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La Lomce llega reforzada al debate parlamentario

Viernes, 3 de mayo de 2013
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Dicen que todo sagaz arquitecto que quiera salir bien parado de una inquietante inspección urbanística debe dejar una barandilla mal fijada para que el inspector pueda apuntar algo en su informe. En caso contrario, sin pequeñeces con las que distraerse, el inspector podría arremeter contra fallos estructurales y costosos.

Algo así ha pasado con el dictamen que el Consejo de Estado emitió la semana pasada sobre la Lomce. Es obvio que el Ministerio no lo ha hecho con esa intención pero la realidad es que los señores consejeros, seguidos de la prensa en su conjunto, se han fijado en la barandilla mal apuntalada, dando por buena la estructura del edificio. Puede darse por satisfecho Wert mientras sólo se hable del catalán, de la Religión y de EpC . Significa que la nueva organización curricular, las nuevas evaluaciones… han recibido todas las bendiciones. Y lo que es más importante, ya han sido compradas por la opinión pública.

Vayamos por partes. Sobre el catalán, he llegado a pensar que todo responde a una hábil estrategia Rigau-Wert que, a mí me da, deben llevarse bastante bien. Veamos, mucho ha debido cambiar la consellera para que no le guste el aroma a autonomía y flexibilización que desprende esta ley. Su departamento anunció hace un par de semanas que los directores de los centros públicos podrán seleccionar al 50 por ciento de su profesorado. Lomce en estado puro. ¿Está en contra de dotar de mayor autonomía a los centros y de más competencias al equipo directivo? ¿está en contra de flexibilizar la Secundaria? ¿de las evaluaciones al final de etapa? ¿de reforzar las asignaturas troncales? ¿de la FP dual?… No lo creo. Y tampoco le pega a este ministro ese uniforme de “españolizador” que se nos ha puesto.

Sobre las recomendaciones acerca de EpC, la solución propuesta por el Ministerio es de sentido común, más aún, se veía venir: EpC será transversal. Los valores deben transmitirse transversalmente en todas las asignaturas, en todos los cursos y por parte de todo el profesorado. Creo poco o nada en la ética embotellada. Creo en la ética del buen ejemplo, de la paciencia con el ‘alumno paliza’ o la ‘madre cansina’, de la clase bien preparada, de la sustitución al compañero sin factura, del conserje que sonríe.

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