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La Lomce, pendiente de la movilidad del profesorado

Martes, 22 de enero de 2013
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Parece ser que el nudo gordiano de la financiación de la Lomce pasa por la movilidad del profesorado. El acercamiento entre los cálculos ministeriales y los números que han hecho algunas regiones pasa porque las administraciones autonómicas puedan y quieran reasignar efectivos, o sea, redistribuir al profesorado en función de las nuevas necesidades que imponga la reforma. Por eso, la secretaria de Estado, Montserrat Gomendio, dice la verdad cuando afirma que “la Lomce no tiene por qué ser cara en una primera fase”, pero que, en todo caso, dependerá del modo de aplicarla que decidan las comunidades autónomas. Y también dicen la verdad algunos responsables autonómicos cuando aseguran que la Lomce cuesta el triple de lo que les ha ofrecido el Ministerio. Al final, todo depende, como casi siempre, de la voluntad política.
Porque poder, se puede, cosa distinta es que se quiera. Ya el primer borrador presentado abría la puerta a esta posibilidad: “Las Administraciones educativas podrán trasladar al personal funcionario a centros educativos distintos al de su destino, de manera motivada y respetando sus retribuciones y condiciones esenciales de trabajo, modificando, en su caso, la adscripción de los puestos de trabajo de los que sean titulares”. No es fácil porque las administraciones tendrán enfrente, como un solo hombre, a todas las organizaciones sindicales de todos los signos y colores. La batalla está servida cuando hasta los sindicatos profesionales –aquellos poco sospechosos de albergar prejuicios ideológicos contra este Gobierno– han centrado sus críticas a la Lomce en dos medidas: la reasignación de efectivos y la nueva capacidad que se atribuye a los directores de configurar su equipo docente.
Y, sin embargo, qué quieren que les diga. Uno trabaja en un sector, como es el de los medios de comunicación, diezmado a causa de la crisis, con publicaciones que antes editaban 400 periodistas y que ahora salen adelante con 250, compañeros víctimas de EREs espeluznantes dispuestos a reciclarse, trasladarse, reiventarse o lo que sea con tal de hacer viable la empresa para la que trabajan… Las resistencias personales al cambio son legítimas, pero no por eso la necesidad de cambio deja de ser un imperativo moral de toda organización.

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