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Salvar a un náufrago

Miércoles, 19 de mayo de 2010
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Dice Pennac, autor francés con experiencia docente, que junto a cada alumno salvado de un previsible fracaso escolar, hay alguien que ha ido más allá de lo obligatorio. A estas alturas de curso, muchos alumnos tienen ya la nota casi decidida, pero hay una franja de chicos y chicas que en estas pocas semanas se jugará el paso de curso o la repetición, aprobar o suspender una asignatura…

Cuentan que en una pleamar especialmente alta, muchas estrellas marinas quedaron sobre la arena. Como no era previsible que el mar volviera a llegar allí, morirían. Mientras un observador veía esa situación desde el paseo marítimo, una persona, quizá jubilada, recorría la playa, cogía una estrella y la lanzaba con fuerza al agua.

No era una tarea exitosa, pues eran miles las estrellas en esa situación y él sólo cambiaría el destino de unas docenas. Al llegar a la altura de observador, éste le hizo un comentario desalentador. El caminante, sin apenas girarse, mientras lanzaba una nueva estrella al agua, dijo: “pues a ésta le ha cambiado la vida”.

No es ingenuidad dedicar un nuevo esfuerzo al final de curso. Es probable que nadie nos lo reconozca; pero si uno sonríe escéptico cuando lee estas líneas, quizá es él mismo quien necesita ayuda; su ilusión profesional está muerta o agonizando.

Los profesores lo tenemos difícil, realizamos nuestro trabajo en situaciones adversas, pero unos hacen el esfuerzo de salvar del fracaso a un alumno y otros se limitan a observar. Dicen que en la juventud pretendemos cambiar el mundo; después nos contentamos con sacar adelante la familia y finalmente, se trata de no abandonarse uno mismo en el declinar de la vida.

Rendirse, durante la vida profesional, es dejar que se cumpla en nosotros el adagio aplicable a los docentes: “primero, Sancho el Bravo, luego Sancho el Fuerte y, finalmente, Sancho Panza”. Casi todos, en nuestra vida, recordamos con agradecimiento a esos pocos profesores que dejaron una grata huella en nuestra vida. Cada uno puede ser esa persona para un alumno en situación límite.

Algunas batallas hay que librarlas no porque tengamos segura la victoria, sino porque renunciar a ellas es perder parte de nuestra condición de personas.

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