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Un ejemplo las 24 horas del día

A partir de octubre, los profesores ingleses estarán sometidos a un código de conducta que también deberán cumplir fuera de su horario laboral. Los sindicatos han puesto el grito en el cielo.
Rodrigo SantodomingoMartes, 22 de septiembre de 2009
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Supongamos el caso de un profesor que muestra un comportamiento intachable durante su jornada laboral. Es atento y respetuoso con colegas y pupilos, tiene fama de ecuánime, cumple con sus horarios a rajatabla, ama la docencia por encima de todas las cosas y no escatima esfuerzos a la hora de sacar lo mejor de cada alumno. Sale cada día del centro educativo con su depósito de orgullo profesional a tope y la conciencia bien tranquila.

Pero llega el fin de semana y nuestro docente acude a un bar para celebrar el cumpleaños de un amigo. Bebe unas cervezas y se deja llevar por el ambiente festivo. Eleva el tono de voz, grita incluso, suelta algunos tacos. Disfruta de su tiempo libre obviando miramientos al qué dirán. Entonces, sin que él se percate, entra en el local un grupo de alumnos suyos que no reconocen al hombre mesurado de ademanes gentiles pero austeros que imparte Historia en su instituto.

Esta falta de sintonía entre la forma de actuar del profesor en su vida profesional y personal es lo que trata de resolver el nuevo código de conducta elaborado por el Consejo General de la Enseñanza en Inglaterra. Un texto que, entre otras cosas, estipula que los docentes deben “demostrar honestidad e integridad y contribuir a mantener la confianza pública en la profesión”. Además, se espera que el profesor se auto-imponga “unos mínimos razonables de comportamiento” tanto dentro como fuera del aula a menos que quiera enfrentarse a procedimientos disciplinarios, despidos o, en última instancia, una inhabilitación de por vida.

El código, que en teoría entrará en vigor el próximo mes de octubre, ha despertado la indignación del principal sindicato docente del país (Naswut en sus siglas en inglés). Su secretaria general, Chris Keates, entiende que el texto “está plagado de enunciados vagos que dejan la puerta abierta a amplias interpretaciones y posibles abusos, algo que pondrá en peligro el empleo de muchos profesores”. Según Keates, con él se aspira a convertir a los docentes en “santos” sin prestar demasiada atención a lo que de verdad importa: su “conducta profesional”. Más aún, el nuevo código permite “inmiscuirse en la vida privada del docente” y “socava sus derechos humanos básicos”. El sindicato, que representa a unos 250.000 trabajadores de la enseñanza, ha iniciado una campaña de recogida de firmas y ha distribuido carteles anti-código por todas las escuelas públicas inglesas.

El Consejo General de la Enseñanza se defiende argumentando que otras profesiones como los médicos están sometidas a regulaciones similares. En una carta al diario The Guardian, su portavoz Alan Meyrick recuerda que en la tradición legislativa inglesa abundan ejemplos que “confirman la responsabilidad del individuo a la hora de mantener la buena reputación de la profesión que ha elegido”.
¿Y si alguien decidiese importar la iniciativa a nuestro país? “Me parecería una auténtica barbaridad”, responde Charo Pérez, secretaria de comunicación de FETE-UGT. “Nadie puede imponer normas de conducta a ningún profesional en su vida privada, me da igual que sea profesor o cura”. Y continúa: “¿tendrían entonces que llevar los profesores un cartel colgando que diga ‘soy profesor, me comporto como el mejor’? Sería como un estado parapolicial”. En su opinión, fuera de su horario laboral, al profesor “sólo se le puede pedir que se atenga a sus responsabilidades como miembro de la sociedad, que ejercite sus derechos y deberes como ciudadano”.

Por su parte, desde la Federación de Enseñanza de CCOO, su responsable de comunicación, Cuqui Vera, estima que “la vida privada pertenece exclusivamente al ámbito personal de cada uno. Si yo me emborracho los fines de semana es mi problema, otra cosa es que saque la botella de whisky en clase”. Vera sólo vería razonable mezclar ambas esferas cuando el profesor cruce la raya del delito: “otra cosa es que estemos hablando de un asesino, un pederasta, un ladrón. Esto si podría acarrear consecuencias profesionales más allá de las responsabilidades penales del acto”.

Y es ahí donde se encuentra el núcleo del debate. ¿Han de soportar los profesores un escrutinio social que vaya más allá de la legislación vigente? ¿Deben ser ejemplos morales para niños y jóvenes 24 horas 7 días a la semana? Y en caso de que aceptemos lo anterior como cierto, ¿quién vigilaría al docente? ¿Alumnos? ¿Padres? ¿Cualquiera que se cruce con él y sepa que se gana la vida enseñando?

Autorregulación desde el año 2000

Creado en el año 2000, el Consejo General de la Enseñanza en Inglaterra actúa como órgano colegiado y de autorregulación para todos los profesores que enseñan en el sector público y muchos de los que imparten clase en colegios privados. En la mayoría de los casos, cuando un centro desea contratar a un nuevo profesor resulta obligatorio comprobar que su ficha se encuentra disponible en el archivo del consejo, el cual contiene información de más de medio millón de profesionales.

Aparte de registrar al colectivo docente inglés, la principal misión del consejo pasa por fijar las normas de comportamiento que deben cumplir todos sus miembros a través de un Código de Conducta y Práctica que se actualiza cada cierto tiempo. Si algún docente incumple el Código, cualquier individuo relacionado o no con el mundo de la enseñanza puede trasladar el caso al consejo. En caso de que se confirme la denuncia, las sanciones impuestas al profesor oscilarán desde un simple apercibimiento hasta su inhabilitación de por vida.

Además de exigir un “comportamiento razonable” dentro y fuera del aula, el nuevo código fija otros siete principios a ser tenidos en cuenta. Son los siguientes: 1. Dar prioridad máxima al bienestar, desarrollo y progreso de niños y jóvenes. 2. Responsabilizarse del mantenimiento de la calidad en la práctica docente. 3. Ayudar a los niños y jóvenes a convertirse en aprendices confiados y exitosos. 4. Demostrar respeto por la diversidad y promover la igualdad. 5. Luchar por establecer relaciones fluidas con los padres. 6. Trabajar como parte del equipo del centro en su conjunto. 7. Cooperar con otros profesionales que tratan con niños y jóvenes. El consejo también realiza labores consultivas y de apoyo al desarrollo profesional del profesorado inglés.

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