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De la ESO del fracaso a la ESO de las oportunidades

Jueves, 8 de marzo de 2012
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Uno comienza a hartarse de escuchar eso de que los problemas de nuestra Educación se originan en Primaria y afloran en Secundaria. Cuando se proponen medidas en 4º de ESO alguien levanta la mano y dice que el problema surge en los cursos anteriores…, los de Primaria dicen que la clave es la escolarización 0-6, la plasticidad neuronal…, los docentes dicen que como los niños no vengan educaditos de casa no hay nada que hacer…, las familias…, etc. La Educación siempre ha sido terreno abonado para echar balones fuera.

Sí pienso que es necesario y urgente tomar medidas sobre toda la Secundaria y de arriba a abajo, es decir, empezando por 4º y terminando por 1º. Se equivocó (otra vez) el ministro cuando dijo que la tasa de repetición es más alta en 4º de ESO que en 1º. No, en concreto es cinco puntos más baja y es lógico puesto que ya se ha producido una ‘selección natural’ (sic) cuando llegan a ese curso. El ministro debería hablar de tasa de idoneidad que, esa sí, vemos que va cayendo a medida que los alumnos recorren la ESO. Si a los 12 años el 83% aun está en el curso que le corresponde, a los 15 ya sólo es el 59%, o sea, cuatro de cada diez ya se han quedado descolgados.

Me parece vital un 4º de ESO convertido en Bachillerato para unos, ciclo formativo para otros y PCPI para el resto. Ofrecer sólo ESO o PCPI es privar de oportunidades reales a muchos miles de alumnos que tendrían éxito personal en un ciclo formativo. Y creo que ya hemos negado demasiadas oportunidades durante los últimos 20 años. En 3º de ESO –en mi opinión– habría que ofrecer los itinerarios previsto en la Ley de Calidad y que luego Gabilondo dejó para 4º. Y en cuanto al primer ciclo, la solución vendría por ofrecer formación por niveles… Todas medidas de flexibilidad que son particularmente urgentes para los IES; privados y concertados se buscan la vida… (Un dato. Prueba CDI 6º Primaria: 11 públicos entre los 20 primeros. CDI 3º ESO: dos IES entre los 50 primeros).

En definitiva, se trata de sacar el máximo de cada persona desde la realidad de cada persona, sin utopías, sin espejismos y sin buenismos que –lo sabemos– se tornan poco después en desastres personales. Creo que dos millones de chavales víctimas del fracaso escolar ya son suficientes.

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