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Currículo oculto y nulo

Por Antonio Montero
Martes, 26 de mayo de 2015
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El de “currículo” suele ser un concepto tan consabido como complejo, si se permite la contradicción. Por lo primero, por consabido, el currículo lleva al plan de estudios, al programa de enseñanza donde confluyen elementos que pueden provocar–y de ahí la contradicción– galimatías confusos. No es por señalar, pero algo tiene que ver con ello el debate y la controversia sobre la naturaleza de las competencias educativas, el alcance de los estándares de aprendizaje o la consideración de un “perfil” de evaluación del aprendizaje del alumnado por competencias.

Pero al currículo también se le han puesto apellidos para precisar su filiación. Uno es el currículo explícito, el que formulan o establecen los programas oficiales y que transponen los libros de texto en un compendio de unidades didácticas al modo de temas. Y en la familia curricular otros parientes son menos conocidos o más lejanos. Es el caso del currículo oculto, por lo general implícito y no directamente pretendido por los docentes. Toda vez que guarda relación con actitudes, preferencias, normas, conductas, modos de hacer o procedimientos con que los profesores también provocan aprendizajes de los alumnos. Ya que las expectativas que los docentes ponen en las capacidades de los estudiantes, favorables o desfavorables, suelen reforzarse con prácticas y comportamientos impremeditados de estímulo o de desmotivación, que los alumnos acaban por interiorizar con efectos positivos y negativos.

Queda además, en el linaje del currículo, el conocido como nulo. Esto es, lo que, y ahora sí que deliberadamente, no se enseña por no incluirse en el currículo oficial o explícito. Razones puede haber de distinto tipo, porque no solo aluden a la orientación, sentido o trasfondo de referencias a las que no se atribuye el rango de elementos curriculares, sino incluso procesos cognitivos que entroncan con los métodos de enseñanza –otro elemento curricular característico– son preteridos. Si bien, en sentido opuesto, se advierte una inflación curricular, por la que cualquier encrucijada social tiene que prevenirse mediante procesos educativos formales, con el refrendo del currículo.

Luego bastante importa precisar su carácter, de modo que se procure la relevancia del currículo explícito, se atenúen los peores efectos del oculto y deje de ser nulo lo que también importa enseñar y aprender.

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