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Causas y consecuencias

Ante la tesitura de enfrentarse a los malos datos año tras año, algunos responsables han optado por atacar las causas de los problemas, pero no pocos han decidido actuar sólo sobre las consecuencias.
Martes, 24 de junio de 2008
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Autor: José M. LACASA

Iban dos personas paseando por la orilla de un río cuando ven que baja por él una hombre luchando por no ahogarse. Los paseantes se lanzan a la corriente y rescatan al desventurado. Mientras lo están atendiendo, ven a otro infeliz en la misma situación, ambas personas se vuelven a arrojar a la corriente y lo consiguen sacar vivo. Pero un tercero vuelve a aparecer arrastrado por la corriente. Entonces, mientras uno de los protagonistas vuelve a lanzarse al agua, el otro echa a correr río arriba. “¿Por qué no me ayudas, grita el primero?”. Y el segundo, sin dejar de correr, le responde: “Lo estoy haciendo. Voy a ver quién los está tirando al agua”.

Es casi un tópico comparar la Educación con un río, en el que los alumnos van pasando, y aquellos que no consiguen el nivel adecuado son a menudo irrecuperables. Por eso, las reformas destinadas a paliar desajustes en el sistema educativo tienen siempre un sabor agridulce: la reparación de los errores cometidos servirá a los alumnos que vayan a pasar, pero llegarán tarde para los alumnos que ya han sufrido el desaguisado.

El pasado 11 de junio se reunieron en una habitación las 20 mentes pensantes con mayor poder de decisión sobre la Educación española: consejeros y viceconsejeros de Educación de las comunidades autónomas se reunieron con altos cargos del Ministerio, presididos por Mercedes Cabrera, en el marco de la Conferencia Sectorial de Educación. De allí salió un escueto decálogo –en realidad son ocho puntos, porque tres  son aspectos del mismo– de objetivos comunes, un cúmulo de obviedades basadas en los objetivos de Lisboa 2010 y que no aportan más novedad que su formulación y aparente acuerdo de las comunidades autónomas.

Resulta cuanto menos curioso que un acuerdo similar fue explicitado hace dos legislaturas por los ministros de Educación europeos, y que tales puntos se hayan adaptado a la realidad española más de un lustro después, y cuando estamos a dos años de la cita de la convergencia europea (que ya sabemos que no vamos a cumplir).

Pero más preocupante es que de los diez objetivos, España sólo está en vías de conseguir los dos –primero y último– y ambos por razones extraeducativas. La tasa de escolarización infantil, una vez conseguido el 100% en el ciclo 3-5, aumenta más por la dificultad de conciliar vida laboral y familiar en España que por razones educativas. De hecho, aunque el Mepsyd diga que Europa avala que la escolarización temprana mejora los resultados escolares, lo cierto es que el Ministerio se está refiriendo a la escolarización con dos años, y la UE a la etapa 4-5 (y aún así las evidencias no son concluyentes).

Sobre el último punto, el aumento del porcentaje de PIB destinado a Educación, los últimos datos (2005) no son muy halagüeños, por lo que es poco lo que se puede esperar por el lado de las Administraciones educativas. Sin embargo, como bien saben algunas comunidades del sur, la mejor forma de subir el gasto en Educación en relación al PIB es… hundir el PIB. Tal y como se presenta 2008, ya podemos asegurar que este año subirá el gasto en Educación gracias a Solbes.

Todos los demás puntos –salvo el noveno, que no depende directamente de Educación– tienen que ver con los resultados del sistema educativo más ineficiente de Europa (el español, por si no se había enterado). Y ahí si que no hay manera de encontrar una evolución positiva ni debajo de las piedras. Todas las estadísticas publicadas hasta la fecha dicen  que o estamos estancados o vamos a peor.

En estos últimos años, las administraciones educativas regionales se han tenido que enfrentar a este hecho: no sólo que las cosas van mal, sino que además las estadísticas se lo decían una y otra vez a la opinión pública.

Ante esta tesitura, algunas comunidades han optado por atacar las causas de la ineficiencia del sistema: subir el nivel para prevenir desajustes en los cambios de etapa, evaluarse con honradez y corregir errores, aplicar recursos donde se necesitan y no donde tocan…

Otras, incluido el Ministerio, tienen problemas para mirar atrás y están tomando medidas encaminadas a maquillar las consecuencias, es decir, las estadísticas: algunas optan por pagar a los profesores en función del aumento del número de aprobados, otras dan un protagonismo excesivo a las reclamaciones en los exámenes, no pocas ejercen presión sobre los claustros para que se baje el nivel año tras año y mantener controladas las estadísticas, alguna incluso ha recurrido a facilitar tanto la Selectividad que incluso han levantado quejas entre los profesores de Bachillerato.

Por no mencionar a aquellas que intentan maquillar sus propias estadísticas directamente, y cuando salen las oficiales hay ineptos –no se les puede llamar de otra forma– que las descalifican porque “no están hechas en la propia” región.

Lo que sorprende es la dificultad que muchos tienen para tomar la decisión de ir aguas arriba para averiguar quién está arrojando a los alumnos al río del fracaso. Quizás la razón de ese miedo a remontar la corriente es que saben positivamente que se iban a encontrar a demasiados conocidos tirando alumnos al agua: alguno encumbrado en la presidencia de organismos internacionales, no pocos entre los colaboradores cercanos, algún caso se encontraría a sí mismo unos años más joven. Y eso no es trago del gusto de nadie.

Los 10 objetivos prioritarios
1. Incrementar la tasa de escolarización en educación infantil.

2. Reducir el abandono escolar prematuro.

3. Incrementar la tasa de alumnos titulados en ESO: el éxito de todos los alumnos como objetivo.

4. Incrementar
las tasas de varones titulados en los estudios de educación secundaria posobligatoria.

5. Mejorar el dominio de los alumnos en competencias básicas.

6. Incrementar la proporción de alumnado titulado en educación secundaria superior.

7. Elevar el porcentaje de titulados en formación profesional de grado superior.

8. Aumentar la tasa de alumnos graduados en ciencias, matemáticas y tecnología.

9. Incrementar el porcentaje de adultos que recibe formación permanente.

10. Incrementar el gasto público en educación en relación al PIB.

“Las administraciones también han acordado propuestas para conseguir estas metas, entre las que destacan, entre otras: impulsar los Programas de Cualificación Profesional Inicial, garantizar una oferta suficiente de plazas de Formación Profesional y hacer las campañas necesarias para
favorecer el aumento del número de alumnos que acceden y titulan en los ciclos formativos de grado medio, o promover una mayor autonomía de los centros educativos y su apertura a una mayor participación de las familias” (de la nota de prensa del Mepsyd).

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