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Los profesores hacen autocrítica

La FAD ha constituido diez grupos de profesores heterogéneos para que, sin guión predeterminado ni límite de tiempo, discutan por separado sobre la situación de la profesión. En todos los grupos se reflejan las mismas preocupaciones.
Martes, 23 de septiembre de 2008
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Autor: Diego FRANCESCH

La percepción que los docentes tienen de sí mismos y de la Educación ha sido objeto de estudio por parte de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y Caja Madrid. Y el resultado no es nada alentador. Sienten que han perdido todo apoyo social y mantienen una visión desesperanzada de su propia función. Además, en esta investigación cualitativa, realizan un análisis severo del contexto político, al que acusan de utilizar la Educación como arma electoral arrojadiza.

Los profesores españoles están desorientados y se sienten poco capacitados para hacer frente a los nuevos retos: multiculturalidad, nuevas tecnologías, relación con los padres… O así se desprende del estudio en el que un grupo de profesionales de todos los ámbitos docentes expresan libremente sus opiniones.

Una de las primeras conclusiones del estudio es la falta de formación docente para resolver los problemas de convivencia. El profesor se siente desautorizado para ejercer medidas que consideraría necesarias. Por eso reclama apoyo institucional y político para reforzar los mecanismos sancionadores que le ayuden a mantener la disciplina en las aulas.

Su relación con los padres tampoco marcha bien. Los docentes siguen percibiéndolos como elementos externos a la función escolar, en contradicción con la opinión de que padres y profesores deben ir “codo con codo” en la Educación. También se sienten desbordados por la multiculturalidad de las aulas y por las nuevas tecnologías, que no saben integrar de forma efectiva en los procesos educativos.

El origen de toda esta percepción negativa procede, según los propios docentes, de su desprestigio social. Los profesores son conscientes del deterioro de su imagen y de que la figura del “maestro”, con implicaciones más afectivas, carácter global y connotaciones de prestigio, ha sido sustituida por la del “docente”, identificado como un funcionario más de la Administración, una figura sin connotación afectiva y desprovista de apreciación colectiva.

La percepción de asumir funciones delegadas de otros sectores continúa presente entre el colectivo de profesores. Aseguran que se les exige que resuelvan todo lo que la sociedad no sabe cómo resolver en ámbitos concretos, como la seguridad vial, la violencia de género, el consumo de drogas… La escuela carga con todo aquello de lo que los otros no se hacen responsables. “Los padres piden que hagamos todas las funciones que no hacen ellos”, dice un docente de Sevilla. “No sólo tenemos que impartir conocimientos –señala otro de Barcelona– sino que tenemos que dar unos valores, unas normas… Nos han recargado tanto que no sabemos por dónde salir”.

Culpa de los políticos
Con respecto a un pacto de mínimos entre los partidos, se muestran convencidos de que sería necesario, pero no creen que los políticos sean capaces de alcanzarlo. Por ello se sienten víctimas de la inestabilidad de las políticas educativas. “Es un problema tanto cambio –escuchamos en un grupo de discusión– se ha devaluado muchísimo la enseñanza”.
Para un profesor de un instituto de Secundaria de Madrid “la Logse ha sido devastadora”, a lo que un compañero añade: “de aquellos polvos vienen estos lodos. Ha habido un montón de tiempo en los centros donde todo tenía que ser para el niño facilísimo; todo tenía que ser divertido, guay, entretenido, el profe es tu colega y estamos pagando ahora esto”.
Aunque se trata de meras opiniones sin valor estadístico, el estudio también constata la defensa de la enseñanza pública por parte del profesorado de una y otra red, sobre todo porque tiene “mayores recursos que la Privada”, con la que son más críticos.

Según una conclusión del estudio, fruto de las opiniones del grupo de profesores seleccionados, “la Privada responde a una lógica empresarial que lleva a la reducción de costes y de recursos, coloca en segundo plano el interés general, busca contentar al cliente y limita la libertad docente, propiciando la desvalorización del profesor”. 

Sin embargo también existen aspectos positivos que debería imitar la Pública. El principal de ellos es “la gestión más profesionalizada de los centros y los criterios de exigencia, que evitarían el riesgo de acomodación y elconformismo” que detectan en los profesores de los centros públicos.

Si la privada está condicionada por la lógica empresarial, “en la pública el poder político convierte el sistema en ineficaz e inestable”.

 Una de las claves del menor estatus social de la profesión de educador procede de la pérdida de poder adquisitivo. Es decir, el menor crecimiento de sus salarios en relación a otras profesiones. “La complejidad ha ido en aumento y el sueldo ya no compensa. La sociedad ha cambiado y la escuela no”, dicen los profesores.

Escuelas sin contenido
La escuela se ha convertido en un “edificio vacío de contenido” y dedicado al ciudado de los menores, lo que para los profresores es una muestra del menosprecio de la línea ideológica frente a otras consideraciones como la cercanía al hogar, por parte de los padres.

El argumento, además de mostrar la despreocupación de los padres, también se emplea para reforzar el papel que deben tener los claustros al marcar las líneas y principios del centro, manteniendo la autoridad y las normas entre los alumnos y regulando la relación con las familias.

La crisis de valores de la sociedad estaría en la base de la desconsideración social de la escuela y se reflejaría en ella, especialmente en la Pública. Los nuevos modelos familiares, el declive mismo de la institución familiar, derivarían en una mayor atribución de responsabilidades a los profesores, pero con menos armas para enfrentarse a hijos conflictivos y con peores cauces de comunicación y colaboración entre familia y escuela.

Los docentes también denuncian que hablar sólo de lo malos alumnos contribuye a que se institucionalice la situación. Hacer invisible el lado positivo puede extender una sensación de desánimo e inevitabilidad que acreciente las dificultades, además de desanimar a los alumnos que sí se esfuerzan y no ven reforzado ni reconocido su sacrificio. En definitiva, se trata de la peligrosa tendencia a la homogeneización del alumnado, rebajando el listón por abajo. “El alumno que quiere estudiar sale perdiendo, porque tiene al lado a uno que no quiere estudiar”, afirma un profesor.

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