segundo, la cultura del facilismo tarda cierto tiempo en ser asimilada por los alumnos, pero una vez que se desencadena el “pigmalión inverso” –afortunado término de Francisco López Rupérez que describe el fenómeno por el cual cuanto más se baja el nivel de exigencia, más baja el nivel de los alumnos por acomodamiento y falta de expectativas–, el descenso de las tasas es paulatino e imparable.
El resultado es que en las tasas de idoneidad la progresista Logse nos ha hecho avanzar, de nuevo, hasta niveles superados hace cinco o, incluso, diez años.
Para terminar, el dato de que, en el curso 2003-04, el 40,6% de los alumnos de 15 años ya habían al menos perdido un curso sería aún mayor de no mantenerse en Cataluña un sistema de promoción automática muy estricta hasta los 15 años –un alumno puede verse en 4º de ESO sin haber aprobado 1º– y la política de pasar de curso a un determinado número de alumnos con independencia de sus conocimientos practicada por varias comunidades autónomas para no fastidiar demasiado las estadísticas propias.