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Recuperación de la disciplina y el liderazgo del docente

Beatriz Rabasa, autora del libro ´El profesor quemado. El síndrome burnout´
Martes, 26 de febrero de 2008
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Autor: Beatriz RABASA

La palabra autoridad despierta todavía un rechazo visceral por parte de un importante sector social, que la confunde con autoritarismo y la califica, en una pirueta irracional bastante sorprendente, de antidemócrata. Frente a ello, debemos  afirmar con contundencia lo que ya muchos profesores reclaman en pequeños corrillos, pero que no se atreven a exigir públicamente por sentirse presionados por una feroz censura.

Censura que procede curiosamente de personajes que hace ya muchos años o incluso décadas abandonaron las aulas de nuestros centros, o que tal vez nunca las pisaron. Estos personajillos proclaman, con el apoyo generalizado de los medios de comunicación, su profundo rechazo hacia todo lo que implique disciplina y esfuerzo, criticando además con virulencia el status de autoridad del profesorado.

Frente a esta nueva dictadura –porque esta imposición sí que merece ser calificada de dictadura–, hay que exigir, con igual intensidad y sin complejos, el poder contar con los instrumentos necesarios para que el clima de las aulas de nuestros centros nos permita cumplir con nuestro deber, que es el de impartir docencia.

Por supuesto, la mera atribución por ley del status de autoridad pública al docente, en el ejercicio de sus funciones, no nos hará automáticamente merecedores del respeto de nuestros alumnos o de sus familias. Ello se gana día a día en el aula, haciendo valer nuestros conocimientos y con una trayectoria de dedicación y seriedad. Pero tal status es condición necesaria, no suficiente, para lograr una mejora en nuestro sistema educativo.

A los compañeros desanimados que se ven desbordados por un alumnado carente de interés e indisciplinado, deseo trasmitirles que somos, a pesar de los obstáculos, una pieza clave en el desarrollo de nuestra sociedad. Estamos llamados a desempeñar un papel de liderazgo comunitario indiscutible, y para ello tenemos que conseguir que los centros y sus proyectos se identifiquen con el entorno más inmediato.

Somos sin duda, y de ahí el sentimiento de responsabilidad que puede que en algún momento nos agobie, un valor de referencia en una sociedad desorientada y en crisis. La reflexión sobre nuestro importante cometido debe reforzar nuestra autoestima y darnos fuerza para, con la necesaria colaboración de los restantes miembros de la comunidad educativa, lograr superar los difíciles retos planteados.

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