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Sobre la equidad y el agua de borrajas

José M. LacasaMartes, 24 de marzo de 2009
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Estos días nuestra secretaria de Estado de Educación, Eva Almunia, no se ha cansado de repetir que la seña de identidad de nuestro sistema educativo es la equidad. Es un consuelo, aunque bastante triste.

O sería un consuelo si fuese verdad. Es cierto que PISA nos dice que tenemos poca diferencia entre los resultados de los peores alumnos y los de los mejores. Aunque también dice que tenemos los mismos o más alumnos malos que la mayoría de los países de la UE, y que lo que tenemos declarada como especie en vías de extinción es a los alumnos sobresalientes.

El problema es que a la hora de la expedición del título básico, con las enormes consecuencias que su falta tiene en España, la equidad brilla por su ausencia: una soriana tiene una probabilidad siete veces menor de fracasar en 2006 que un chico alicantino. Dentro de un mismo sistema educativo, nacer con un sexo u otro y a poco más de 300 km. a vuelo de pájaro produce tales “equidades”. Vamos, en agua de borrajas se queda la equidad con semejantes datos.

Diferencias que se producen también en una misma comunidad –sin ir más lejos, la de las borrajas, que es la misma en que fue consejera Almunia, Aragón–, pues en 2006 el fracaso en Zaragoza es del 27%, mientras que en Huesca es del 31% y en Teruel del 36%. El caso es que en 2002 las tres provincias tenían un fracaso similar, alrededor del 25%…

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