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La magia de PISA

Miércoles, 15 de enero de 2014
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Me fascina vivir en la sociedad tecnológicamente más avanzada conocida, al tiempo que muchas formas de pensar tienen más de mágico que de científico. Es decir, no siguen reglas de coherencia lógica y contraste con evidencia empírica, sino que se recoge información sesgada que se integra en un discurso mítico. Las funciones de dicho discurso no son mejorar nuestro conocimiento sobre la realidad, sino calmar nuestra ansiedad ante la incertidumbre y generar cohesión entre los miembros del grupo al que pertenecemos, reforzando nuestras ideas preconcebidas de cómo es el mundo.

Son muchas las afirmaciones en tono concluyente que se dicen sobre PISA que se desvanecen ante una mirada mínimamente lógica. Por ejemplo, a quienes les gusta dejarse llevar por la moda apocalíptica sobre el estado de la Educación en España resaltan lo mal que estamos. No importa que los datos muestren estabilidad cercana a la media, tras años afirmando que vamos a peor, o que el PISA de adultos demuestre que no haya habido devaluación del nivel de competencias de los títulos educativos y que el nivel de competencias de los más jóvenes es el más alto de toda la población. Ni se mencionen las leves mejorías observadas en el último PISA, pero se destacó en años anteriores retrocesos de similar tamaño (en el caso de la lectura, que ambos casos puede deberse a cuestiones puramente metodológicas, y no reflejar tendencias reales).

Las diferencias entre países o comunidades autónomas se atribuyen en exclusiva a políticas educativas, sin tener en cuenta dos cuestiones. Por un lado, los países, y las regiones dentro de ellos, no sólo se diferencian en sus políticas educativas, sino también por su historia y su estructura socioeconómica. Además, las competencias del alumnado a los 15 años reflejan resultados de al menos nueve años en centros educativos, y no los del último gobierno. Por otro lado, porque aplicando políticas similares se obtienen resultados distintos, y aplicando las mismas políticas se obtienen resultados diferentes. Esta cuestión me gustaría ilustrarla con dos observaciones referidas a las diferencias territoriales.

En primer lugar, en España, a pesar de que la legislación educativa es la misma, las diferencias entre comunidades autónomas son tan grandes como las diferencias que hay entre países de la OCDE. Bien pudiera ser que se debiesen a las diferencias de políticas educativas. Interesante observación, porque quiere decir que lo importante para mejorar no es cambiar las leyes orgánicas, sino desarrollar las diferentes políticas que una misma ley de tal rango permite. Pero parece que no va por ahí la explicación de las diferencias. Según la propia OCDE, más del 85% se deben a la desigualdad socioeconómica. Y esto tiene mucha inercia histórica, pues para saber dónde están los jóvenes de 15 años actualmente es suficiente con saber dónde estaban las tasas de alfabetización en 1860, cuando ni siquiera existían las comunidades autónomas. En segundo lugar, el sistema educativo italiano está mucho más centralizado que el nuestro, pero las diferencias entre regiones son mucho mayores, no ya como entre países de la OCDE, sino como entre países europeos buenos (Trento) y de América Latina (Calabria).

Mención especial merecen los neoliberales, que combinan la sofisticación estadística con el pensamiento mágico en su defensa de los cuasi-mercados educativos. Dan por supuesto que la forma más justa y eficiente de orden social es la que resulta del mercado, y que la actuación del Estado siempre debe ser subsidiaria de la actuación privada. En Educación esto se traduce en que los centros compitan entre sí por el alumnado, que se organicen de forma autónoma y que haya indicadores de su rendimiento. Más de una década llevan en EEUU en esta línea política sin que sus resultados se despeguen de los resultados españoles. En Chile fueron pioneros en estas medidas, pero son de los que obtienen peores resultados de la OCDE. Suecia es uno de los países que más empeora tras comenzar a introducirlas, e Inglaterra, que lleva años con ellas, destaca por ser el único país en el PISA de adultos en que los jóvenes no han mejorado con respecto a los más mayores. Pero la elegancia y coherencia de los razonamientos neoliberales son tales que resultan inasequibles a la evidencia empírica, y concluyen que el problema no es el cuasi-mercado, sino su mala aplicación. Igual de doctrinarios que los marxistas, para quienes el problema no era el comunismo, sino su mala aplicación en la URSS.

Quienes defendían la importancia de la formación del profesorado y de su prestigio, se han encontrado ahora que tan bueno debe ser el prestigioso y excelente profesorado finés como el navarro, pues las puntuaciones son similares en ambos casos. Es interesante recordar que la formación y prestigio del profesorado navarro es similar a la del resto del profesorado español. El modelo de excelencia contrario al finés, que se mantiene, es el asiático. Pero ¿lo bueno es su sistema o que son asiáticos? Lo digo porque los chinos lo hacen muy bien en China, pero cuando emigran, también destacan en los diferentes países a los que van. Puede ser por su cultura confuciana, o por su compleja escritura. Pero Vietnam también lo hace bien (especialmente si se corrige que es un país mucho más pobre que China), su vida religiosa es mucho más variada y escriben con nuestro alfabeto (aunque también hay que tener en cuenta que la escolarización a los 15 años está lejos del 100%).

Como ven, lo real es mucho más antipático que lo mágico. Para cada línea de política exitosa que se le ocurra encontrar en PISA, es igual de fácil encontrar un ejemplo fracasado o fútil de dicha política. Lo que nos dice PISA a gritos es que la política educativa es compleja, porque en ella intervienen multitud de factores, muchos de los cuales no dependen de lo que sucede dentro del sistema educativo, que lo que funciona en un sitio puede no funcionar en otro, y que no hay conjuros que de forma sencilla produzcan mejoras inmediatas.

José Saturnino Martínez García es profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna (Tenerife)

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