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“El profesor que impone, lo único que consigue es temor, pero no respeto”

Adrián ArcosMiércoles, 13 de julio de 2011
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Foto: Jorge Zorrilla

Lo escribió por la necesidad de formarse como madre. '¿Pactamos?' es el título del libro editado por la Fuhem (Fundación Hogar del Empleado) y la autora Gloria Pastor, profesora de Secundaria del Colegio “Nueva Castilla” en Vallecas (Madrid). Fruto de su práctica profesional y familiar, su libro recoge un mecanismo eficaz para conseguir que los adolescentes avancen y se esfuercen: el Pacto.

¿Por qué un pacto?
Un pacto es una forma de trabajar con adolescentes de otra manera, por la cual se consigue que ellos se comprometan. Y en el momento en que un adolescente se compromete por escrito delante de testigos, se supera a sí mismo y lo cumple.

¿No es una etapa demasiado convulsa para llevar a cabo pactos?
Estamos acostumbrados a ver la adolescencia como una etapa convulsa, de conflictos, de dificultades, de crecimiento, pero es una etapa donde ellos elaboran soluciones a problemas muy concretos. Si un chaval tiene un problema y se lo consulta a un amigo, el otro rápidamente elabora una solución. Yo lo que planteo es aprovechar ese potencial de pensamiento reflexivo que tiene el adolescente para aplicarlo a su propia vida y para que saque adelante sus ideas y lo que él se proponga.

Pero normalmente los pactos se producen entre iguales. Sin embargo, en el libro propone que se realicen a distintos niveles (profesor alumno o padre-hijo).

El modelo de pacto que yo planteo no es cerrado y tiene multitud de variantes. El objetivo es conseguir que el adolescente sea capaz de organizarse. Lo que hacemos con el pacto es ayudarle a conseguir unos objetivos. A veces ponemos el lema Lo que se promete se cumple. De esta forma, el adolescente escribe lo que quiere conseguir, a qué se compromete y qué ocurre si no lo cumple. O sea, él fija las consecuencias del incumplimiento, por lo tanto evitamos el castigo. Esto del castigo muchas veces culpabiliza a los padres, se arrepienten y echan marcha atrás, y eso no es bueno para un adolescente. De esta forma, el chaval se compromete, el padre lo va a firmar, pero antes de escribirlo, por medio del diálogo asertivo, se llega a un acuerdo.

¿Cómo funciona en la escuela?
Yo planteo la necesidad de trabajar en forma de asambleas, que dicho hoy parece fruto del 15M, pero este libro está escrito desde hace tres años. Y las asambleas son donde ellos gestionan su mundo escolar. Hay un secretario de la asamblea, que a lo largo de la semana apunta los temas que deben tratarse. Y el día de la asamblea, el tutor se pone al final de la clase y sólo puede hablar si quien dirige la asamblea le da permiso. Ellos tienen unos cuadernos donde apuntan los temas que se tratan y las soluciones. Y en esas asambleas hemos solucionado casos de acoso escolar, problemas de la vida cotidiana, conflictos en el patio, rencillas entre edades, incluso hemos sacado adelante un proyecto solidario de ayuda a Benín. Y se hace un seguimiento. Si un alumno a lo largo de la semana hace algo bueno por los demás, ayuda a alguien desinteresadamente, colabora o ha mejorado en un pacto, después en la asamblea se le da un felicito. Y si ha hecho algo negativo o ha entrado en algún conflicto, se le da un regaño. Eso se vota democráticamente, y la persona que recibe el felicito o el regaño tiene que decir si lo acepta o no. Y de ahí se eligen los cargos de la clase, que semanalmente van cambiando.

¿Cuál sería el procedimiento que se seguiría con un alumno conflictivo, que se lleve mal con sus propios compañeros, que le va mal en clase y que no aprueba?

Se le dice que queremos plantear desde la asamblea que tiene que mejorar. Pero puede ocurrir que ese alumno sea un dominante o un líder malo que tenga sometida a la clase. Entonces el tutor habrá tenido que reunir anteriormente los apoyos con los que cuenta en clase para verbalizar esto. El objetivo primero es hacer ver a este adolescente que tiene un problema y después darle la mano y decirle que podemos ayudarle. Generalmente colaboran, porque ve que vamos de buena fe,que le queremos ayudar, y además los chavales están acostumbrados desde principio de curso a este lenguaje del pacto. Y si esta persona tuviera que trabajar con su familia, pues habría que hablar con los padres y hacerles llegar a acuerdos. Las consecuencias serán personales o lúdicas, pero él tiene que firmarlas.

¿Este método se nota luego en los resultados académicos?
Cuando se hace un pacto con ellos hay un seguimiento de 21 días. Es el tiempo que fijan los psicólogos para conseguir un hábito. Si tú cumples algo que te has propuesto durante 21 días, consigues un hábito, que te lleva a una virtud, un término de mejora que intentamos reforzar positivamente en las asambleas a través de los felicitos. Los pactos también se ponen en el panel de la clase para reforzar así los compromisos, ya sean académicos o personales. Cuando les muestras afecto, los adolescentes y las personas en general progresamos.

A veces surgen muchas críticas sobre la implicación de los padres y sobre si generan más conflictos que los propios alumnos.
Generalmente las madres seguimos llevando la bandera de la educación de los hijos. Si el padre no se muestra receptivo, seguro que la madre acepta que le ayudemos si su hijo empieza a tener problemas. Otro tema es que un chaval sea demasiado conflictivo y problemático y se escape de nuestras manos. Entonces serán otros especialistas los que tengan que ocuparse de él. Pero ¿por qué llegar a ese extremo si podemos evitarlo?


¿No rompe su método con la idea de liderazgo docente?

Rompe con la idea de autoritarismo. La buena autoridad se consigue, el autoritarismo es una imposición. Los profesores somos guiadores de nuestros alumnos, de su proyecto, de su historia personal, de lo que ellos quieren conseguir. Por ejemplo, un chaval de 1º de la ESO venía con partes de conducta, muy rebotado, era un rebelde sin causa, y decidimos plantearle un pacto. Su madre antes habló conmigo, y conseguimos que verbalmente el chaval planteara lo que él quería conseguir. Nos dijo que mejorar, aprobar todas y entrar en el Rayo Vallecano. Y lo ha conseguido todo. Ese pacto está firmado.

Pero ¿no rompe también con el ambiente político reciente que apuesta por reforzar la autoridad del profesorado a través de las leyes?
Pero rompe porque supone aplicar el concepto de democracia y de ponernos de acuerdo mediante el diálogo. Muchas veces el respeto es muy difícil de conseguir. Las asambleas permiten que basemos la charla en el respeto. Si los chavales tienen una queja de algún profesor o de la tutora, pueden verbalizarlo en la asamblea siempre que el profesor esté delante. Lo que no se puede hacer es hablar mal de nadie. Si un profesor no tiene respeto, se abre la asamblea, y quizá ese profesor también tenga que aprender a dialogar y a pactar. El que impone no consigue que se le respete, consigue una imposición, pero no un respeto. Tampoco se puede conseguir respeto con miedo, porque se consigue temor pero no respeto. Si tú te ganas un respeto como profesor tú puedes dar clase, porque ellos entienden lo que supone nuestro trabajo. Éste no es un método para mimar o sobreproteger a los adolescentes, sino para ponerles su realidad delante y que ellos planteen su vida de otra manera.

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