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Enseñanzas desde Charlie Hebdo

Martes, 20 de enero de 2015
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El atentado terrorista contra el semanario Charlie Hebdo es una buena oportunidad para dejar en las mentes y en el corazón de los alumnos unas cuantas enseñanzas sobre tolerancia, libertad, respeto, etc. ¿Pero ya no tenemos EpC para hablar de estas cosas? Ni falta que hace. Sírvanse para transmitir valores de Sociales o de Historia o de la que quieran como sabe hacer cualquier buen maestro. En mi caso, las mejores lecciones de ciudadanía las recibí de mi profesor de Matemáticas en aquel 7º de EGB del Colegio Público “Ave María”… Pero eso es otra historia.

El escalofriante atentado contra el semanario francés nos habla de respeto a la libertad de expresión. Las masivas manifestaciones y solemnes declaraciones servirán para ilustrar esta enseñanza. Este mismo periódico mostró la semana pasada su rechazo a la barbarie situando junto a su centenaria cabecera el “Je suis Charlie”, que ya se ha convertido en un grito en defensa de la libertad de expresión. Y, sin embargo, lo que fundamenta y vigoriza el ejercicio del periodismo no es tanto la libertad de expresión como el derecho a la información. La libertad de expresión es una libertad fundamental de toda persona –periodista o no–, mientras que el derecho a la información es o debería ser la razón de ser del buen periodismo.

Pero Charlie Hebdo también nos trae enseñanzas sobre los límites de esa libertad y el respeto a las creencias de los demás. No hace falta acudir a las numerosas sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra medios de comunicación cuando han atentado contra la seguridad de los Estados, la defensa del orden, han incitado al odio o los derechos ajenos. Basta apelar al sentido común y a la buena educación para enseñar a los alumnos que no se pueden ofender las creencias de los demás, que no todo vale, que insultar a un compañero está feo y, públicamente, peor.

Analicemos esta escena. Un niño gitano agrede en el patio a otro alumno, autor de una pintada en la que se insulta gravemente a los gitanos para festín de toda la escuela. ¿Qué hacer? Obviamente y primero, reprender al agresor. Acto seguido, amonestar al autor de la pintada y borrarla; nadie sostendría que ha sido un ejercicio de libertad de expresión.

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