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Los beneficios ocultos de la enseñanza bilingüe

Aprender en un entorno bilingüe también favorece el aprendizaje del español, según un informe del British Council sobre el programa que lleva a cabo junto al Ministerio en 122 centros españoles.
Rodrigo SantodomingoMiércoles, 14 de abril de 2010
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Un sector del profesorado es reticente a inscribir en el PEB a los peores alumnos. (Foto: ISTOCKPHOTO)

Valiosas afirmaciones sin su correspondiente refrendo numérico. Esto es lo que ofrecen los resultados de la primera evaluación sobre la marcha del Programa de Educación Bilingüe (PEB) emprendido hace casi 15 años por el British Council en colaboración con el Ministerio de Educación.

En contra de la costumbre anglosajona de acompañar con datos cualquier conclusión, el documento despliega un buen número de hallazgos desnudos de cifras. Aún así (y presumiendo el rigor del estudio), se trata de una fuente hasta ahora única de información sobre el funcionamiento de la enseñanza bilingüe en la Pública española, sin duda una de las grandes noticias de la última década en nuestro sistema educativo.

Cuenta por ejemplo que, dentro de un mismo centro, los alumnos de 2º de ESO inscritos en el PEB tenían “en términos generales” un “nivel de español escrito claramente superior” al de los alumnos que no participaban en él. Es decir, que los estudiantes con enseñanza bilingüe también manejaban mejor el castellano en relación a sus iguales que recibían sus lecciones en un solo idioma. Algo que insinúa una especie de mano mágica mediante la que desdoblar las lenguas de aprendizaje favorece el conocimiento de ambas, un efecto apuntado anteriormente (aunque nunca del todo concretado) por otros estudiosos de las dinámicas lingüísticas.

El informe también señala que la mayoría de alumnos de 2º “habían desarrollado [en inglés] un vocabulario especializado para desenvolverse en determinadas áreas de conocimiento” y no tenían problema para “improvisar, realizar presentaciones o construir sus propias argumentaciones”. Además, se detectó un uso habitual de este idioma “para una gran variedad de propósitos como bromear entre sí, ayudar a sus compañeros o llevar a cabo experimentos”.

Otro apartado apunta, en cuanto a los alumnos de 6º de Primaria, que un determinado grupo de alumnos participantes en el PEB no había alcanzado el nivel oral esperado para su edad, aunque sí eran capaces de “comunicarse, ya que mostraban una cierta capacidad para comprender y transmitir mensajes básicos”. Para ellos recomienda “buscar modos de ayudarlos a ampliar su variedad de registros”. Por lo general, añade el estudio, los alumnos “parecían comprender sin grandes dificultades a los profesores e interactuaban con ellos”.

Dentro de estas edades (13-14 años), los alumnos con mayor dominio del inglés escrito eran capaces de expresarse con “propiedad y amplitud”, los de nivel medio iban por el buen camino y los más flojos “mostraban un dominio razonable del vocabulario”, aunque sus textos “eran en general más cortos y presentaban errores morfológicos, ortográficos y sintácticos”.

De forma anecdótica, el análisis relata que algunos alumnos de 4º de ESO se “aventuraron a examinarse en inglés” para las pruebas del International General Certificate of Secondary Education (Igsce, como una reválida al terminar la Secundaria obligatoria), obteniendo buenos resultados en materias como Biología, Historia o Geografía y demostrando que “eran capaces de abordar con éxito materias cognitivamente exigentes”.

Otra parte del estudio se dedica a detallar las percepciones de profesores y alumnos frente al PEB. Si nos fijamos en los docentes, el documento hace mención a las “tensiones” generadas entre el programa del British Council y las “iniciativas de Educación bilingüe puestas en marcha por algunos gobiernos autonómicos”. En otro orden de cosas, un sector reducido de profesores mostró sus reservas a la hora de inscribir en el PEB a los alumnos con “bajo rendimiento escolar”, sobre todo en las edades más tempranas. Y cuando describe la opinión de los directores, el estudio asevera que pocos observaron problemas entre los alumnos que se incorporan tardíamente al programa o durante el paso de Primaria a Secundaria.

Al dar voz a los padres, dice el British Council que algunos se quejan de que se está disminuyendo el porcentaje de profesores nativos y, ocasionalmente, los recursos destinados al programa, aunque la actitud de los progenitores hacia el PEB suele ser sumamente positiva. Más allá de destacar la oportunidad de dominar el inglés mientras cursan la enseñanza obligatoria, los padres aseguran apreciar un mayor interés de sus hijos por otras culturas y por la “vida en otros países”.

Por último, los estudiantes narran que se sienten más seguros en cuanto a las habilidades receptivas (comprensión oral y lectura) que respecto a las productivas (expresión oral y escritura), si bien la “inmensa mayoría demostraron actitudes positivas” y casi nunca indicaron “que su competencia como hablantes del español hubiera sido perjudicada”.

Y la Pública se hizo bilingüe

  • Paradigma de los numerosos experimentos hispanoespañoles que han cambiado la cara a nuestra escuela pública durante la última década, el Programa de Educación Bilingüe (PEB) del British Council y el Ministerio de Educación arrancó en 1996 con 43 centros adscritos. Sus directrices han marcado la pauta de otras iniciativas similares emprendidas a nivel regional: sólo centros públicos, incorporación paulatina de más y más cursos en sentido ascendente (1º en el primer año, 1º y 2º en el segundo…), algo menos del 40% de clases en inglés, centros asociados cuando los chavales pasan a Secundaria… En la actualidad, el PEB cuenta con 80 escuelas primarias, 42 secundarias, 1.300 profesores y 30.000 alumnos repartidos por diez comunidades autónomas además de Ceuta y Melilla. El programa se concreta a partir de una serie de orientaciones elaboradas por el British Council que sirven para adaptar los contenidos a las exigencias del sistema educativo español. Sus responsables insisten en que se debe“introducir tempranamente el aprendizaje de las habilidades lectoescritoras” que los alumnos aplican y desarrollan normalmente en asignaturas como Historia o Ciencias, reservando las Matemáticas para el castellano.
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