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Un legado educativo con marcado acento british

MagisnetMartes, 16 de octubre de 2012
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No sólo la avalancha de centros bilingües públicos que ahora pueblan la red pública madrileña dan fe del magnetismo anglo que siempre ha sentido Esperanza Aguirre al lidiar con cuestiones educativas. Quizá sean su manifestación más obvia: cientos de colegios e institutos preparados y listos (unos más que otros) para proporcionar enseñanza hispano-inglesa a alumnos que difícilmente podrán acceder a un programa similar en un privado. Una apuesta criticada desde todos los frentes en sus primeros años de recorrido y que ahora pocos se atreverían a tocar a la vista de la furibunda oposición que, con toda probabilidad, encontrarían entre familias de filiación ideológica variopinta.

La enseñanza bilingüe ha sido, sin duda, la niña mimada de una política que nunca ha perdido ocasión de lucir su acento british. Preguntada el día de su inesperada dimisión, Aguirre no vaciló al señalar su plan de bilingüismo en la Pública como el principal motivo de orgullo en cualquier campo durante sus más de dos legislaturas al frente de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, la predilección de la expresidenta regional por las teóricas bondades de los sistemas anglosajones –ante todo el inglés– ha empaado otras iniciativas puestas en marcha en territorio escolar durante su mandato, aunque quizá de forma no tan evidente para el ciudadano de a pie.

Pensemos en las pruebas de diagnóstico, otra medida que en su momento levantó ampollas y sobre la que los padres han acabado por dictar sentencia favorable. La idea de evaluar a los centros como nunca antes se había hecho en España surge de la muy arraigada noción de accountability (rendición de cuentas) que sobrevuela las aulas del Reino Unido y sus excolonias. Ante la descorazonadora ausencia de datos comparables sobre el rendimiento de colegios e institutos, convencida de su eficacia para la mejora de la calidad, Aguirre tomó la decisión de emular las league tables que todos los años se publican en Inglaterra. El objetivo, disponer de información comparable en el tiempo con el fin de observar la evolución de cada centro madrileño de enseñanza no universitaria. Y en última instancia, premiar a los mejores y llamar la atención a los peores, en especial a aquellos que nunca dejan de serlo.

¿Públicas o no?
El núcleo de la polémica fue –y continúa siendo– la conveniencia de publicar o no los resultados de las pruebas. En los países anglosajones, se entiende que este tipo de evaluaciones se dirigen tanto a las autoridades (para que tomen las medidas oportunas) y a las familias (porque tienen derecho a saber qué tal funciona el centro en el que escolarizan o tienen previsto escolarizar a sus hijos). En un principio, la Administración madrileña aseguró que no tenía en mente dar a conocer el listado al gran público, aunque tampoco se molestó demasiado en ocultar que esa era su verdadera intención. Tras años de filtraciones (algunas a este periódico), comprobado que la opinión pública ha venido recibiendo los datos con sumo agrado, la Consejería de Educación incorpora actualmente todos los resultados en su página web.

Resulta innegable que el bilingüismo en la Pública (del que Madrid fue pionera junto a Andalucía) y las pruebas de diagnóstico (la Comunidad rompió el hielo en solitario) han calado hondo en el seno de la Educación en España. Ambos fenómenos se han extendido como la pólvora por todas las regiones del país, permitiendo que se apunte sin tapujos hacia dos de los principales problemas de la enseñanza al sur de los Pirineos: aprendizaje idiomático deficiente y escasa cultura evaluativa. En este sentido, Aguirre ha contribuido a desterrar la ideología de cuestiones que nunca debieron abandonar los dominios del debate estrictamente escolar.

Escuelas especializadas
Más allá de su misión lingüística, el plan bilingüe también ha servido para que la Pública madrileña rompa con la granítica uniformidad que tradicionalmente la ha caracterizado. La diversidad es un ingrediente que Aguirre siempre ha contemplado como esencial en la receta de una red de centros públicos en progresión ascendente. Una vez más, la inspiración proviene de territorio anglo. Y es que, de alguna forma, los colegios bilingües han sido las primeras specialist schools –un formato que implantaron en Reino Unido Tony Blair y su ministro de Educación, David Blunkett, del que Aguirre es admiradora confesa– que han empezado a operar en España.

Escuelas públicas especializadas, con personalidad propia y compitiendo entre sí en busca de la calidad. Y por arriba, desde el gobierno, una política de palo y zanahoria para promover la innovación y el cambio y evitar dormirse en los laureles del status quo. No resulta descabellado suponer que el sueño escolar de la ex-presidenta haya sido algo parecido a esto, aunque los límites normativos no le hayan permitido avanzar hacia él a la velocidad a la que le hubiese gustado. El Bachillerato de Excelencia fue, ya en sus últimos años de presidencia, otra apuesta por diversificar la apuesta de la Pública, en este caso juntando en un mismo espacio a los alumnos más capaces, una fórmula actualmente muy en boga en los Estados Unidos.

En este afán por sacar lustre a una escuela pública que Aguirre siempre estimó como anquilosada en exceso, muchos echaron en falta un mimo especial hacia los colegios e institutos más desfavorecidos, hacia los muchos centros de la comunidad que acogen a altísimos porcentajes de estudiantes con dificultades de origen. Cierto que durante su mandato se pusieron en marcha un plan de centros prioritarios con fondos especiales y otras iniciativas concretas, pero no ha existido, en estos últimos diez años, un enfoque verdaderamente integral y de largo alcance para abordar el fracaso escolar allí donde más daño hace.

  • Una marea en lucha por la dignidad profesional
  • Subyacente al incremento de dos horas lectivas en el horario docente regional, muchos profesores percibieron, en las declaraciones que justificaron la medida a comienzos del curso pasado, una verdadera ofensa a su integridad profesional. Sin demasiada sutileza, los cargos educativos de Aguirre se encargaron de crear un clima de opinión en el que prevaleciera la idea de que los docentes eran unos privilegiados que trabajaban poco y protestaban mucho. A esto se añade la proverbial animadversión de la expresidenta hacia los sindicatos, que, para lo bueno y lo malo, son los representantes de facto del cuerpo de profesores.
  • Vagos y representados por liberados sindicales sin otro ánimo que el de luchar por sus propios derechos y no por los de la mayoría. La visión proyectada desde la Administración y el consecuente sentimiento de injusticia se extendieron rápidamente dando lugar a la conocida como “marea verde”, que desde entonces reivindica con nombre propio la valía de la red pública madrileña y el buen desempeño de sus profesionales.
  • Aunque las movilizaciones (varias huelgas incluidas) han sido habituales entre la izquierda educativa durante el período Aguirre –los motivos: trato de favor a la Concertada, pruebas de diagnóstico, desigualdad en la Pública…– , el cenit de las protestas llegó durante el pasado curso y lo que llevamos de éste. La Consejería siempre negó que el incremento de dos horas fuera “un recorte”, pero los acontecimientos de los últimos meses (en los que el uso de la tijera presupuestaria ha sido omnipresente) han subido la intensidad y frecuencia de las protestas de la marea verde.
  • No en vano, en septiembre de 2011 Aguirre aseguró que la Educación era un “nicho” donde ahorrar gastos. Desde entonces, las estrecheces se han dejado notar en varios ámbitos, ya sea por imperativo estatal o por iniciativa del Gobierno regional. En una de sus últimas apariciones, una madre lanzó un tupper contra la expresidenta como protesta por la caída en las becas de comedor.
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