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La UE mira de refilón al aula

Hemos votado en Europa y no sabemos bien para qué. Pocas medidas se adoptan en Bruselas que repercutan directamente en las aulas. Si pensamos en el binomio UE-Educación, lo único que se nos ocurrirá, seguramente, es el Programa Erasmus o el Espacio Europeo de Educación Superior (Plan Bolonia).

Paloma Díaz SoteroMartes, 27 de mayo de 2014
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Jacques Delors, que fue presidente de la Comisión de 1985 a 1996, dijo por entonces que la Unión Europea necesitaba un alma y que ese alma era la Educación. Recuerda sus palabras el eurodiputado socialista Enrique Guerrero, que en aquellos finales de los 80 era jefe de gabinete de Javier Solana en el Ministerio de Educación.

Hoy, como vicepresidente del Grupo Socialista Europeo, Guerrero nos dice que “uno de los problemas más importantes de la UE es que no tiene una política de Educación”.

Hay quien desea cierta “homogeneización” de los sistemas educativos europeos, como Lara Hernández, candidata de IU a la Eurocámara;en el sentido de “garantizar unos mínimos comunes” a través de “iniciativas y mecanismos de control”. Si ése es el espíritu con el que nació la UE, ¿por qué no se aplica en la enseñanza?
En la Comisión Europea nos apuntan un lacónico “esto es lo que hay”. “Lo más importante –señalan– es el programa Erasmus +”, que promueve y financia la asociación transnacional para la formación de jóvenes. Pero la Comisión, a cuyo presidente votamos el pasado domingo, no tiene competencias en Educación.
“Lo que hace la UE es fijar compromisos, pero que no son obligatorios”, explica Enrique Guerrero. Ahí está la Estrategia 2020, que fija que los estados deben alcanzar un abandono escolar temprano máximo del 15% para ese año, o dedicar un 3% mínimo del PIB a I+D, o que el 20% de titulados universitarios haya cursado estudios en el extranjero…
Muchos se preguntan por qué no se fija un mínimo de inversión en Educación para que no haya tanta distancia entre ese 6% o 7% del PIB de los países escandinavos o de Alemania, y ese 3% de algunos países del Este o ese 3,9% al que se ha propuesto descender el Gobierno español para 2015.

Pero no puede ser. “Decir que hay que fijar porcentajes es un brindis al sol”, critica el diputado de UPyD Carlos Martínez Gorriarán. Para esta formación, que ha sacado cuatro diputados en los comicios, su apuesta en Educación es extender los programas europeos que ya están funcionando, como el Espacio Europeo de Eduación Superior o el Erasmus, a otros ámbitos como la FP, la Educación de adultos y la Secundaria. También considera fundamental que en los planes de estudio de todos los estados debería impartirse formación sobre la Unión Europea, “para que se tenga claro lo que une a todos los europeos” y como antídoto a la ola de euroescepticismo, que crece.
“Hoy, todo lo importante que se puede hacer en Educación es de manera indirecta”, señala el socialista. Y aquí entra el discurso de izquierdas de cambiar la política de reducción del déficit que nos ha estrangulado en los últimos años, impulsada por la mayoría conservadora, a una política de crecimiento. La izquierda entiende que para crecer hay que invertir en Educación, formación, tecnologías de la comunicación, etc.

Para eso sería necesario que cambiasen las mayorías políticas vigentes en las instituciones europeas, tanto en la Eurocámara (determinada por los ciudadanos), como en la Comisión (cuyo presidente es elegido por los eurodiputados); así como en el Consejo (formado por los gobiernos que eligen los ciudadanos de los estados miembros).

La política europea no cambiaría radicalmente, no nos engañemos. Pero si variaran los equilibrios de poder, la orientación podría ser bien distinta. Tal vez, la Comisión pondría pegas a caídas notables de la inversión pública en Educación, como la protagonizada por nuestro país. O, tal vez, podrían materializarse propuestas como la socialista de que haya indicadores sociales, igual que los macroeconómicos. “Si fuéramos capaces de fijar umbrales de políticas sociales, al hacerlo sobre la Educación, estaríamos fijando compromisos en la enseñanza como en la política económica”, subraya Guerrero.

Al fin y al cabo, esto se aprobó en la Eurocámara por mayoría, pero con el voto en contra del Grupo Popular, que es quien tiene el poder en la Comisión y en el Consejo.

Es cierto que el Grupo Popular ha perdido más de 50 escaños en las elecciones, pero no en favor del Grupo Socialista. El conservador alemán Jean Claude Junker seguirá al frente de la Comisión.

Si, por ello, miramos a nuestro PP, no podemos ver en su programa ninguna propuesta educativa en clave europea, salvo la de “impulsar una completa homologación de estudios a nivel europeo en enseñanzas medias y superiores”. Tampoco atendieron la llamada de este periódico, como sí hicieron otros partidos.

Tras el mandato europeo de austeridad de los últimos años, el que, indirectamente, sale de las urnas del domingo se perfila un poco más social, aunque la fuerza que han ganado las formaciones radicales y antieuropeístas puede dificultar los trámites parlamentarios.

Los socialistas, con sus 189 eurodiputados, pedirán que la inversión en Educación no cuente en el cálculo del déficit de los países.

Izquierda Unida, que ha metido a seis cancidatos en Bruselas, propondrá la creación de un Consejo Escolar Europeo y dice que luchará por una red pública única, por el funcionamiento democrático de los centros y por que se suprima la financiación pública a los centros privados. En esto, coinciden con el programa del partido Podemos, que ha dado la campanada al colarse con cinco parlamentarios.

Pero defender eso y nada es lo mismo. La UE no permite llegar a tanto.

Que la Educación sea una prioridad en Europa

  • El Congreso de los Diputados acogió recientemente una mesa redonda sobre la Educación en la UE. Organizada por UGT, CCOO y STES, contó con la participación de Martin Rømer, director del Comité Sindical Europeo para Educación (Etuce), y con portavoces de PP, PSOE e IU, que sembraron sus discursos de los tópicos ideológicos más desesperanzadores (sobre todo PP e IU).
  • Los sindicatos, incluido el europeo, llevaban dos mensajes bien claros a difundir. Por un lado, la campaña impulsada en Bruselas para que los estados sitúen la Educación como prioridad en sus agendas. “En Bruselas, los ministros dicen que hay que invertir en Educación, pero luego se dan la vuelta, van a su país y recortan”, dijo el director de Etuce. Por otro, alertaron de las negociaciones comerciales entre la UE y EEUU, y la intención de incluir en ellas los servicios educativos privados, lo que traería consigo, según las fuerzas sindicales, una ola de privatizaciones al calor de las inversiones estadounidenses. “Espero que los europarlamentarios saquen la Educación de ese tratado”, dijo Martin Rømer. Y propuso “la elaboración de una resolución conjunta, entre todos los partidos de la Eurocámara, que proclame la protección de la Educación’”.
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