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“El alumno aprende los contenidos básicos se le obligue a ello o no”

Marko Koskinen creó hace una década la primera escuela democrática de Finlandia. En la “Phoenix School” todo alumno tiene derecho a voto sin importar su edad y los chavales deciden su itinerario formativo.
Rodrigo SantodomingoMartes, 2 de junio de 2015
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Marko Koskinen. (Foto: Jorge Zorrilla)

De tono dulce e inofensivo, el finlandés Marko Koskinen defiende los postulados de la escuela democrática con una candidez tan libre de artificios que hace pasar a su interlocutor como un cínico sin solución. Su propuesta educativa atribuye al alumno bondad intrínseca y pasión por el conocimiento. La labor de una escuela democrática no es, por lo tanto, otra que encauzar esa inmaculada predisposición al aprendizaje, la responsabilidad y el buen comportamiento. Hablamos con Koskinen durante una reciente visita a Madrid invitado por la Universidad Francisco de Vitoria.

¿Se lleva hasta las últimas consecuencias la libertad del alumno a la hora de decidir lo que quiere o no aprender?
La idea de fondo es que el alumno no aprende si no quiere aprender, al menos hasta cierto punto. Así que no-sotros centramos los esfuerzos en ayudar al alumno a encontrar la motivación para aprender, no en enseñar un currículum predeterminado. Hay contenidos básicos en Lengua o Matemáticas que el alumno debe conocer, y los va a adquirir se le obligue a ello o no. Pero la gran mayoría de los temarios que se enseñan en la escuela no será, con algunas excepciones, necesario en la vida del alumno.

¿No resulta algo ingenuo pretender que el alumno esté motivado en todo momento? Quizá hay un tipo de conocimiento no muy gratificante en las primeras fases de adquisición, aburrido incluso, que requiere de un cierto dominio para verle el sentido y apreciar lo aprendido. 
Mi experiencia me dice que suele ser al contrario. Pensemos en la música, el piano por ejemplo. Al principio resulta muy estimulante: uno aprende un par de canciones y suena genial. Pero llega el momento de practicar rutinas y mejorar la técnica, y entonces la cosa se pone aburrida. No obstante, si el alumno quiere realmente aprender, seguirá a pesar de las dificultades. Tenemos que desterrar la idea de que aprender es esencialmente una actividad aburrida, ya que nunca lo es si uno ve la importancia de lo que está aprendiendo, lo cual genera reacciones físicas de alegría.

¿Y el alumno percibe siempre la importancia de lo que está aprendiendo, incluso en edades muy tempranas? 
Desde luego que no si se le presenta la información en libros de texto, fuera de contexto, sin que él sepa el porqué de lo que está aprendiendo.

¿Subyace en su propuesta pedagógica una concepción del ser humano como esencialmente bueno, sin una dimensión negativa que explique manifestaciones de egoísmo, pereza, maldad hacia el prójimo, etc.?
Pienso que la maldad en nosotros solo aflora como reacción, y que incluso cuando nos sentimos agredidos, nuestra intención primera no es hacer el mal, sino entender por qué se nos ha hecho daño.

Imaginemos que un alumno llega un día a clase con pésima actitud, sin ganas de aprender, molestando a los demás… ¿Qué hacemos con él?
Yo procuro darle, desde un enfoque psicológico, suficiente atención para que supere ese momento de pereza o mal comportamiento. Otras escuelas democráticas tienen un enfoque más duro y establecen comités para lidiar con este tipo de situaciones. Evalúan cada caso e imponen sentencias: recoger basura durante una semana, este tipo de cosas.

Las escuelas democráticas no establecen, a diferencia de los sistemas políticos así llamados, diferencias entre adultos y menores: todos gozan de los mismos derechos con independencia de su edad. ¿Qué consecuencias prácticas tiene conceder el mismo estatus en la toma de decisiones a un profesor y a un niño de 5 años?
Las cosas surgen de forma más natural. Si un alumno de 5 años acude a una reunión escolar, lo probable es que no encuentre nada interesante y se vaya. En teoría tiene derecho, pero no lo ejerce. Sin embargo, si un día decide con sus amigos que quieren cambiar algo en la escuela, tiene la oportunidad de plantearlo y que se someta a votación.

¿Cómo resumiría la labor de un profesor en una escuela democrática?
Varía mucho de una escuela a otra. “Summerhill School”, en Inglaterra, es un internado, y tiene cuidadores por una parte, y profesores por otra. El profesor se limita a impartir su materia de manera más o menos tradicional. En “Sudbury Valley School” (Massachusetts, Estados Unidos), sin embargo, el docente asume un rol más pasivo y no suele interferir en lo que los alumnos hacen. Simplemente está disponible cuando los estudiantes necesitan ayuda.

¿Cómo es la transición del alumno hacia instituciones educativas con una visión más reglada y convencional?
La escuela que le comentaba en Massachusetts hizo un seguimiento de alumnos que habían finalizado la enseñanza obligatoria y comprobó, por ejemplo, que aquellos que habían ido a la universidad obtuvieron resultados mucho mejores que la media. Pienso que la explicación tiene que ver con el hecho de que ya estaban acostumbrados a ocuparse de sus propios asuntos y a ser responsables de su aprendizaje, y sobre todo con que tenían muy claro lo que querían hacer con su vida, ya que habían pasado muchos años reflexionando sobre ello.

Algunas escuelas democráticas han incorporado la meditación en su día a día, y casi todas miran a la enseñanza desde una perspectiva holística. ¿Piensa que nuestra faceta menos intelectual va a ir cobrando una importancia creciente en la Educación?
Eso espero, ya que hasta ahora todo ha girado en torno a lo que ocurre en nuestra cabeza. Cada vez más escuelas ofrecen a sus alumnos sesiones de mindfulness (práctica no religiosa inspirada en la meditación budista, normalmente traducida como “atención plena”). Necesitamos desligarnos del conflicto que esconde todo pensamiento y vivir más en el presente.

Sorprende que un finlandés se muestre crítico con el sistema educativo de su país. Todos hablan maravillas de su modelo de formación del profesorado, pero a usted le produjo una decepción.
Me pareció básicamente repetitivo, sin ninguna intención emancipadora. Se hablaba de nuevos métodos pedagógicos pero nos los enseñaban a la antigua usanza. Al final opté por formarme en psicología educativa, donde sí encontré una mayor sintonía con mis ideas sobre cómo debe ser la Educación en el siglo XXI.

¿Hay algo de mito en torno a las bondades del sistema finlandés per se? Pocas veces se menciona que su país cuenta con condiciones ideales para el éxito: poca población, fuerte financiación pública, alto nivel sociocultural, bajos niveles de inmigración…
De alguna forma sí, aunque hay muchas cosas positivas, sobre todo en cuanto a la apertura del currículum y la libertad del profesor a la hora de enseñar, así como respecto a la valoración social de la figura docente. He viajado por todo el mundo y mi conclusión es que ciertamente Finlandia cuenta con uno de los mejores sistemas educativos, aunque no el mejor, que en mi opinión se encuentra en Dinamarca, donde han llevado más lejos la idea de Educación personalizada y están más abiertos a la innovación.

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