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La burbuja y la motivación

Varios docentes nos hablan sobre su vocación y los retos a los que se enfrentan al principio del curso.
Paloma Díaz SoteroMartes, 14 de octubre de 2014
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Es un dicho muy manido el de que, cuando el profesor cierra la puerta del aula, nadie sabe lo que ahí ocurre: las dificultades, las oportunidades, la química, los estados de ánimo… Lo que está claro es que, si bien en los claustros fluyen corrientes de negatividad –por la falta de recursos, problemas de organización, la burocracia administrativa, el aislamiento departamental–, cuando el profesor entra en la clase tiene una extraordinaria capacidad para que su vocación y su motivación eclipsen todo lo demás. En la burbuja del aula, el docente se centra en lo suyo, se pone el traje del héroe que nadie va a reconocerle y además se lo cree.
“La estrategia fundamental es el entusiasmo del docente. Te lo tienes que creer cada día antes de entrar en el aula”, manifiesta Ismael Alonso, profesor de Lengua y Literatura, y jefe de estudios, del IES “Villa de Valdemoro”, en el sur de Madrid.

A Samuel Barahona, del Centro de Educación Especial “Peñalara”, en Collado Villalba (Madrid), le fascina “volver a sentir que es posible apasionarse por el trabajo que de-sempeñamos día a día; comprobar que, aunque pasan los años, podemos seguir entregándonos a esta profesión”.

Apuntalando esa idea de “la burbuja y la motivación”, Ismael Alonso señala que lo peor de su profesión, “sin duda, es lo que está fuera del aula, alejado del proceso de enseñanza-aprendizaje que se da en las clases”. “Me molesta especialmente que abunde la desmotivación y el victimismo negativo –muchas veces con razón– entre los claustros. No debemos olvidar que trabajamos con un material muy sensible, los jóvenes, y que son dignos de nuestro esfuerzo y dedicación. Cada tiempo es diferente, ni mejor ni peor que los anteriores. Y el docente debe adaptarse a esa realidad para hacer bien su trabajo y también para sobrevivir”.

En la misma onda, Samuel Barahona señala los ambientes negativos como “fuentes de desmotivación”: “La pasividad en el trabajo, las actitudes que no construyen y la falta de compromiso, la falta de flexibilidad a la hora de adoptar nuevas soluciones, el exceso de autoridad o la permisividad sin límites”. “Desde luego, siempre existen personas que te hacen dudar si perteneces a la misma profesión, pero afortunadamente son una minoría”.

Como elemento desmoralizador, todos los docentes consultados citan las leyes educativas continuas y la politización de la Educación.

Pero a Marisol Martín, directora del CRA de Llanos de Moraña (Ávila), le preocupan más las dificultades económicas y le entristece que la profesión esté “desprestigiada”. Aunque tampoco eclipsa el entusiasmo con el que ella y su equipo se embarcan, cada año, en un proyecto que, siempre, por un lado o por otro, acaba reportándoles premios, entre ellos el Marta Mata o el de la Junta de Castilla y León. El curso pasado, el de Mejora tu Escuela Pública. “Hemos conseguido elevar mucho la motivación del profesorado”, dice. ¿Lo mejor de su profesión?: “Ver cómo crece la semilla que plantamos”.
Ésa es la satisfacción que todos citan como aquello que da sentido a su trabajo y compensa todos los despropósitos, obstáculos y sinsabores que surgen a lo largo del curso o de la carrera.
“Lo mejor es esa sensación de que están evolucionando con aquello que tú les transmites”, explica Elena González, del IES “Villa de Vallecas” (Madrid).
“Estar en contacto con la ilusión, la esperanza y el entusiasmo de los jóvenes” es lo mejor para Ismael Alonso. “Es algo que tonifica el alma. Muy enriquecedor compartir con ellos ese camino de experiencias y conocimientos que recorren a lo largo de un curso. Los muchachos me dan mucho más de lo que yo puedo aportarles”.
“Trabajar con jóvenes” es, también, lo que más le llena a Ricardo Alonso, del IES “Salvador de Victoria” de Monreal del Campo (Teruel) y también premiado por la plataforma Mejora tu Escuela Pública. “Ilusiona saber que, con tu trabajo, puedes hacerlos personas críticas”.

Ricardo alude a lo enriquecedor que es trabajar en un grupo de personas que tienen los mismos objetivos e ilusiones. Le encanta “poder recurrir a tantos compañeros para hacer actividades conjuntas y poder afrontar actividades desde diferentes disciplinas y puntos de vista”. Por otro lado, “es una profesión que puede ser muy creativa porque no hay dos clases iguales y no hay dos grupos iguales”. “Ese ‘no repetir’ a mí me gusta mucho; me fascina cuando veo que con algunos puedo ir más allá”.

Para Matilde Álvarez, maestra leonesa, su aliciente son los niños: “Me sorprenden continuamente y me hacen sentir como una niña”.

A sus 57 años sigue como interina y cree que, precisamente esa inestabilidad, ese cambio permanente, es lo que le mantiene motivada, curiosa y viva, más que si llevara 20 años en un centro.

Para Carmen Fernández, del CEIP “San Miguel” de Madrid, “enseñar a leer a alguien es uno de los mayores honores profesionales que puede tener un ser humano”. “Me gusta mucho acercar la cultura a los niños, abrirles las ventanas”, añade. E igual que los niños se transforman a lo largo de cada curso, “también el maestro crece y aprende mucho”. Por eso, está convencida de que “en junio es mejor persona que en el septiembre anterior”.

Gustavo Lorente, del CEIP “Juan de Austria” de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), cita, como lo mejor, “el trabajo con personas, la relación social y afectiva, la transmisión de conocimientos y experiencias, el crecimiento del alumnado”. “También es muy interesante la posibilidad de variar las actuaciones, innovar y huir de la monotonía”.
¿Dificultades? Qué va… “Hablemos de retos. El avance y el progreso se producen cuando somos capaces de superarlos. Debemos innovar, cambiar, renovar, adaptarnos a la situación individual de nuestro alumnado. Y para esto, el análisis y la evaluación son fundamentales”.
“Debemos pensar en el trabajo colaborativo, la reflexión, la suma de ideas. Es fundamental que todo el Claustro fije claramente las líneas de actuación”.

Ante el desánimo que produce la infravaloración social de la profesión docente, Lorente reivindica no caer en el victimismo y pasar a la acción: “Los maestros y profesores debemos ser los primeros en mostrar el gran trabajo que de­sarrollamos, y hacerlo entender a la sociedad. Somos un eje fundamental en el desarrollo de las personas y, por consiguiente, en el conjunto de la sociedad”.
¿Y qué pasa cuando toda la ilusión de uno choca con la falta de disciplina en clase, con la apatía cada vez más extendida en el alumnado? “Me desmotiva bastante que los alumnos no pongan el mismo entusiasmo que pongo yo”, reconoce Ricardo.
“Lo que menos me gusta de mi trabajo es la parte de ‘perro policía, el ‘que os calléis’ continuo; hay chicos y chicas que no tienen interiorizado ningún sentido de la disciplina”, se queja Elena González, desde su instituto madrileño. “Tengo claro que desde el principio hay que dejar claros los límites y las normas; y sí, escuchar todo, pero no entrar al trapo de discutir porque lo cuestionan todo”. Eso, y como dicen todos: mucho entusiasmo.

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