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“Mientras sigamos organizando la escuela de acuerdo a asignaturas, tenemos un problema”

Empresas y administraciones se disputan los servicios de Billy Boyd, un escocés que apuesta por flexibilizar el currículum y centrar la enseñanza en la idiosincrasia de cada alumno. Boyd estuvo en Madrid invitado por Fundación Telefónica.

Rodrigo SantodomingoMartes, 19 de junio de 2012
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¿Es la Educación personalizada el principal de-safío que tienen ante sí las aulas del siglo XXI?
Sin duda. Desde que la Educación universal estatal fuera introducida en la mayoría de países occidentales, la única vía para mantenerla sostenible ha sido recurriendo a la masificación, a los grandes números. Lo cual está bien cuando la forma de aprendizaje se basa en la instrucción, con el profesor delante de una enorme clase, hablando sin parar, y los alumnos sentados en hileras, escuchando y tomando apuntes. Desde este planteamiento, resulta fácil recurrir a los grandes números. En los países asiáticos aún aprenden de esta manera, no existe ningún tipo de interacción… Tender hacia una Educación genuinamente personalizada para cada alumno supone un cambio de paradigma respecto a este enfoque tan tradicional sobre cómo debe ser el proceso formativo del alumno.

¿Medidas concretas para avanzar en esta dirección?
No tiene ningún sentido, por ejemplo, que en los sistemas educativos modernos los alumnos avancen exclusivamente de acuerdo a su edad y no cuando están preparados para avanzar. Lógicamente, pasar de un modelo cronológicamente muy rígido a otro más flexible en cuanto a la edad del alumno no parece tan fácil .

Más allá de esto que comenta, ¿piensa que la transformación de paradigma que planteaba antes se presenta llena de zonas de sombra, que nadie sabe con certeza hacia dónde vamos?
Me parece que es un apunte muy sensato. Es cierto que en buena medida no sabemos cómo va a ser la enseñanza en un futuro próximo, pero lo que está claro es que el sistema industrial no puede durar mucho más. Las escuelas, los profesores, los alumnos… Todos nos dicen que el modelo tradicional ha quedado obsoleto, y, si pervive, serán los propios profesores, los alumnos, toda la comunidad educativa los que se rebelen contra él. Hablo de un profundo cambio estructural que afecte a todas las parcelas de la vida escolar. En Primaria, aún se pueden mantener algunas viejas estructuras porque los alumnos ya trabajan juntos con frecuencia y el seguimiento del profesor es muy cercano, conoce muy bien a sus alumnos. Es en Secundaria donde opino que se encuentra el gran reto. Mientras sigamos organizando la escuela de acuerdo a asignaturas, tenemos un problema.

¿Y cómo organizamos entonces el currículum?
Hemos de conceder absoluta prioridad al aprendizaje por proyectos. Pensemos en un centro de Secundaria que ofrece a sus alumnos y profesores un largo listado de proyectos a los que pueden apuntarse, con opciones muy variadas. Un equipo de docentes multidisciplinar coordinaría cada proyecto, estableciendo objetivos pedagógicos muy claros, marcando los tiempos… Es una tarea exigente desde el punto de vista didáctico, pero muy gratificante. Los profesores tienen mucho más que aportar en sus escuelas que el conocimiento que poseen sobre su asignatura concreta; el problema es que no siempre tienen la oportunidad de poner en práctica esas habilidades.

En España, el programa de austeridad del Gobierno está obligando a aumentar las ratios de alumnos por aula. ¿Dificultan este tipo de medidas la transición hacia un tipo de enseñanza que tenga en cuenta el potencial y los intereses de cada alumno?
Qué duda cabe que hace la Educación personalizada mucho más difícil. Pienso que en un mundo ideal, las ratios de alumnos por clase tendrían que ser mucho más bajas. No conozco en detalle la situación de España, así que me cuesta opinar sobre estas cuestiones. Desde luego, si están adoptando medidas tan drásticas, la situación debe ser francamente grave, porque algo sobre lo que existe consenso en la comunidad educativa internacional es que contar con más profesores siempre es positivo. La tecnología puede ayudar a suplir la labor docente hasta cierto punto, pero no existe un sustituto para esa relación personal entre alumno y profesor que tan fructífera puede resultar.

