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“Me gusta pensar en el aula como si fuera un laboratorio científico”

Bill Church promueve el aprendizaje por proyectos, sobre todo en las materias científicas, de las que antes ha sido profesor. Estuvo en España recientemente invitado por la Institución Educativa SEK para explicar su metodología.

Rodrigo SantodomingoMartes, 12 de marzo de 2013
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Profesor de Física durante 15 años, Bill Church dirige en la actualidad un organismo de la Universidad de Nueva Inglaterra (EEUU) que promueve el aprendizaje por proyectos, sobre todo en las materias científicas. Estuvo en España recientemente invitado por la Institución Educativa SEK.

¿Siempre ha pensado que la mejor forma de aprender ciencia es a través de proyectos, o llegó a esta certeza tras la irrupción de las TIC?
Cuando empecé en la docencia, yo estaba muy acostumbrado a trabajar por proyectos; es lo que había hecho durante toda la carrera de Física, donde hacíamos mucho trabajo de laboratorio, investigaciones, experimentos…, y así es como yo había aprendido la mayoría de lo que sabía. Por otra parte, al prepararme para ser profesor de instituto, la metodología que me enseñaron era de corte constructivista, ya sabe, los alumnos construyen el conocimiento a través de la experiencia. Así que no, nunca tuve duda de que éste era el camino a seguir.

Un camino que las nuevas tecnologías han allanado considerablemente.
Qué duda cabe. El cambio ha sido radical. En los primeros proyectos que llevé a cabo con alumnos utilizábamos palillos, cartón… Con el desarrollo de la tecnología informática en los últimos 15 años, he podido reconvertir ese enfoque práctico al mundo digital, aunque siempre manteniendo una referencia con el mundo físico.

¿Cuál es su receta para motivar a los alumnos en el aprendizaje científico?
Un buen comienzo es partir de cosas sencillas, por ejemplo aviones de papel. Con los materiales más simples podemos proponer desafíos muy interesantes a los alumnos, los cuales les obliguen a definir un problema, establecer las dificultades y limitaciones, observar las posibles soluciones, equivocarse…

Uno de sus materiales predilectos son las piezas Lego.
Sí, permiten construir todo tipo de artefactos: robots, cualquier diseño que se nos ocurra… Al enseñar las ecuaciones del movimiento, las leyes de Newton… les propongo, por ejemplo, que fabriquen un robot que se mueva sin ruedas. Al tratar de averiguarlo, los alumnos tendrán que reflexionar sobre qué es una fuerza y cómo afecta al movimiento de un objeto. Piense en cualquier concepto: electricidad, sonido, energía… Las piezas Lego permiten poner en práctica todo tipo de desafíos de diseño que sirvan para entender estas nociones de la Física.

Lo importante, y no descubrimos nada nuevo, es convertir la teoría en práctica.
Claro. Si hablamos de proyectos más largos, siempre procuro que sean de utilidad para la comunidad. En Nueva Inglaterra tenemos inviernos muy duros. Cuando llega el frío, una tarea muy importante es quitar la nieve. Un curso propuse a mis alumnos que inventaran un sistema de calefacción que derritiera la nieve con energía renovable. Para este proyecto, que intentaba resolver problemas reales para gente real, recibimos ayuda del MIT [el prestigioso Massachusetts Institute of Technology] y estuvimos embarcados en él un año entero. Los resultados fueron sorprendentes, algunos muy sofisticados. Otro aspecto muy importante es transmitir a los alumnos que existen múltiples soluciones al problema: quiero ir más allá de la típica clase en la que propongo un problema para el que sólo hay una solución. Cuando los alumnos tienen ante sí varias soluciones, está en sus manos evaluar cada una en función de varios criterios para determinar cuál es la mejor.

La clase como un laboratorio, con las mismas dinámicas de ensayo y error.
Correcto. Si el centro ya tiene un enfoque constructivista, la idea de la clase como laboratorio podría servir muy bien como referente a seguir. Si por el contrario hablamos de un colegio donde predomina un ambiente tradicional, con lecciones magistrales y una actitud pasiva por parte de los alumnos, lo que recomiendo personalmente y a través de la Universidad de Nueva Inglaterra es que mezclen ambos enfoques. Y una vez que el aprendizaje basado en proyectos haya empezado a ganar terreno en el centro, que se observe hasta qué punto los alumnos se implican y comprometen más gracias a este modelo pedagógico.

¿Qué diría a los que aseguran que los enfoques constructivistas conducen a un tipo de enseñanza que, por definición, no asegura un aprendizaje efectivo de contenidos?
Reconozco que es la gran pregunta: ¿cuánto material puedo cubrir en mis clases si trabajo con metodologías constructivistas? Seguro que menos que si opto por un enfoque tradicional. Ahora bien: ¿puedo conseguir que mis alumnos adquieran las habilidades propias de un científico aunque no cubra todo el temario? Desde luego. Una vez que a los alumnos les gusta aprender y estas comprometidos en el proceso, pueden ampliar contenidos por su cuenta.

¿Cuánto margen de libertad deja a sus alumnos para que aprendan aquello que más les interesa? En sus clases, ¿tiene en mente algunos conocimientos básicos que quiere que todo el alumnado asimile?
Creo firmemente en que hay que dejar libertad para que el alumno decida sus proyectos y que, al tratar determinado tema, se centre en lo que más le interese. Pero no puedo obviar el hecho de que mis alumnos tendrán que enfrentarse a exámenes de acceso si quieren ir a la universidad. Más aún, en Estados Unidos abundan las pruebas de evaluación a nivel nacional, y también tengo que tener esto en cuenta. Así que intento llegar a un equilibrio entre libertad y asimilación de conceptos básicos por todos los alumnos: aceleración, fuerza, energía kinética… Pero siempre he dejado a su elección cómo quieren explorar esos conceptos.

Otro de sus intereses primordiales tiene que ver con el aprendizaje interdisciplinar, que es, en su opinión, la única forma de concebir con seriedad la enseñanza en el siglo XXI. Esto, supongo, sólo es posible si todos los profesores caminan en la misma dirección.
Los profesores tienen que hablar más entre ellos. Tiene que haber momentos durante la jornada escolar para que se reúnan y debatan como profesionales sobre cómo pueden trabajar de forma unificada. Esto resulta fácil de decir, pero llevarlo a la práctica no es tan sencillo. A los profesores se les paga para que estén con los alumnos, y el tiempo del que disponen para asegurarse de que existe un enfoque integrado es muy limitado. Una tendencia muy saludable que observamos a este respecto son las llamadas comunidades de aprendizaje profesional.

¿Piensa que los profesores son cada vez más conscientes de que tienen que actuar como auténticos profesionales, sin interferencias de agentes externos que les digan cómo tienen que hacer su trabajo?
Le responderé con una pregunta: ¿alguien en su sano juicio piensa que un profesor puede hacer siempre lo mismo, año tras año? La cuestión es que estamos preparando a los alumnos para un mundo que no sabemos cómo va a ser, en el que ocuparán trabajos que ni siquiera podemos concebir en la actualidad. Está claro que el profesor tiene que cambiar, reinventarse de acuerdo a la nueva era en la que vivimos. ¿Qué cambios tiene que llevar a cabo? Tenemos algunas ideas al respecto, pero es algo que nadie sabe con certeza.

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