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“Hoy la sociedad quiere un tipo de autoridad que no se base en el miedo”

Díaz-Aguado destaca que ya las familias no están dispuestas a defender al profesorado aunque se equivoque, sino que lo hacen por el respeto a la dignidad de la persona.

Adrián ArcosMartes, 11 de mayo de 2010
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La presencia de los valores democráticos en el proceso educativo. Así se titulaba el seminario que organizó el Defensor del Pueblo los pasados 5 y 6 de mayo. Una de las ponencias estuvo a cargo de Mª José Díaz- Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid, que basó sus conclusiones en un estudio sobre convivencia escolar en la ESO, encargado por el Ministerio, en el que han colaborado las 17 comunidades autónomas y participado más de 40.000 personas, incluido alumnado, profesorado, Departamentos de Orientación, equipos directivos y familias de 347 centros educativos.

¿Son los padres responsables de algún modo de la convivencia escolar, y de la posible conflictividad?
Los niños llegan a la escuela con un bagaje que no sólo procede de lo que ha sucedido en sus casas, sino también de la influencia de los medios de comunicación, de lo que hay o lo que no hay en el barrio. La Educación es como un puzle en el que hay muchas piezas, y esas piezas tienen que encajar. La familia y la escuela son dos piezas centrales muy importantes. Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías son también muy fuertes y los recursos que hay en el entorno y los mensajes que transmite la sociedad también. Entonces tanto en los problemas como en las soluciones hay que tener en cuenta esta complejidad.

¿Qué datos existen sobre el papel de las familias en la mejora de la convivencia?
Por ejemplo, hemos preguntado a las familias cómo podrían los profesores recuperar autoridad. Las familias destacan que el profesor tiene que transmitir autoridad y dar confianza al mismo tiempo. Sólo el 2,7% de las familias destacó que ganaría autoridad castigando ante la más mínima falta. Hoy la sociedad quiere un tipo de autoridad que no se base en el miedo. El miedo produce en los alumnos tendencia a evitar a esa persona, a rechazar todo lo que transmite, entonces no podría educar.

¿Qué pueden hacer entonces las familias para que el profesor gane autoridad?
La primera acción que proponen es transmitir desde la familia el respeto a todas las personas, incluido el profesorado. No es el respeto al profesor simplemente por ser profesor, sino el respeto a su dignidad como persona y el plus añadido por la tarea que desempeña. Lo proponen desde un punto de vista del respeto universal, es decir que ya las familias no están dispuestas a defender al profesorado aunque se equivoque, aunque crean que no tenga razón, sino que están dispuestas a hacerlo por el respeto a la dignidad de la persona. En segundo lugar, la medida que proponen es hablar bien del profesorado en casa, manifestando confianza y respeto por su trabajo, porque esto se puede transmitir a los adolescentes. Y en tercer lugar proponen actuar conjuntamente con el profesorado con una comunicación continua sobre la situación del hijo. Tienen que crear equipos, una complicidad para que la familia y escuela sumen y no resten.

Sin embargo, hay estudios que reflejan que las agresiones a profesores proceden a veces más de los padres que de los propios alumnos.
Los resultados de nuestro informe reflejan que los casos de conflictos extremos con las familias son, menos mal, muy excepcionales. Lo que puede suceder es que sean especialmente dolorosos para el profesorado. Quizá estemos más preparados para asumir que un adolescente pueda incurrir en una falta grave o que pueda transgredir una norma, que esto lo haga un adulto. Lo que aparece en nuestro estudio es que los equipos directivos o el profesorado consideran que el obstáculo más grave para la convivencia es, en primer lugar, la falta de disciplina en las familias y, en segundo lugar, su falta de implicación. La escuela echa de menos que la familia colabore más en la Educación de los hijos. Lo que ocurre es que en la escuela tradicional, que se definió con la Revolución Industrial, escuela y familia no colaboraban. Cada una cumplía su función bastante diferenciada. La cultura de la Revolución Industrial es individualista-competitiva y todas nuestras instituciones educativas se crearon para esa sociedad. No es una cultura de la colaboración y ahora en el siglo XXI tenemos que crearla.

¿Cree entonces que existe una pérdida de autoridad en la propia familia que luego se traslada a la escuela?
Forma parte de un problema compartido. Se tiene que producir una toma de conciencia colectiva de que la democracia necesita autoridades fuertes, reconocidas, profundamente respetadas que nos ayuden a conseguir esos valores. El profesor tiene que ser un líder de esas características. En el estudio se destaca que el profesor ganará autoridad si es percibido por sus alumnos como alguien que les puede ayudar en cosas que desean (aprender, sacar buenas notas…), alguien preocupado por la justicia (para resolver conflictos de forma justa) y alguien que tiene cualidades que les gustaría tener (esto se llama autoridad de referencia y permite educar y enseñar al mismo tiempo). Así la autoridad influye de forma muy profunda. Los profesores necesitan trabajar en condiciones que les permitan ejercer ese tipo de autoridad. Y hay que entender que ese concepto está en crisis en toda la sociedad. Los padres tienen dificultades porque también les cuesta ejercer esa autoridad por una razón parecida, unido a la falta de tiempo.

También hay estudios que afirman que separando a alumnos y a alumnas se evitarían confrontaciones.
Los estudios que analizan la posible conveniencia de segregar a las niñas de los niños tienen muchas dificultades metodológicas. Hay una revisión del propio Departamento de Educación de EEUU, que es el país donde se han realizado más trabajos sobre este tema, y cuestiona la validez y rigor de estas investigaciones. Es decir que no tenemos evidencia que apoye la segregación. ¿Que en un contexto heterógeneo pueda haber más conflictos que en contexto homogéneo? Puede ser. Pero hay que tener en cuenta que en el siglo XXI, y en su vida adulta, los alumnos van a tener que vivir en un mundo global, heterogéneo y conflictivo, donde hay hombres y mujeres. ¿Qué escuela es la mejor para enseñarles a vivir en ese mundo? Pues una escuela donde se produzca esa diversidad, que es la que van a encontrar después. De esto sí que hay muchas pruebas. En el contexto heterogéneo hay más conflictos, pero también más oportunidades para aprender a resolverlos, siempre y cuando efectivamente esos profesionales de la Educación dispongan de los recursos, habilidades y procedimientos necesarios.

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