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Un estudio constata la fractura entre el puesto de trabajo y la formación

El empleo guarda poca relación con la formación del 70% de los jóvenes, según un informe
RedacciónMartes, 9 de septiembre de 2014
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Uno de los males de nuestra sociedad es el desajuste entre lo que ofrece el sistema educativo y lo que demanda el mundo de la empresa. Se trata de dos mundos separados que pocas veces confluyen. El sistema educativo va por su lado y la empresa y el sector productivo por otro. Esta es una de las conclusiones del estudio Crisis y contrato social. Los jóvenes en la sociedad del futuro, realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.

Dicho en cifras, más del 70% de los jóvenes considera que su empleo actual o el último que tuvo guarda nula o poca relación con su capacitación.

El estudio, basado en 1.000 entrevistas realizadas a jóvenes de 18 a 24 años y ocho grupos de discusión, analiza cómo viven los jóvenes españoles la aparente ruptura del llamado “contrato social”, ese compromiso implícito entre los jóvenes y la sociedad que estipula que a cambio de un esfuerzo inicial, normalmente de carácter formativo, se garantiza la integración futura (social, laboral, ciudadana) de esos jóvenes. Y, por otra parte, cómo repercute esta situación en diferentes ámbitos en la vida de los jóvenes: desempleo, dificultades para la emancipación, inseguridad y confusión.

Según la investigación, la trayectoria laboral es muy variopinta entre los jóvenes que, estando trabajando o en paro en la actualidad, han trabajado antes. De entrada, casi el 60% ha tenido más de dos trabajos y algo más del 20% ha pasado por cuatro o más de cuatro experiencias laborales. Fundamentalmente los trabajos desempeñados eran de carácter temporal (casi el 57% de los casos), a jornada completa (32%) o parcial (24%), y una parte importante del colectivo trabajó sin contrato (17%).

Expectativas de trabajo
En cuanto a la expectativa de mantenimiento del empleo actual, entre quienes lo tienen, es poco optimista. No llega a la mitad de los jóvenes empleados (el 48%) quienes creen poco o nada probable perder su puesto de trabajo en el plazo de un año. El 37% da casi por hecho que lo perderá y un 14% no está seguro. Sin embargo, incluso los empleos que tienen mejores condiciones relativas (al menos en términos contractuales) no hacen que los jóvenes mejor posicionados socialmente sientan que su trabajo les pueda permitir ser independientes por encima del resto del colectivo.

La vivencia de la mayoría de los jóvenes que trabajan es que no sienten que su empleo les permita ser independientes. Sólo un 36,5% del conjunto considera lo contrario. Aunque por sexo no hay diferencias, sí que es mayor la valoración del trabajo actual como fuente de independencia cuanto mayor es la edad. En todo caso, incluso a los 23 y 24 años sigue siendo una mayoría (53% frente a 47%) el porcentaje de jóvenes que no considera que su empleo actual le facilite o permita la independencia.

Por otra parte, la sensación de poder ser independiente con el trabajo actual es superior entre los jóvenes con menor nivel de estudios, seguidos de quienes tienen estudios profesionales; también es superior entre quienes sólo trabajan frente a quienes compaginan el estudio con el trabajo.

Para seguir completando el panorama, fijándonos en quienes se encuentran en situación de búsqueda de empleo, encontramos que la confianza en encontrar un trabajo en el plazo de un año es bajísima. Sólo el 19% cree que lo conseguirá (y sólo el 2,7% con total confianza); frente a ellos, el 71% lo considera prácticamente imposible y el 10% no sabe posicionarse al respecto.

Juventud frustrada
En la valoración de la experiencia vital hasta el momento, encontramos a un 53% de los y las jóvenes que considera que sus expectativas no se han cumplido y que su situación actual es peor de lo que esperaba. Enfrente se encuentra un 8% para quienes la realidad en que se encuentran es mejor de lo que hubieran esperado, y un 37% que considera ajustadas sus expectativas y su realidad.

Otra faceta de los problemas que se prevén para los próximos dos o tres años se expresa en las altas puntuaciones medias que (en una escala 1-10) alcanzan las respuestas, cuando se interroga sobre la dificultad para encontrar o mantener un trabajo que satisfaga (cosa que considera muy difícil casi el 62% del colectivo), conseguir una vivienda, propia o alquilada (59%), encontrar o mantener cualquier trabajo (50%), ser autosuficiente en términos económicos (52%) o formar un hogar propio (49%).

El nivel de satisfacción vital declarado expresamente suele ser alto. La jerarquía de satisfacción está encabezada por los amigos y la familia y en cuyo extremo inferior se encuentran, en el momento actual, los aspectos económicos y laborales, que apenas superan el aprobado o incluso se quedan por debajo. Entre ambos extremos se jerarquizan la independencia, la libertad de que se dispone, el tiempo libre, el nivel de formación, las relaciones de pareja, los bienes materiales con que se cuenta o las perspectivas de futuro.

De entrada, no parece haber grandes diferencias entre la jerarquía actual y futura de los estados de ánimo. Encontramos que algo más del 50% de los jóvenes de 18 a 24 años se sienten preocupados en el momento actual (más o menos la misma proporción que quienes consideran que lo estarán en el futuro). Siendo la preocupación el principal estado de ánimo. Encontramos porcentajes relevantes que, siguiendo el orden marcado por el porcentaje de quienes señalan cada uno, dicen sentirse inseguros (36%), motivados (27%), alegres (27%), estresados (24%), desencantados (24%) y, ya en porcentajes inferiores, enfadados (16%), desesperados (16%) o tranquilos (14%) seguros (12%), apáticos (11,3%) o relajados (9%).

El escenario anímico como se aprecia es muy variado, aunque las dos expresiones mayoritarias reflejen un tinte de preocupación e inseguridad, mezclado con una cierta motivación para encarar el futuro.

Como consecuencia positiva de la crisis, por buscar alguna, y a partir de la evolución de la actividad principal de los jóvenes entre 1984 y 2012, observamos una clara apuesta por la formación en la juventud española actual.

La dedicación a los estudios creció entre 1984 y 1992; desde ese momento la proporción de jóvenes estudiantes había descendido paulatinamente, hasta 2008 en que se invirtió la tendencia. Hoy las cifras de quienes estudian como principal actividad son las más elevadas de la serie. Si en 1984 más de la mitad del colectivo trabajaba (56,2%), en 2012 es escasamente el 20% el grupo que se encuentra en esta situación.

Por otro lado se confirma que las cifras del paro se disparan a medida que desciende la clase social objetiva. Desde las clases alta (5,2%) y media alta (4,2%), hasta cifras que alcanzan un 21,7% entre las clases media baja y un 24,7% en la baja.

Paralelamente, disminuyen las cifras de quienes sólo estudian a medida que disminuye la clase social (un 68,8% en la clase alta frente a un 27,3% en la baja).

La mayoría de quienes tienen estudios primarios o inferiores están en paro (51,5%) o sólo trabajan (43,6%). Es una población que dejó precozmente los estudios y que ahora se encuentra en difícil situación.

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