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Director, ¿compañero o jefe del resto de los profesores?

Adrián ArcosMiércoles, 4 de mayo de 2011
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¿Tienen los directores de los centros capacidad real de tomar decisiones y llevar adelante proyectos? ¿Debe dejarse el peso de su selección en manos del Claustro de profesores? ¿Se puede hablar de mayor autonomía sin un liderazgo fuerte y sin una clara rendición de cuentas? Fueron algunos de los temas que surgieron en la mesa redonda organizada por MAGISTERIO el pasado miércoles, y en la que se debatió sobre la figura del director y la necesidad de mayor autonomía para los centros.

Uno de los puntos que generó más desacuerdo fue el acceso a la función directiva, sobre todo por las diferencias entre la interpretación de los propios directores y la visión desde el ámbito sindical. Para Francisco Venzalá, secretario de Acción Sindical de ANPE, “el director tiene que ser uno más, un compañero elegido por el claustro de profesores”. No pensaba lo mismo Pilar de los Ríos, directora del IES “Palomeras-Vallecas” de Madrid y que participó en la mesa redonda en representación de Fedadi (Federación de Asociaciones de Directores de Centros Educativos Públicos).
“Yo no soy compañera de mis profesores, no puedo serlo, ni siquiera ellos me miran a mí como compañera”, manifestó De los Ríos. “Además, si logramos ejercer las competencias que la LOE nos tiene marcadas a nivel de recursos humanos y de evaluación de aprendizajes, el profesor no me puede tratar como compañero; soy un docente igual que él, pero en ese momento soy el director del centro, con unas funciones diferentes; es decir, que en determinados momentos trabajaremos al unísono, pero soy su jefe,”, apostilló la directora.

Con respecto al acceso a la función directiva, el presidente del Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid, Francisco López Rupérez, se mostró tajante: “Justamente porque requiere un complejo perfil de competencias, la dirección escolar, que es participativa en su desarrollo, no puede ser participativa en cuanto a su designación. Hay que asegurar que los directores escolares tengan un perfil de competencias adecuado al puesto complejo que tienen que desempeñar y para eso hay que profesionalizar la selección”.

Desde la Concertada, el secretario general de Escuelas Católicas, Juan Antonio Ojeda, también se mostró de acuerdo con esta profesionalización: “No soy partidario de un nombramiento democrático, tiene que ser un profesional que sea elegido en función de sus competencias, su currículum y una titulación adecuada. Democráticamente, por ejemplo, yo no elijo al profesor de inglés, sino que veo quién tiene las competencias y titulación adecuada”.

La visión de la realidad
Rupérez aportó también una reflexión muy interesante sobre a quién le corresponde la elección del director: “Un alumno, un profesor y el director del centro ven la misma realidad, pero no la ven de la misma manera”. El presidente del Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid se refería a que él mismo ha sido testigo de la transformación de la visión sobre la realidad de un centro que experimenta un profesor cuando, por ejemplo, alcanza el nivel de jefe de estudios. “Tú no puedes delegar la designación del director ideal en personas que ven la realidad de una forma distinta a la que es necesaria para el ejercicio de la función directiva, porque en este caso se produce una contradicción entre los fines y los medios”, aclaró Rupérez.

Sin embargo, los asistentes sí que quisieron poner de manifiesto el importante papel del equipo directivo para compensar algunas de las competencias del director. Miguel Ángel Sancho, presidente de la Fundación Europea Sociedad y Educación, recordó que “una de las recomendaciones de los informes internacionales es fomentar la capacidad del director para hacer que el liderazgo sea más participativo, de tal manera que los mandos intermedios ejerzan también ese liderazgo, lo cual ayuda a compensar los roles y a formar equipos más complementarios integrados tanto por personas con más capacidad de gestión y administración como por otras con muy buen nivel de influjo pedagógico”.

Pilar de los Ríos se mostró de acuerdo con esta distribución, aunque ella resaltó que “el liderazgo no sólo es del director y del equipo directivo, sino que existen más puestos intermedios en los centros que son vitales y cada uno tiene que se asumir su responsabilidad”. Entre ellos destacó a los jefes de departamento: “Estos puestos intermedios me parecen de vital importancia y no asumen esas responsabilidades, y la función del director es también ayudar a esas personas a que ejerzan su liderazgo”. Para ella “la figura del director se tiene que hacer atractiva, y no sólo a través de compensación económica, ya que el nivel de responsabilidad y las horas de trabajo no están pagadas, sino mediante una buena promoción personal”.

¿Un Cuerpo de Directores?
Precisamente en este punto surgió el debate sobre si habría que crear un Cuerpo de Directores. De los Ríos lo dejó claro: “Con el cuerpo de directores, al final la experiencia del modelo francés nos dice que se convierte en un puro gestor, totalmente alejado del sistema educativo”. Ella advirtió de que “un director tiene que tomar decisiones que pueden resultar complicadas con el resto de compañeros”, por lo que algunas salidas, a su juicio, “son que pudiera ejercer su labor docente en otro centro, o aprovechar su valía como director en otros centros o que ejerciera tareas de formación o asesoramiento de la comunidad educativa”.

Rupérez incluso manifestó que “el Cuerpo de Directores es un concepto que ha quedado un poco obsoleto. No hay ningún cuerpo de consejeros delegados de empresas, ni de directores generales de organizaciones”. En su opinión, “la noción de cuerpo es excesivamente rígida para la flexibilidad que requiere el actual contexto”, por lo que él se decanta por la noción de “Grado de Director”. Según Rupérez, “el Grado nos remite a la existencia de una carrera profesional, con un plan de carrera para el profesorado, de tal forma que el docente que adquiere el Grado de Director está habilitado para serlo, y lo puede ejercer o no, pero sabe que si aspira a una carrera evolutiva, puede acceder con el correspondiente procedimiento a la condición de inspector educativo, o a determinados puestos técnicos de la Administración educativa”. Su idea es plantear un cierto dinamismo personal que mantenga la motivación y la tensión de la mejora a lo largo de toda la carrera profesional de un profesor.

Carrera en el Estatuto
En este punto, Francisco Venzalá quiso aportar su planteamiento sindical: “El marco ideal donde nosotros entendemos que debía desarrollarse ese nuevo modelo debería ser el Estatuto de la Función Pública Docente, donde se defina una carrera profesional y quede regulada la promoción horizontal y vertical, independientemente de que la capacitación se adquiera a través de un Grado o como lo queramos llamar”.

En ese momento, el representante de ANPE quiso también matizar su idea de que el peso del nombramiento del director recaiga sobre el Claustro de profesores: “Eso no significa que en ese marco de la carrera profesional enmarcada en el Estatuto Docente sólo obtengan la dirección aquellas personas con un determinado perfil o con los requisitos que se negocien o se acuerden entre la Administración y los agentes sociales, pero es muy importante que el compañero vea al director dentro de su ámbito”. Venzalá no quiere que se convierta en “un modelo francés, donde es totalmente organizativo, o que sea como el inglés donde es gestor y con algunas atribuciones pedagógicas, o como el alemán que es el representante de la Administración central en los Länder”.

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