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“Los niños y adolescentes tienen mucho que ofrecer, pero hay que escucharles”

César Bona es el único español que ha optado al ‘Nobel de la Enseñanza’, el Global Teacher Prize. Es maestro de Primaria, licenciado en Filología Inglesa y en su historial cuenta con iniciativas docentes novedosas como la creación de una protectora virtual de animales.
Gema EizaguirreMartes, 14 de abril de 2015
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(Foto: Jorge Zorrilla)

Su situación como “objetivo mediático” le ha llevado, en los últimos meses, por platós y congresos, como el de Fundación Telefónica, Aspen y Ashok, donde se debatió el presente y el futuro de la Educación en España. Bona destaca de la labor del docente que “más allá del conocimiento y de la vocación educativa está la actitud positiva”.

¿Qué ideas ha querido transmitir en tantos encuentros educativos con motivo de su nominación a los Global Teacher Prize?
Lo que quiero ir contagiando a la gente es la actitud que creo que hay que tener en la enseñanza. Para mí ser maestro es mucho más que tener conocimientos y transmitirlos, incluso va más allá del hecho de tener una vocación. Lo que veo fundamental es la actitud positiva. No puedes estimular a un niño si tú mismo no eres curioso, igual con la creatividad… Si tú eres creativo tienes más herramientas para estimularle en ese campo. Hay que tener en cuenta que hay que formar seres globales.

¿Cómo educarles para la vida real?
Resulta fundamental hacer que los niños se involucren en la sociedad, tanto para su propio aprendizaje como para salir de las aulas y darles opciones de hablar. Estimularles a hablar en público y que puedan expresar sus emociones y sus ideas con argumentos. La opinión de niños y adolescentes es muy importante, tienen mucho que ofrecer, pero hay que escucharles.

¿Piensa en lo que serán en el futuro?
Sí. Los niños que tenemos ahora pasarán a ser los presidentes de las empresas, de las naciones… Tenemos en las manos un material humano que debemos saber cómo tratarlo. A los maestros se nos tendría que dar la importancia que realmente tenemos.

¿Cómo ve el futuro educativo?
Para la construcción de ese futuro de la Educación tienen que entrar los maestros, y preguntarles qué es lo que conviene. Cuando se mira muchas veces a Finlandia como modelo, yo me pregunto: ¿Hemos mirado lo que hay en España? Hay mucha gente en comunidades autónomas que hacen proyectos de innovación maravillosos y que funcionan. ¿Se les ha preguntado a ellos? Mirando cómo construir el futuro, yo miraría a estas personas que destacan en estos trabajos en España.

¿Qué aspectos habría que introducir en esa nueva configuración?
En ese futuro hay que introducir las emociones; es fundamental. Empezando ya desde la universidad, pondría una asignatura llamada “Gestiona tus emociones”, y en el siguiente curso sería “Enseña a gestionar emociones a los niños”. Así los niños saldrían preparados para la vida y no sólo con datos en la cabeza. A lo mejor saldrían más resilientes, respetarían más a los demás…

¿Ve otras carencias en la formación de los futuros maestros?
Hay que conectarse más al horno. O sea, más conexión con la vida real en las aulas, tanto los alumnos como los profesores de la carrera de Magisterio. Los profesores de los futuros maestros tienen que preguntar a los maestros que están en el aula. Así hacemos como con la cocina, si hay un cocinero buenísimo la gente le imita, pues igual con un profesor.

Si estuviera en el Ministerio de Educación, ¿qué tres objetivos pondría en Primaria y Secundaria?
Primero, conseguir que las emociones formen parte de las materias que se estudian. Segundo, volver a lo básico, que es la participación infantil en la sociedad. ¡Es un derecho reconocido por la ONU! Implicarse en la sociedad hace que uno se sienta a gusto, se sienta importante; y esto iría también contra el absentismo. Un ejemplo: una niña, el año pasado arrancaba papeles del cuaderno de deberes porque no le apetecía hacerlos, y este año viene silbando a clase. ¿Por qué? Porque se siente parte de un engranaje, se siente escuchada. Así que el tercer objetivo que pondría sería: párate y escucha a los niños, mira su contexto.

Tras un periplo por la Privada más ‘in’, a la Concertada y a una escuela pública unitaria y otra con alumnos complicados ¿qué diferencias básicas ve entre ellas?
Bueno, en la Pública se echan en falta más medios humanos y técnicos; donde había 15 maestros ahora hay 10. Pero vuelvo a lo mismo, que todo es cuestión de la aptitud del maestro.

¿Cómo se ha enfrentado a alumnos tan dispares?
Cuando me presentan los informes de los niños no los leo para no ponerles etiquetas. Me resisto a hacer una programación sin conocer a mis alumnos. También es cierto que es diferente enseñar a un niño marginal que a un niño de un pueblo de 200 habitantes. Se les pueden enseñar lo mismo, pero de distinta manera. Sobre todo preguntándose cuáles son sus inquietudes.

En sus clases existe un mediador, listas negras, blancas…
La ‘lista negra’ de los que hablaron demasiado, sí. Estamos hablando de que cuando habla un compañero tenemos que guardar silencio porque es la hora de su palabra, cuando hablan dos a la vez se les anota un punto en la ‘lista negra’, y cada cinco puntos se le descuenta medio. Y luego entra el mediador, para ver qué trabajo puede hacer el sancionado para así no quitarle los puntos.

¿Y la ‘lista blanca’ de los altruistas?
En esa se apuntan, voluntariamente, los que son buenos en algo (Matemáticas, Inglés…); luego están ‘los buscadores’, que son los alumnos que, conscientes de que tienen que mejorar, se apuntan. Entonces se cambian de sitio en clase, para ayudarse, quedan en los recreos, etc. Es un engranaje que funciona.

Y todo esto, ¿voluntariamente?
Claro. Además, también está ‘el cabecilla de los sublevados’, que es básico. Ese cabecilla canaliza las críticas y quejas que quizá no se atreverían a plantear si son tímidos. Esto consiste en que si alguien ve algo injusto o quiere hacer una crítica, lo escribe en un papel anónimo y se lo da al ‘cabecilla’. Luego, cuando tiene varios escritos, me los da a mí, y entre todos intentamos solucionar el problema.

Algunos de sus compañeros visitan sus clases. ¿Qué es lo que más les interesa de sus métodos?
Las clases para hablar en público. Les ayudo a estructurar el discurso en lo que llamo ‘la pizza con cajones’, y en la que les hago hablar un minuto. ‘La pizza’ la divido en cuatro trozos, así que son 15 segundos por parte, cada parte es un cajón con una palabra clave. Si tiene que hablar de su vida serían: pasado, presente, inquietudes y futuro. Cierran los ojos y lo tienen en la cabeza.

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