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La nueva “nueva escuela” resurge a ritmo de Pink Floyd

Martes, 25 de febrero de 2014
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Hay que admitir que, treinta años después, el constructivismo y sus derivados siguen dominando el debate pedagógico del sur de Europa. Prueba de ello fueron las mesas redondas que organizó esta publicación con ocasión de la Feria Aula 2014 y en las que no eché en falta ni uno sólo de los eslóganes favoritos de aquella corriente educativa. Alergia a la transmisión de conocimientos, diría más, al conocimiento mismo, al uso de la memoria –“todo está a un clic”–, a los libros de texto, a la información, a los datos y cifras, a los exámenes, a las aulas, a los horarios escolares, al maestro que enseña al que no sabe, al aprenderse la lección, etc. En la otra cara de la misma moneda encontramos entusiasmo por las competencias, por el desarrollo de la creatividad –“aprender a aprender”–, por el pensamiento crítico, la indagación, la espontaneidad, el uso del juego como herramienta de aprendizaje –“gamificación”–, el trabajo colaborativo, etc. En suma, una crítica despiadada a la llamada escuela “industrial”, usando el exitoso término de Ken Robinson, para echarse en brazos de una nueva “nueva escuela” y van no sé cuántas. El discurso roza el absurdo cuando uno de los defensores de esa “nueva escuela” cita como fuente de inspiración el “The Wall” de Pink Floyd. Ahora sí, como todo está a un clic, comprobamos en cuestión de segundos que el mítico álbum está fechado en 1979. Han pasado 35 años. Innovador no es.

Cuando muchos creíamos moribunda la “nueva escuela” de los años 80 y 90, parece resurgir de sus cenizas tuneada en forma de tablet y entorno virtual de aprendizaje. Los términos son nuevos pero los conceptos son los mismos que me encontré hace ya 20 años cuando me acerqué a este mundo. Romanticismo rousoniano, constructivismo pedagógico y ahora “tecnoconstructivismo”. Los británicos, que lo inventaron en los 60 y nos pasaron la mercancía usada en los 80, ahora ya están de vuelta. Uno de los más implacables críticos de esta corriente, el peculiar Toby Young, estuvo de paso por Aula y no se mordió la lengua al criticar a Ken Robinson: “Lo más llamativo de la argumentación de Robinson no es la escasez de pruebas científicas, sino su falta de reconocimiento de que todo ya se ha dicho antes cientos de veces”.

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