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Cambio título de FP danés por universitario español

Miércoles, 9 de octubre de 2013
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Nunca un proyecto ideológico lastró tanto el futuro de un país. El “efecto Logse” que hemos denunciado desde estas páginas hasta el aburrimiento ya tiene nuevas cifras, las del Informe Piaac (el PISA de adultos) que se presentó este martes y que analizamos detalladamente en páginas 2 y 3.

Quiero referirme a dos datos quizá menos publicados pero muy significativos y de enormes posibilidades. En primer lugar, el nivel de conocimientos de los titulados en FP de algunos vecinos europeos es superior al de nuestros universitarios. Un titulado de FP alemán o belga o austriaco o japonés comprende mejor lo que lee y se le dan mejor las matemáticas que un universitario español. Ojo y para la reflexión: estamos hablando de países que han apostado por una FP eminentemente profesionalizante y muy poco culturalizante. El tsunami de los datos vuelve a arrasar –para quien quiera oir– toda esa jerga construida en base a prejuicios ideológicos. Ese complejo tan latino de minusvalorar determinados oficios, de despreciar la FP, de empeñarse en que aprendan logaritmos neperianos o se lean La Celestina, de ensalzar los estudios universitarios hasta el ridículo como el que acabamos de hacer ante la eurozona. Neguémoslo o no, seguimos siendo unos acomplejados.

El otro dato señala directamente a nuestra generación de jóvenes. Según Piaac, nuestros jóvenes (entre 16 y 34 años) no saben más que los adultos de entre 35 y 44 años, y poco más que que sus padres (entre 45 y 54 años). Ahora no hay duda y debería quedar prohibido decir aquello de que contamos con la generación de jóvenes mejor formada de la historia. Falso. Las cifras revelan que cada generación mejora con respecto a la anterior hasta la generación Logse, que se estanca. Dirán que también se estanca el nivel de conocimiento de los jóvenes en el resto de Europa. Cierto, pero 20 puntos por encima. España debería haber seguido mejorando.

En fin, era previsible que la generación Logse se hiciera adulta (sic) y tuvieran que volver a demostrar su nivel de conocimientos con 20 y 30 años. Más de uno les hubiera deseado una suerte de síndrome de Peter Pan que les mantuviera fuera del alcance de los evaluadores de la OCDE, siempre dispuestos a sacarnos los colores.

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