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La ‘promoción profesional’, según UGT

Miércoles, 28 de abril de 2010
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FETE-UGT defiende una idea de promoción profesional básicamente retributiva. Es decir: más de lo mismo; nada nuevo bajo el sol. Es de sobra conocido que los sistemas educativos con mejores resultados de la OCDE (siendo Finlandia un ejemplo señero) muestran claramente que el aumento de sueldo del docente no está ligado a la mejora de resultados. Los profesores españoles son de los mejores pagados de Europa. Por tanto, el factor retributivo no es el más relevante en este orden de cosas. No hay que esforzarse mucho para entender que esa propuesta sindical busca más la satisfacción de sus actuales “clientes” que la real mejora de la Educación.

De otro lado, la noción de una promoción a los niveles universitarios —tal y como la defiende FETE-UGT— es un mero brindis al sol: la endogamia universitaria española, enquistada muy especialmente en los departamentos pedagógicos, no lo consentirá. Maestros y profesores de la Primaria y Secundaria son “económicamente independientes”, y, en consecuencia, tienen la base para su independencia intelectual, cosa que no se perdona en los actuales departamentos pedagógicos universitarios. Y los sindicatos lo saben.

Claves para una auténtica promoción profesional
Ahora bien, lo más grave de la propuesta de FETE-UGT es que lo llamen “auténtica promoción profesional”. Para su “autenticidad”, la estructura de promoción debería partir de una previa reconsideración del lugar del docente en el sistema educativo. En este sentido, la idea clave es la siguiente: la mejora del sistema educativo está ligada al real protagonismo del profesor, y éste sólo es posible a través del fortalecimiento de su profesionalidad. Dicho de otro modo, la calidad de la promoción depende de la calidad de la “autenticidad profesional”.

Actualmente, la profesión educativa está decapitada: los pedagogos universitarios piensan; los docentes “hacen” (es lo que J. Elliott ha llamado: el “colonialismo” de los pedagogos). De este modo, tenemos muchas prácticas docentes con escasa imbricación educativa, y, a la vez, una multitud de teorías pedagógicas idealistas, tan idealistas como ineficaces. La solidez de esta profesión lleva –a mi juicio– a salvar esa escisión y a introducir el estudio y la investigación, junto a la práctica docente, como claves esenciales de la actividad del profesor.

Considero un hecho grave que hoy no se insista en que una profesión es, además de normas, conocimientos y técnicas, un proyecto personal querido, buscado, asumido. Por tanto, si no lo asume uno mismo y lo instala en su propio proyecto personal, no se ejecutará la actividad de modo “auténtico”. Y el sistema educativo debería ofrecer tal posibilidad al mayor número de profesores; es decir, posibilidad para la 1) vocación, 2) capacidad de riesgo e innovación, 3) excelencia profesional; 4) fruición intelectual, 5) enseñanza como la oferta de propuestas “con sentido”; 6) autonomía personal. Al menos en lo que a mí se me alcanza, no veo cómo ello pueda ser posible si se excluye el estudio y la investigación de la acción profesional. Además, la inclusión del estudio y la investigación en el cuerpo del profesorado contribuiría a proteger la Educación tanto de la injerencia política como de los discursos pedagógicos idealistas e ideológicos. Los profesores serían (¡ahora sí!) los responsables principales del progreso o fracaso escolar, y, por tanto, (¡ahora sí!) estarían sujetos a resultados.

Esta nueva concepción del trabajo docente conlleva cambios en la estructura del sistema educativo. Así, por ejemplo, la “comunidad de investigación educativa” debe ser “interna” al cuerpo profesional del profesor. Ello afectaría a varios factores del sistema: horario, formación inicial y continua…, pero, sobre todo, nos llevaría a restituir la excelencia en la actividad profesional del profesor (excelencia tanto en la actividad investigadora como en la docente).

De resultas, la promoción profesional no significa el paso de la docencia a la investigación. Tanto la docencia como la investigación son esenciales a la actividad educadora. La promoción conlleva un reconocimiento a la experiencia docente y a la competencia investigadora. Ahora bien, ¿qué grupo político o sindical (o político-sindical) se atreverá a ponerle el cascabel al gato? ¿Quién está dispuesto a sufrir el desgaste que conlleva la defensa de estas propuestas? ¿Quién osará pedir responsabilidades a los departamentos de los pedagogos universitarios, esos expertos? Esa es la cuestión.

José Penalva, profesor de la Universidad de Murcia y autor de Claves del modelo educativo en España

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