Usted aboga por implicar mucho más al alumno en la toma de decisiones sobre cómo quiere él mismo que sea su senda formativa. Supongo que aquí también se plantean diferencias entre la Primaria y la Secundaria.
Sí, está claro que no es lo mismo un niño de siete años que un adolescente de 15. A medida que el alumno se hace mayor, puede asumir mayores grados de responsabilidad. Y, de nuevo, pienso que en este sentido cada individuo, cada estudiante es un mundo. Habrá algunos que maduren antes, otros más tarde… Pero lo que resulta paradójico es que, con el sistema actual, tan orientado hacia los resultados, cuanto mayor es un estudiante, menos margen de maniobra tiene para confeccionar su propio itinerario. A los 15-16-17 años, que es la edad idónea para hacerlo con total libertad, el alumno tiene su mente puesta en exámenes reglados y uniformes que vienen de arriba. Y para los profesores igual, ya que las administraciones incrementan en estos cursos la presión para que el docente rinda cuentas sobre su trabajo en forma de números, de alumnos aprobados en tal o cual examen, lo cual resta mucho espacio para la creatividad en el aula.

Pero las instituciones de Educación superior van a mirar con lupa las notas del alumno durante su paso por la Secundaria. Quieren un criterio objetivo para filtrar y seleccionar a sus alumnos.
Otro error, en mi opinión. Tenemos que poner el énfasis en el desarrollo integral del alumno y quitar peso a los resultados, a la nota pura y dura. Al intentar acceder a la universidad o conseguir un empleo, los jóvenes deberían enfrentarse a un proceso de selección en el que pudiesen contar su historia como personas, es decir, cómo se han desarrollado y evolucionado a todos los niveles, no sólo en el plano académico.

¿Supone este nuevo paradigma un refuerzo para la consideración profesional del docente?
Sí. Hay países que, incomprensiblemente, están restringiendo la creatividad del profesor en pleno siglo XXI. Establecen objetivos por resultados muy estrictos, promueven la enseñanza memorística, la “enseñanza de verdad”, según su parecer… Déjeme que le cuente lo que estamos haciendo en Escocia, que no es otra cosa que intentar con todo nuestro empeño profesionalizar la enseñanza. Queremos dejar por fin atrás los tiempos en los que las autoridades decían al profesor lo que tenía que hacer. El mensaje lanzado es claro: por lógica aplastante, los docentes son los que mejor saben lo que hay que hacer en el aula. Les estamos diciendo: “confiamos en vosotros”. Esto supone un gran acto de justicia y valentía.

¿Me puede concretar cuál sería el papel del profesor en un sistema que haga hincapié en la Educación personalizada?
De forma muy resumida, apoyar al alumno en su desarrollo tanto académico como personal y emocional. También sostengo que el profesor debería coaprender con sus alumnos. En el siglo XXI, un buen profesor tiene que verse a sí mismo como un aprendiz y un educador de manera simultánea.

Docentes más profesionales y, al mismo tiempo, más modestos, más conscientes de que con las nuevas tecnologías ya resulta imposible hacer creer a sus alumnos que poseen la verdad absoluta.
Sí, se antoja algo paradójico. Pero no creo ni mucho menos que asumir las limitaciones del profesor en este sentido socave su papel en la enseñanza contemporánea. De alguna forma, también la fortalece. Hace no muchos años, nadie dudaba de que el profesor era el experto sin matices, y que por eso tenía el monopolio del conocimiento y que su tarea pasaba por transmitirlo de forma unidireccional a sus alumnos. Esto, obviamente, era una ficción que se hizo realidad en el imaginario colectivo. Ahora, un buen profesor no tiene ningún problema en admitir que no sabe todo. ¡Nadie sabe todo! Esto libera al profesor y permite que emerja todo su talento para desarrollar el potencial de sus alumnos, motivarles y ayudarles a encontrar su identidad.

–Nuevas tecnologías y Harry Potter

-Sistema de evaluación inglés
“Es muy diferente del que tenemos en Escocia. Nosotros aparcamos hace tiempo las league tables (clasificación anual de todos los centros públicos en Inglaterra según sus resultados). Allí quieren resolver sus problemas mirando atrás en la historia: más exámenes, mayor rigidez en el currículum. Los políticos suelen pensar que los exámenes pueden arreglar la Educación. Esto no es cierto, no es más que un mito”.

-La tecnología, ¿una amenaza para el profesor?
“Muchos docentes ven una amenaza en las nuevas tecnologías, ya que éstas permiten que el alumno contraste y ponga constantemente en duda lo que afirma el profesor. Está bien que sientan esta amenaza. Si un profesor insiste en contar la Historia como si sólo él conociese qué ocurrió en el pasado, está abocado al fracaso”.

-Multitarea
“No creo que la exposición permanente a la tecnología entre las nuevas generaciones esté limitando su capacidad de concentración. No hay más que ver cómo los chavales devoran durante horas larguísimas novelas, por ejemplo de la serie Harry Potter”.

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