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“Los inmigrantes deberían ayudar más en la integración educativa”

La comisaria europea –en el cargo desde noviembre de 2009– apuesta por que todos los alumnos estudien lo mismo hasta los 16 años y piensa que los profesores bien formados son el pilar de cualquier sistema educativo de éxito.

Rodrigo SantodomingoMiércoles, 28 de abril de 2010
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(Foto: Jorge Zorrilla)

Las protestas anti-Bolonia han convertido en un fortín el céntrico hotel madrileño donde se hospeda el grueso de la comitiva llegada a la capital con motivo de la cumbre europea de ministros de Educación. Tras atravesar dos filtros de seguridad, en un coqueto salón espera la mujer que ostenta el cargo educativo de más responsabilidad a nivel continental. Androulla Vassiliou habla pausado, se mueve con ademanes de aristócrata y destila una elegante mezcla de pasión y mesura.

La Educación es un asunto muy descentralizado incluso a nivel nacional. ¿Qué puede aportar Europa al ciudadano desde el punto de vista educativo?
Ante todo no queremos interferir con lo que haga cada país. Lo que aportamos es un valor añadido, un complemento a las políticas de los estados miembros. Por ejemplo, tenemos todos estos programas fascinantes para nuestros alumnos, nuestros profesores, como Comenius, Erasmus, Leonardo, Marie Curie; estos programas han demostrado que la movilidad mejora las habilidades de la gente joven. Gastamos tanto dinero en ellos porque hemos visto que son muy populares, no sólo porque a la gente le guste visitar otros países, sino porque mejoran mucho las perspectivas laborales.

¿Pero piensa que esto es suficiente? ¿Está a favor de más competencias en Educación para la Unión Europea?
No, no pedimos eso. Sólo aspiramos a intentar ayudar a coordinar a los estados miembros y a intercambiar buenas prácticas que han funcionado en otros países. Por ejemplo, está comprobado que una política educativa de éxito tiene mucho que ver con buenos profesores, la calidad de los profesores es muy importante. Si no tienes buenos profesores para lidiar con alumnos desaventajados, o con las nuevas tecnologías, el éxito es muy difícil. Por eso el intercambio de conocimiento sobre medidas que mejoran la calidad docente resulta muy útil.

El problema es que las buenas recetas educativas son muchas veces difíciles de exportar.
Hasta cierto punto tiene usted razón, pero el objetivo no es que los países copien exactamente lo que hacen otros. Pensemos en Finlandia. Mi país es Chipre, un país sureño, mediterráneo. Se hizo un estudio y se vio que ambos sistemas tenían muchas similitudes. Se analizó en detalle el modelo finlandés y se adoptaron varias medidas de éxito tomando en consideración las necesidades nacionales.

¿Sigue la Educación sin ser una prioridad nacional en algunos países europeos?
El hecho de que los jefes de Estado hayan reconocido en el Consejo Europeo que la Educación debe ser la fuerza que nos conduzca al crecimiento económico y la competitividad de la economía europea es una prueba de que se toman el asunto en serio. Pero debo decir que existe un claro contraste entre la estrategia de Lisboa y la de Europa 2020. Los jefes de Estado se han dado cuenta de que con el Tratado de Lisboa probablemente se equivocaron al fijar demasiados objetivos, nada menos que 24, sin establecer ningún mecanismo que controlara si se iban alcanzando o no. Ahora sólo hay cinco objetivos, con la Educación como protagonista en uno de ellos, y los países tendrán que rendir cuentas anualmente sobre su nivel de desarrollo y sobre las dificultades que vayan encontrando. No para que la Unión Europea les regañe, sino para ayudarles a mejorar en la medida de nuestras posibilidades.

¿Se peca de idealista a la hora de marcar grandes metas educativas a nivel europeo o internacional?
Tenemos que ser realistas y ambiciosos al mismo tiempo. Por ejemplo, Europa 2020 aspira al alcanzar un 40% de alumnos universitarios para ese año. Un país que actualmente cuente con un 20% lo tiene muy difícil, mientras que otros ya han rebasado esa cifra y no tendrán que realizar un esfuerzo extra. Tendremos que adaptarnos a las circunstancias nacionales, pero el objetivo del 40% como media ha de ser firme.

Uno de los principales retos de la Educación europea es la integración de los alumnos inmigrantes. Está claro que algunos países no lo están haciendo bien, pensemos en el caso de la comunidad turca en Alemania o de la argelina en Francia. ¿Qué países diría que sí han abordado con éxito este fenómeno?
Bueno, no creo que sea lo correcto dar nombres. Pero sí le diría que en ocasiones la población inmigrante debería ayudar más. La mejor forma de tener éxito en tu país de acogida es intentar ser parte de la sociedad a la que llegas. Es imprescindible que todos los alumnos aprendan correctamente la lengua del país al tiempo que preservan la suya y aportan riqueza cultural. Otro enfoque es la formación del profesorado: hay que formar mejor a esos profesores que tienen que enfrentarse a clases con alumnos de 10 orígenes diferentes.

¿Piensa que algunos países han otorgado, al abrazar políticas multiculturales, demasiada autonomía educativa a las minorías y que esto ha dificultado una integración efectiva?
No podemos generalizar. Otorgar independencia escolar a las minorías puede funcionar en algunos países y en otros no. Como política general, nosotros animamos a los inmigrantes a que conserven su identidad cultural –su lengua, sus tradiciones– mientras les ofrecemos las herramientas para que puedan ser parte activa de la sociedad.

¿Cómo se puede frenar la sangría de alumnos nativos de clase media en las escuelas públicas de Europa?
Es un problema difícil. No podemos obligar a la gente a elegir un determinado camino, pero a veces sí debemos animarles a ello. Hemos de hacer entender a esos padres nativos que aislando a los inmigrantes no ayudamos en nada a la sociedad. La integración sólo funciona cuando unos aprendemos de otros.

¿Se dirige Europa hacia el final de la escuela comprensiva, el “café para todos” hasta los 16 años?
Es un asunto sobre el que tienen que decidir los estados miembros. Mi opinión personal, muy personal, es que todos los alumnos deben recibir una Educación general lo más amplia posible hasta el final de la Secundaria obligatoria y luego especializarse. Imagine un alumno que se gradúa sin una base sólida de geografía, historia, idiomas… Esto no es posible.

La gran apuesta del Gobierno español en materia educativa es el programa Escuela 2.0. ¿Pecamos de ingenuos al confiar ciegamente en el poder pedagógico de las nuevas tecnologías? ¿Estamos perdiendo conciencia del impacto que puede producir una clase tradicional impartida por un buen profesor?
Aspirar a tener buenos profesores y apostar por la introducción de las nuevas tecnologías en el aula no son dos enfoques mutuamente excluyentes. Las nuevas tecnologías son un medio, nunca un fin en sí mismo. Tenemos que enseñar a nuestros alumnos a aprender. En la sociedad actual no resulta lógico tratar de enseñar a nuestros jóvenes todo lo que van a necesitar en la vida, hay que enseñarles a encontrar ese conocimiento.

Una tarea que sólo puede hacer el profesor…
Por supuesto. Tener buenos profesores es el factor principal si queremos alcanzar un sistema educativo de éxito.

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