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“Los institutos se colapsarían si no estuvieran los orientadores”

García Nieto considera que hay situaciones en los centros que necesitan una intervención altamente especializada a través de un técnico con conocimientos no sólo generalistas.

Adrián ArcosMartes, 20 de abril de 2010
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Con toda una vida dedicada a la orientación, Narciso García Nieto, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, nos recibe en su despacho de la Facultad de Educación, totalmente repleto de libros sobre orientación, muchos de ellos escritos por él mismo. Él defiende, ante todo, la necesidad de la tarea orientativa para el buen funcionamiento del centro.

¿Cuál es el papel de los orientadores?
La orientación debe aportar cuatro cosas: informar, formar, prevenir y ayudar a tomar decisiones. Me refiero a informaciones de tipo académico, de elección de asignaturas, tipos de Bachillerato, carreras, profesiones, cómo conseguir una beca, o un problema hacia quién se deriva. Pero también sabemos que las actitudes, valores, normas de los jóvenes son decisivos. Por tanto, hay que tratar de que adopten posturas frente a la violencia, al sexo, al consumismo, a la desigualdad de género. Con respecto a prevenir, muchas veces cuando desde la orientación actuamos es cuando el niño tiene ya un problema de aprendizaje tremendo. Lo ha suspendido todo, está desilusionado, desmotivado y queremos entonces arreglarlo. Es muy difícil. Lo bueno es singularizar el aprendizaje para que los problemas no se produzcan. Por eso la orientación tiene que empezar desde Primaria e incluso desde Infantil.

¿Se llega demasiado tarde a los problemas?
Tenemos un tipo de orientación que sigue siendo más remedial y terapéutica que preventiva. No nos adelantamos a los problemas, sino que los solucionamos cuando ya se han dado. Lo mejor sería prevenir para no tener que curar. Los muchachos están en una época donde el tipo de currículum por el que se encaminan va a tener mucha trascendencia para ellos en el futuro. Entonces hay que ayudarles a tomar decisiones con técnicas adecuadas, y no el último día de 2º de Bachillerato diciéndoles entonces las carreras que pueden elegir, que casi lo improvisan.

¿Puede servir la orientación también para prevenir el fracaso escolar?
La orientación es, ante todo, una medida de calidad, porque contempla al alumno en su totalidad, no sólo como un individuo que tiene que aprender, examinarse y cursar un currículum, sino como un ciudadano, hijo de una familia, compañero de un grupo, etc. Hay que analizar los aspectos cognoscitivos, pero también los afectivos, emocionales y sociorrelacionales, y el mundo de valores, actitudes y normas que le rodea. Por otra parte, va a dar sentido de unidad. Cada profesor tiene sus opiniones y criterios en torno a un grupo de alumnos. Entonces los muchachos a esta edad pueden sentirse muy dispersos. El profesor tutor es quien va a dar unidad a ese proceso. Se trataría de individualizar el proceso de enseñanza-aprendizaje en cada alumno, sabiendo quién es, diagnosticando sus posibilidades, sus limitaciones, sus propensiones y sus riesgos. Hay que saber quién es ese alumno, qué es capaz de aprender y dónde tiene sus dificultades.

Sin embargo, un trabajo que puede resultar de ayuda, es visto con recelo por parte del profesor.
Hay una cierta resistencia en el profesor a aceptar la presencia de un técnico que parece que le va a dar lecciones o que va a decirle lo que tiene y cómo lo tiene que hacer. No debería ser así. Tiene que ser una tarea colaborativa, apoyándose mutuamente. Hay problemas, situaciones, niños que necesitan una intervención altamente especializada. Y hace falta un técnico con conocimientos no sólo generalistas, sino alguien preparado en el ámbito de la psicopedagogía. Ha habido un cierto recelo, pero va a menos. Hoy creo que los orientadores han sabido ganarse un campo y la gente ha percibido la necesidad que tienen de ellos. Tan es así que los IES se colapsarían si no estuvieran los orientadores. Tienen a alumnos, padres y profesores a la puerta permanentemente porque hay muchas ganas de asesoramiento, incluso en temas íntimos y problemáticos a los que son capaces de dar luz, y no sólo con la buena voluntad y el buen consejo, sino con su preparación científico-técnica.

Y toda la formación pedagógica del nuevo Máster de Secundaria ¿va a suponer quitarle carga al orientador?
Vamos a ver primero lo que resulta de este Máster de Secundaria. Los orientadores se formaban en dos años. Ya se suponía que eran maestros y que habían hecho tres años de pedagogía o tres de psicología, y después en dos más se les formaba en psicopedagogía. Aun así, yo creo que la preparación no era lo suficientemente exhaustiva y profunda. Si ahora esto lo reducimos a un Máster que va a ser –hablando en términos generales– de un año, muy bien tiene que funcionar para que ese profesional salga bien formado. Tengo mis reservas, pero esperemos a ver lo demuestran los hechos.

¿No cree que falta diálogo y coordinación entre profesores y orientadores?

Siempre va a haber gente que crea en esta ecuación: saber es igual a saber enseñar. Una cosa es saber química para investigar en un laboratorio y otra cosa es saber química para enseñársela a unos alumnos que quizá no sean muy motivados hacia ello. Entonces el orientador tiene que desarrollar una tarea de equipo y eso cuesta bastante y mucho tiempo. Y sobre todo el mayor problema es que tenemos un orientador en un IES de 1.000 a 1.500 alumnos, por lo que está desbordado absolutamente. Sólo puede atender las cosas más urgentes que a veces no son las más importantes. Ni puede trabajar con el profesorado ni dedicarle el tiempo que sería necesario.

¿Cómo ve el futuro de la orientación?
Yo diría que ha abierto un campo esperanzador. Los centros piden y necesitan orientador y en muchos casos funcionarían difícilmente sin orientador. Pero con pocos medios no se pueden hacer grandes cosas. No se puede reducir su tarea a tres charlas a los alumnos o a cuatro profesionales que les acompañan a la universidad para enseñársela y decirles lo que allí se estudia.

OTRAS REFLEXIONES

  • Trabajo de equipo

“La orientación es una tarea de equipo y donde no se trata de ir unos contra otros sino de unir fuerzas y ver cómo se pueden solucionar los problemas del alumno, en su familia o en una asignatura concreta. Es malo pensar que la orientación es algo que necesariamente lleva al distanciamiento o al enfrentamiento. Hay que pensar siempre en la colaboración”.

  • Apoyo al profesorado

“En muchos centros el orientador ha sido el que ha detectado carencias formativas del profesorado en estilos, técnicas de aprendizaje o en metodología, y es el que al ver esas necesidades ha recomendado un curso, o le asesoran a la hora de programar el currículum, cómo hacer una secuencia de aprendizaje, cómo evitar dificultades, qué textos son mejores, o qué medidas metodológicas o tecnológicas serían más utiles”.

  • Labor con los padres

“Los padres tienen muchos problemas en la Educación de sus hijos, por incertidumbre, por dificultades de relación familiar, limitaciones económicas, paro u hogares desestructurados, y casi todo eso va a caer en manos del orientador antes o después”.

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