fbpx

La repetición de curso en Europa, una cuestión cultural

Rodrigo SantodomingoMartes, 12 de abril de 2011
0

De entre todas las dudas que rodean la repetición de curso, un reciente informe de la Comisión Europea ha querido centrar su foco investigador atendiendo casi en exclusiva a una única cuestión: ¿existe relación directa entre la normativa que regula la promoción de curso en cada país y la frecuencia con que los alumnos repiten? La respuesta, tajante, es que no.

Casi todos los estados analizados (miembros de la UE más Islandia, Liechtenstein, Noruega y Turquía) permiten que los alumnos con trayectorias erráticas vuelvan sobre sus pasos en Primaria y Secundaria. Y aunque es cierto que el abanico legislativo se revela amplio y variopinto a lo largo y ancho del continente, las divergencias sobre el papel se antojan, en esencia, poco relevantes.

A la hora de explicar por qué algunos países frenan la promoción entre años académicos mucho más que otros, lo que de verdad marca la diferencia –concluye el informe Repetición de Curso durante la Enseñanza Obligatoria en Europa– es la cultura educativa del país. La “creencia” (fuertemente arraigada en algunos países como España, y no así en otros) de que “repetir curso beneficia al alumno, una opinión que apoya la profesión docente, los propios padres y la comunidad educativa en su conjunto”, apuntan los autores.

El estudio elaborado por el Eurydice –la red que desde hace décadas analiza y recopila información sobre los sistemas educativos europeos– sólo aborda indirectamente, casi de soslayo, el eterno debate sobre la eficacia de repetir curso. Pero deja pistas que permiten adivinar el mensaje subyacente que probablemente pretende trasladar.

Al referirse a esa “creencia” sobre los efectos positivos de la repetición, los autores se descubren afirmando que “el cambio legislativo no es suficiente para modificarla”, dando a entender que se trata de una convicción errónea que sería conveniente desterrar del imaginario colectivo en determinados lugares. No en vano, al poco añaden que esa suerte de fe en los efectos redentores de no pasar de curso “debe ser suplantada por un enfoque alternativo al enfrentarse a las dificultades en el aprendizaje de los niños y adolescentes”.

Al no argumentar (más allá de las citas del párrafo anterior) su postura ante la utilidad de la repetición, el Eurydice quizá se esté limitando a dejar que las cifras hablen por sí solas. Porque si la conexión entre normativa y aplicación del recurso más temido entre el alumnado se antoja casi inapreciable, tampoco parece sencillo encontrar lazos que vinculen al porcentaje de repetidores con los resultados globales de cada sistema educativo.

Entre los países donde más se repite figuran España y Portugal (ambos con escandalosas cifras de fracaso escolar y mediocres resultados en PISA), pero también Francia, que ya juega en otra liga en cuanto a rendimiento medio, y Holanda, el Estado europeo que habitualmente mejor puntúa en las evaluaciones internacionales tras Finlandia. Tampoco es infrecuente volver a empezar en Bélgica, en especial en la zona francófona, aunque las cifras de Flandes (que cuenta con uno de los modelos más exitosos del continente) superan el 20% entre los estudiantes de 15 años.

De igual forma, resulta imposible encontrar patrones comunes en el grupo de naciones que procuran mantener al alumno en su grupo de edad salvo en casos extremos. Allí aparecen, entre otros, Finlandia y el Reino Unido junto al resto del bloque mediterráneo: Grecia, Turquía e Italia. Tres países que no es habitual tomar como referencia a la hora de importar un modelo escolar de éxito.

Promoción automática
El informe dibuja un panorama en el que la promoción automática sería la excepción que confirma la regla. Sólo la legislación noruega la estipula en sentido estricto durante toda la enseñanza obligatoria, siendo el país escandinavo el único que garantiza que un alumno finalizará la Secundaria no superior (nuestra ESO) a la edad que en teoría le corresponde. En Islandia, nadie puede obligar a repetir curso a un pupilo, pero sus leyes permiten no promocionar si el propio estudiante (o su familia) así lo decide: menos de un 1% lo hace. Y en Reino Unido, casi nadie repite, si bien esto se debe a la costumbre (fuente principal del derecho anglosajón) y no a algún tipo de regulación que desaconseje la aplicación de esta medida.

Si nos ceñimos a la Primaria, la promoción automática se extiende a Bulgaria y Liechtenstein. Otros estados como Alemania, Hungría y Polonia evitan un “uso prematuro” de la repetición, señala el informe, prohibiéndola en los primeros cursos de esta etapa educativa.

En el resto de Europa, existe la posibilidad de no promocionar para todos los alumnos entre 6 y 16 años. El informe disecciona, siempre desde un punto de vista normativo, bajo qué circunstancias puede repetir un alumno en cada país: cuáles son los criterios a tener en cuenta antes de tomar una decisión, quién tiene la última palabra, cuántas veces durante la enseñanza obligatoria (o en cada etapa o ciclo) se puede recomenzar un año académico, etc.

Como es lógico, la vara de medir se rige ante todo por criterios académicos. La gran mayoría se sirve de un sistema de calificaciones prefijado para calibrar si el chaval ha progresado lo suficiente como para pasar de curso, aunque seis países recurren a la evaluación continua en Secundaria y ocho (entre ellos España) lo hacen en Primaria.

No obstante, algunos estados también contemplan la repetición como un amenaza disuasoria frente a las actitudes disruptivas del alumnado. En Polonia, por ejemplo, los estudiantes reciben a final de curso una nota según su comportamiento. Si obtienen “inadmisible” por segunda vez en junio, el centro puede forzarles a matricularse de nuevo en ese mismo curso al llegar septiembre.

Menos uniforme se presenta el espectro de mecanismos y protagonistas que en última instancia determina si alguien promociona o no. En Secundaria, hay opciones para todos los gustos: el director a solas con su conciencia (República Checa, Francia), los profesores que han enseñado al alumno durante el curso (España, Italia, Alemania), el conjunto de los docentes que trabaja en el centro (Chipre, Bulgaria)… También puede resultar imprescindible alcanzar un acuerdo final entre dos o más actores, como es el caso de Holanda o Polonia.

El informe menciona a los departamentos de Orientación españoles como ejemplo de órgano no docente (externo o interno) al que se pide asesoramiento antes de decidir si un alumno ha de repetir o no. Se trata de una práctica habitual en otros sistemas como el belga o el danés.

La voz de la familia
La opinión de los padres suele contar poco. En Primaria, su palabra vale más que cualquier otra –el niño repite únicamente cuando sus progenitores están de acuerdo– en la comunidad francófona de Bélgica, Polonia y Eslovenia. Y en Secundaria, la negativa paterna sólo tiene poder vinculante en el Reino Unido (aunque, de nuevo, no existe normativa que así lo estipule: simplemente, es la forma de proceder en la mayoría de los casos).

Sí es más habitual que los padres puedan recurrir el veredicto del centro e incluso llevar el caso a instancias superiores (España, Austria, Finlandia…). En el peor de los casos, cuando la decisión final germina y finaliza en las fronteras del recinto escolar (Dinamarca, Suecia), las familias poseen al menos derecho a que se les informe con antelación de que su hijo no va promocionar.

Incluso ciertos sistemas confieren a los padres el poder de solicitar que sus hijos repitan aunque el centro no lo estime conveniente. Es lo que ocurre, durante la Primaria, en Eslovenia y la República Checa; y, al llegar a la Secundaria, en Francia y la comunidad francófona de Bélgica. En Hungría se trata de una potestad extensible a toda la enseñanza obligatoria.

0