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Los secretos de la excelencia docente

Un informe revela las mejores prácticas didácticas tras analizar la evidencia científica que aportan más de 200 estudios del ámbito anglosajón. Los autores desacreditan metodologías en boga por carecer por completo de base empírica.
Rodrigo SantodomingoMartes, 14 de abril de 2015
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Durante décadas, el secreto de la buena enseñanza fue, oficialmente, patrimonio exclusivo de sesudos pedagogos. A pie de aula cada profesor siempre ha seguido su instinto y ha escuchado la voz de su experiencia, pero las grandes directrices sobre cómo enseñar de manera efectiva las marcaban, con mayor o menor fortuna, las facultades de Educación. Hoy proliferan también expertos y gurús de dudosa solvencia que aseguran haber desvelado el misterio de la excelencia didáctica. Surgen por doquier pseudoteorías ornamentadas como la panacea que pondrá fin a los males de la escuela.

Los investigadores Rob Coe y Steven Higgins, de la Universidad de Durham (Reino Unido), han publicado recientemente un estudio que trata de arrojar algo de luz entre tanta confusión. What makes great teaching? es un metaanálisis (repaso crítico a diferentes trabajos en torno un tema) en el que más de 200 publicaciones son sometidas a escrutinio en cuanto a la evidencia científica que aportan sobre el camino del buen profesor.

Sus hallazgos parten de una premisa: las mejores prácticas docentes son aquellas que mejoran los resultados del alumno. Los autores reconocen que tal definición excluye otros posibles fines educativos no tan fáciles de medir, que en este caso quedan al margen en aras de una mayor coherencia metodológica. También alertan sobre las limitaciones de las técnicas para evaluar al profesor que se basan en la observación, ya que siempre cuentan con un componente subjetivo y adolecen de escaso poder predictivo sobre los progresos del estudiante.

Kit de iniciación
Buena pedagogía entendida pues como aquella que incrementa el aprendizaje según valores numéricos calculados atendiendo a criterios objetivos. La disección realizada por Coe y Higgins de la literatura disponible (sólo en inglés, según la más pura tradición endogámica anglosajona) ofrece conclusiones que, confían los autores, servirán al profesor como “kit de iniciación”. Los mejores docentes, explican, serán capaces de combinar estas variables a partir del contexto y las necesidades concretas del aula.

Dos factores encabezan el listado de efectividad pedagógica. El primero tiene que ver con el dominio y amplio conocimiento de la materia que se imparte, y muy especialmente de los procesos cognitivos mediante los que el alumno la asimila, así como de de los errores y malentendidos más frecuentes que emergen durante el aprendizaje. El segundo entra de lleno en la actividad didáctica, e incluye prácticas tales como preguntar a los alumnos, examinar, plantear problemas prácticos y estructurar el curso de forma progresiva según la dificultad de los contenidos.

Otros elementos que influyen positivamente sobre el rendimiento de los alumnos están relacionados con la capacidad de crear un clima en el aula que simultáneamente exija y reafirme a lo pupilos, o la necesidad de establecer normas de comportamiento claras.

Descubrir conocimiento
Al otro lado del espectro, los beneficios de un buen número de estrategias y metodologías quedan en entredicho. Por ejemplo, la costumbre de elogiar al alumno con dificultades hasta sus más modestos logros suele tornarse contraproducente, ya que traslada el mensaje de que no se espera gran cosa de él. Tampoco funciona, al parecer, el empeño en que los alumnos descubran por ellos mismos, trazando sus sendas didácticas, conceptos esenciales, los cuales deben ser explicitados y transmitidos directamente por el profesor.

Otro error consiste en asociar una mejor memorización con una actitud activa en clase, algo por lo que abogan los defensores de la llamada pirámide del aprendizaje, cuyos supuestos tildan los autores de “pura ficción”. También desacreditan Coe y Higgins la moda de preguntar al alumno sobre su estilo de aprendizaje preferido (visual, auditivo…), otra muestra de nueva pedagogía sin soporte empírico alguno.

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