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El programa Master Chef Junior y la Educación

Martes, 28 de enero de 2014
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El programa-concurso Master Chef Junior de TVE, para niños de la tercera infancia (8 a 12 años), en el que han participado, previa selección entre muchos, 16 niños y niñas, que ha tenido lugar durante las vacaciones de Navidad, ha despertado, en sus distintas fases, gran interés, entusiasmando a su audiencia por el alto grado de perfección con que realizaron las distintas pruebas a que han sido sometidos (platos que cocinaron) y por su comportamiento, tanto en las tareas individuales como en grupo.

Aunque en su éxito ha influido, sin lugar a dudas, la formación que vienen recibiendo en los centros escolares en los que cursan la enseñanza primaria, dadas las habilidades que se han requerido para cocinar, que no son contenidos de la enseñanza primaria, hay que reconocer la importancia que en ese éxito ha tenido la educación familiar, como han manifestado varios de los niños participantes y entre ellos Mario, el niño riojano ganador de la fase final. Primero, desde la primera y segunda infancia, observando a su madre cómo cocinaba en casa, adquiriendo, a través de la misma observación, experiencias, ejemplos imitables en el devenir del tiempo que se guardan en la memoria. Más tarde, en la tercera infancia, cuando la edad se lo ha permitido, compartiendo con su madre estas mismas actividades hasta adquirir la autonomía para hacerlo él solo cuando ella estaba enferma, siguiendo así el método de la educación difusa o ambiental, que ha utilizado la humanidad para transmitir sus conocimientos de generación en generación, incluso antes de que apareciese la institución escolar.

En los primeros años de vida, el ambiente en el que se vive es el elemento esencial para la estructuración del cerebro. El ambiente familiar actúa de modo inconsciente por vía de presencia y de modo consciente mediante el plan educativo previsto por los padres. El poder inconsciente del ambiente familiar, sutil y penetrante, influye en el lenguaje, en las maneras de ser, en el buen gusto, en la apreciación estética, en la moral, en la formación religiosa, en las normas más profundas de los juicios de valor y forma el sistema referencial de cada persona e influye, a lo largo de su vida, incluso en la vocación y elección de profesión.

A través del programa se han podido observar los rasgos que caracterizan a esta etapa de desarrollo a la que Debesse denomina “la edad de la razón”, del pensamiento de las operaciones concretas de relaciones que da al niño una interpretación del mundo exterior muy parecida a la del adulto, en la que aparece el espíritu crítico, su actitud de trabajo, su facilidad para adaptarse al medio, el carácter dócil; es también la edad del saber, la capacidad de la memoria se acrecienta rápidamente, se es capaz de aprender cualquier cosa con tal de tener interés, aparecen las primeras aptitudes (música, mecánica o técnica); es también la edad social, la vida social es muy intensa, necesita vivir en grupo, tomar parte en actividades comunes, pero no tiene madurez para el trabajo en equipo; es también la edad de la actividad que se expresa de mil modos por sus intereses prácticos, por su necesidad de movimiento y es celoso de sus derechos y quiere tener éxitos; es la etapa de la moral de la regla, de la norma.

La madurez que mostraron, se puede entender mejor si se tiene en cuenta que cuando se establece por primera vez en España en la Ley de Instrucción Pública de 9 de setiembre de 1857 (Ley Moyano), la obligatoriedad de la enseñanza primaria se hace de los 6 a los 9 años, con cuatro años de duración. A partir de esa edad, era voluntario asistir a la escuela, cursar la segunda enseñanza o trabajar, participando en las tareas de la familia, (agrícolas, ganaderas, domésticas, etc.). En 1901, cuando se amplía la escolaridad obligatoria hasta los 12 años, a partir de esa edad podía incorporarse a la Iniciación Profesional o al mundo del trabajo. Al prolongarse la escolaridad obligatoria en 1964 hasta los 14 años, y prohibirse, por esas mismas fechas, el que los adolescentes pudiesen trabajar, incluso en los días no lectivos, en las actividades propias de la ocupación de los padres (agricultura, industria, comercio,…), les ha privado de adquirir experiencias vitales para su formación y orientación para determinadas profesiones, dando lugar a que el porcentaje de adolescentes y jóvenes que deseen ser emprendedores es muy inferior al de otros países. Se hace preciso modificar la legislación laboral en ese sentido e incluso que la propia Administración educativa y los ayuntamientos promuevan, en períodos de vacaciones, actividades (colonias, campamentos,) o en las mismas localidades que permitan a los niños y adolescentes adquirir experiencias que completen la formación que reciben en los centros escolares.

Mi felicitación a los organizadores y ejecutores del programa MasterChef Junior y a los niños que participaron en el mismo y a sus familias, especialmente al riojano Mario, triunfador en la fase final.

Miguel Zapater Cornejo es inspector de Educación

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