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El desinterés y la pobreza vacían las clases de Secundaria en Costa Rica

El 26,1% de los adolescentes costarricenses no asiste al colegio
Martes, 21 de octubre de 2008
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Autor: Lola Gª AJOFRÍN

De cada 1000 niños costarricenses que se matricularon en primero de Primaria en 1990, sólo 270 llegaron a Bachillerato; de los que empezaron en 1995, sólo 320 lo consiguieron; y de los que lo hicieron en 2000, se calcula que sólo 349 se graduarán. Estos datos, analizados por el Centro de Investigaciones Matemáticas y Meta-Matemáticas costarricense, explican en números lo que el reciente estudio de la Universidad de Costa Rica (UCR) y Unicef, el VI Estado de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, viene a decir en letras. La Educación en Costa Rica está mucho mejor que hace una década, pero sigue estando sólo regular.

En especial en Secundaria, donde la investigación de la UCR y Unicef revela que la escolarización, –aunque ha elevado las cifras de 1999, con un 58,6%–,  se limita a un 73,9%, según datos de 2007. Este aumento ha sido especialmente importante en la población pobre, donde el porcentaje de niños se redujo en un 5,7% entre 2006 y 2007. Una disminución que pudo estar originada, según el estudio, bien por una descenso de la población pobre –del 20,2% al 16.7%– o por el impacto de programas llevados a cabo entre los jóvenes con menos recursos, como el proyecto Avancemos.

La investigación también denuncia que los estudiantes más perjudicados siguen siendo los indígenas, que por las dificultades de acceso, la dispersión geográfica y las peculiaridades culturales tienen más problemas para estudiar. Para el resto, los motivos son muy distintos. El desinterés, en primer lugar, seguido de la imposibilidad de costearse los estudios, las dificultades para el aprendizaje y la obligación de trabajar, son las principales causas por las que explica el informe que los costarricenses de entre 15 y 17 años  desertan de clase cuando arriba la Secundaria. También son distintos los motivos  en función del género. Así, en el caso de los niños la necesidad de encontrar un empleo ocupa la segunda razón de más peso, por delante de las dificultades económicas o de aprendizaje, según la primera Encuesta Nacional de Juventud 2008 de Costa Rica. El desinterés es para ambos el principal motivo del abandono.

También la incorporación de las TIC en el aula es la otra cuenta pendiente de la Educación costarricense. Craig Barett, presidente de la corporación Intel, que visitó el pasado 8 de octubre Costa Rica como parte de la gira Inspirar y Empoderar, mencionó el fracaso del gobierno del país en dotar con ordenadores a los profesores, como ya han hecho otros países como Guatemala, donde el 75% de los docentes ya cuenta con uno. “En Costa Rica, con cuatro millones y medio de personas, no debería ser tan difícil tomar decisiones”, criticó.

Pero no todos son malas noticias para la sociedad costarricense. Algo más alentador es el Índice de Prosperidad Mundial que acaba de publicar la organización inversora Legatum, sobre 104 países, en función de la riqueza material y calidad de vida de las naciones –y donde se han valorado entre otras, las iniciativas educativas–. En este ranking Costa Rica se sitúa entre los primeros cuarenta, por encima de países vecinos como Brasil, México o Panamá, supera con creces a otros estados latinoamericanos como República Dominicana, –en el 58–, Colombia –en el 61– o Paraguay y El Salvador  –en el 65 y 66– respectivamente, aunque todavía a años luz de los líderes de la lista, Australia y Austria, –con 21 y 22 puntos cada uno en propuestas educativas–. España se sitúa en el 22 del ranking, aunque con una puntuación de menos 4 en Educación.

El otro punto tranquilizador es la enseñanza Primaria, que con casi un 100% de alumnos en las aulas y un aprobado en la comparativa internacional, desvela que la cosa empieza bien, aunque la línea se tuerce cuado se llega a séptimo curso. Así, el Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Serce) de la Unesco sobre estudiantes de tercero y sexto de Primaria de 16 países de la región, en Lectura, Matemáticas y Ciencias, situaron a Costa Rica, –junto a Cuba, Chile, México, Uruguay y el estado mexicano de Nuevo León– por encima de la media.

 Ahora les toca a los costarricenses modificar una mentalidad heredada de tiempos pasados y que definió claramente en 1910 el tres veces presidente de Costa Rica, Ricardo Jiménez Oreamuno,  “la Educación Secundaria es eso, secundaria”.

Sólo los profesores novatos enseñan en zonas rurales
Trabajar en regiones donde no se dispone ni de agua, ni de teléfono, ni de luz, no es plato de buen gusto para nadie, por lo que encontrar un maestro que quiera dar clase en las escuelas rurales de Costa Rica es misión casi imposible. En los últimos años  el gobierno del país se las ve y se las desea para contratar personal docente que enseñe en los poblados más alejados de Costa Rica.  Un diminuto territorio, con algo más de cuatro millones de habitantes –dos millones menos que la Comunidad de Madrid– pero con más de la mitad de la población viviendo en áreas rurales,  –el 56,5%, según datos 1996 de la Organización de Estados Iberoamericanos–.

Para conseguir atraer a los profesores a estas zonas, el gobierno costarricense ha intentado casi de todo. Primero se pretendió seducir a los profesores con un incentivo que consistía en que cada año vivido en el campo contaba como dos trabajados en la ciudad. Pero “se trataba de un método perverso”, señala Leonardo Garnier, ministro de Educación de Costa Rica, y lo que ocurrió es que “ los profesores que iban a las zonas rurales terminaban trabajando en los colegio privado, así que era el sector público subvencionando la Educación privada”, añade.

Como esta fórmula no funcionaba se optó por pagar zonaje –una recompensación por trabajar en las áreas de menor desarrollo–, pero tampoco esta estrategia está dando los resultados esperados, porque el incremento en gastos debido al traslado, estancia y alimentación hace que el aumento del salario tampoco sea rentable. Eso ha derivado en que sólo los profesores más jóvenes, con poca o ninguna experiencia e incluso sin terminar el Bachillerato universitario sean los que, debido a la sobreoferta de docentes en las ciudades, acepten este tipo de plazas. Un traslado sólo temporal y que se reduce a un breve periodo en el que cogen experiencia y encuentran trabajo en otro sitio.  Sólo en 2008, 5.7000 profesores solicitaron el traslado. Esta inestabilidad acentúa cada año la brecha educativa entre las zonas urbanas y rurales.

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