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“El humor es de las cosas que más valoran los estudiantes en un profesor”

El sentido del humor en clase, cuando es pertinente, no solo mejora la relación del alumno con su profesor, sino que contribuye a mantener la atención, ayuda a memorizar y previene conflictos.

José Mª de MoyaMartes, 5 de noviembre de 2013
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“Es más probable que los estudiantes estén motivados para aprender y para retener información si son felices y se divierten que si se sienten ansiosos y amenzados”. Esta cita de Patrice Oppliger en su libro Humor y aprendizaje (2003) sirve a la profesora de Psicología de la Universidad de Valladolid, Begoña García Larrauri, para defender el sentido del humor como herramienta de aprendizaje. García Larrauri presentó la ponencia “Aprendizaje con sentido del humor: ¿cuál es su impacto?” en una jornada sobre Educación emocional organizada por la Fundación Botín. Esta profesora cree que el humor en clase, bien empleado, favorece la atención y memorización, mejora el rendimiento y el clima de convivencia, entre otras cosas.

¿Qué evidencias científicas estáis manejando para sostener que el humor mejora el proceso de aprendizaje?
Fundamentalmente hay datos que nos dicen que el humor funciona. Si revisamos las investigaciones existentes vemos que el humor es lo que más valoran los estudiantes entre las características del profesor. Hay trabajos que sugieren que bajo ciertas situaciones, la utilización del humor en clase mejora la memorización y la atención de los alumnos. También se ha visto que si se abusa o no es pertinente, los estudiantes recuerdan la anécdota y no el contenido. Luego hay otra evidencia que consiste en crear unas condiciones de clase positivas y de calidad. Si los profesores tienen ese plus del humor favorecen mucho las relaciones entre los alumnos. Las personas que ríen juntas es muy difícil que luego discutan. Por eso es muy importante para prevenir conflictos en el aula.

Aquí hay un debate entre los partidarios de una concepción lúdica de la enseñanza y la pedagogía del esfuerzo. ¿Qué opinas?
Yo sé que este tema es muy complicado porque se puede malinterpretar. Yo he empezado a utilizarlo desde hace ocho años con mis estudiantes después de 37 años de enseñanza y el dominio de las asignaturas no era un problema. Mi reto era cómo comunicar mejor, cómo motivarles más y hacer que terminaran apreciando los contenidos y les resultaran interesantes.

Por tanto, no se trata del ‘profesor colega’ que por no dominar la materia trata de ser muy cercano.
Exacto. Hay un riesgo en el profesor novel de que tenga esa actitud de colegueo. O, por el contrario, el que quiere distanciarse mucho del alumnado porque lo ve como una amenaza. Se podría caer en ese riesgo y no tiene nada que ver con eso. Esto es al revés, se trata de fomentar el interés del alumno y el trabajo.

Hay un debate sobre la reforma de los planes de formación del profesorado para reforzar más sus conocimientos y no tanto la didáctica. ¿Tú qué opinas?
Yo no sé si los contenidos han empeorado o no. Pienso que muchos de los problemas están en que no sepamos enganchar al alumnado con lo que hace. En mi experiencia, yo siempre he tenido que ponerme a estudiar muchísimo cuando he tenido que dar las asignaturas. Jamás he tirado de los apuntes que ya tenía, sino que me he tenido que actualizar y preparármelo específicamente porque si no, queda trasnochado. Lo importante es que expongan su materia de una manera coherente, agradable, que llegue el mensaje y que pienses de manera crítica lo que están diciendo.

Volviendo al humor, ¿alguna pauta concreta que darías a un profesor para mejorar en este aspecto?
Para mí lo primero es desmontar la impresión de que ‘yo no tengo nada de gracia’ o ‘yo no valgo’. Y una vez que eso se desmonta y la persona reconoce que quiere reírse más, yo creo que el humor es un plus que te ameniza la vida. La gente sale de su rol y se ríe. Se dan cuenta de que tener cierto punto cómico no es tan complicado, les ayuda a no agobiarse, a reírse de uno mismo, e incluso a tener algún detalle con personas que les pueden caer mal.

¿Cómo se hace para superar la inhibición?
Uno de los objetivos de este curso es liberar a la gente del ridículo, porque el ridículo nos corta mucho. Hay una actividad muy concreta que tiene mucho éxito que se llama “Me confundo y qué”, un juego en el que las instrucciones son muy complejas y la gente se confunde mucho, pero lejos de sentir vergüenza por esta situación, aquí se festeja. Entonces, el que se equivoca tiene que expresar al grupo que se ha confundido pero que está feliz.

Parece que tenemos tendencia a fustigar al que pierde, al que se equivoca…
Sí, sí, es muy importante.

¿Cómo se hace para que los resultados del curso sean sostenibles?
Ahí está el tema. Muchos de los alumnos muestran preocupación cuando acaba el curso, y lo que hacemos es plantear un seguimiento de tres meses en el que vimos con resultados cualitativos que todos ellos han mejorado, interiorizado y asimilado este concepto. Se ha hecho mucho hincapié en que si el centro se involucra, hay una evolución más positiva, que el profesor no esté en solitario es clave. Pero en general los profesores están más contentos, los alumnos también y se incrementa el rendimiento.

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