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“Sería maravilloso que las organizaciones educativas trabajaran juntas”

Aïcha Bah Diallo fue Premio Magisterio 2015. Su dilatada y todavía activa carrera incluye haber sido ministra de Educación de la República de Guinea, fundadora del Foro de Mujeres Educadoras de África (FAWE) o haber sido Senior Education Leader en la Unesco. En la actualidad sigue trabajando en diversas organizaciones de índole internacional. Es tremendamente agradable y cercana.
Estrella MartínezMartes, 26 de enero de 2016
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Además de todo lo anterior, también ha sido profesora y directora de instituto. ¿Qué ha aprendido en en esta variedad de trabajos?

Son muchas cosas, sí (ríe). Son trabajos diferentes, pero están muy relacionados. ¿Que qué he aprendido? A escuchar a la gente. A mí me encantaba ser profesora porque me gustan mucho los niños, pero cuando llegué a ministra tenía miedo, suponía mucha carga y estaba preocupada porque era algo duro. Había demasiadas cosas que hacer a la vez: construir escuelas, mantenerlas, formar a los profesores… Y había que hacerlo todo al mismo tiempo, pero también me sentí muy afortunada.

¿Y del trabajo en una organización como la Unesco?
A nivel Unesco la dificultad reside en que hay que hacer ver a la gente que los diferentes programas educativos tienen que trabajar juntos. Esto es lo que echo de menos, la falta de un plan que haga trabajar a todos las iniciativas juntas. Sería maravilloso que distintas organizaciones trabajaran juntas.

Fue ministra entre 1989 y 1996. En ese tiempo impulsó una reforma educativa centrada en eliminar barreras para que las niñas acudieran a la escuela. Y efectivamente consiguió que hubiera más niñas en las aulas. ¿Cuál es la situación de su país en la actualidad?
Actualmente en mi país se trabaja en el camino que yo empecé. Me siento bien cuando voy a Guinea y voy al Ministerio. Vivo en París, pero voy allí siempre que puedo. En el Ministerio analizamos la situación y les doy las líneas internacionales porque yo ahora trabajo en el campo internacional. Hablamos, discutimos, les cuento qué está pasando fuera, qué es lo que tienen que hacer y cómo pueden hacerlo. Es importante compartir y escuchar.

¿Es ese su secreto?
Sí, mi secreto es sentar a todo el mundo alrededor de la mesa: padres, profesores, las ONG, representantes de otros ministerios. La Educación es de todos para todos, así que tienes que sentarlos a todos y discutir con ellos. Decirles a todos cuál es la situación exacta y discutir con ellos cómo piensan que se debe hacer. Y funciona. Cuando se llega a una solución es una solución real y la aceptan. Es la importancia de escuchar al otro, distintas voces que hay que poner juntas.

¿Y nunca ha tenido problemas, teniendo en cuenta que es mujer y musulmana?
No (ríe). Me tenían miedo –dice entre risas–. Tenía el apoyo del presidente, iba a las reuniones y cuando acabábamos les decía, mañana por la mañana estoy de vuelta. Trabajo, trabajo, trabajo, acción, acción, es impresionante. Sé lo que tengo que hacer, se lo cuento a la gente y vamos a hacerlo. En mi país el 90% somos musulmanes. Sobre todo en las zonas rurales había que empezar por explicar la necesidad de la Educación, muchos tenían miedo de perder el control, pero cuando veían que yo había ido a la escuela y seguía siendo una persona respetable empezaron a verme como un ejemplo para enviar a sus hijas al colegio. Y luego, por ejemplo, el hermano pequeño de mi abuelo era el imán más importante de Guinea y en cuanto empezamos con la campaña educativa me preguntó qué podía hacer para colaborar y yo le dije que hablara sobre la violencia que sufren las niñas, embarazos, mutilación genital femenina… y habló de ello. También me ayudó mucho un monseñor, éramos muy amigos.

Como ha dicho, usted tuvo la suerte de poder estudiar, ¿pero cuándo se dio cuenta de que la Educación era un problema en su país?
Antes de llegar a ser ministra había trabajado en un programa relacionado con proyectos humanos y cooperación. Tenía que ir a zonas rurales y fue cuando me di cuenta. Allí te encontrabas una niña por clase en Primaria. Por otro lado, cuando estábamos en el instituto les dije a mis amigos que algún día sería ministra. Una de mis amigas se quedó embarazada, era brillante, y tuvo que dejar la escuela. Ella volvió mucho después y entonces le dije que sería ministra de este país –ella se puso a dar voces– y que la primera cosa que haría sería cambiar las reglas para que todas las niñas que se quedaran embarazadas pudieran seguir en la escuela. Así que cuando me hicieron ministra, vino a verme y me dijo: “Estamos al mando, ¿recuerdas?”. Y empecé con ella la campaña de la reforma educativa.

Usted dice que cuando llegó al Ministerio necesitaba conocer todos los motivos por los que las niñas no iban a la escuela. ¿Qué respuestas encontró?
Hay varias variables, la primera es la pobreza. Cuando los padres no tienen dinero no mandan a sus hijos a la escuela y cuando tienen un poco de dinero, mandan al niño, no a la niña. La segunda barrera es social, el miedo a perder el control que ya he mencionado. A esto se une que los padres no quieren a niñas embarazadas. En los caminos a la escuela hay violencia, y no quieren eso para sus niñas. Y luego el currículum no está hecho para niñas, las imágenes que les das, los modelos, son hombres. Los hombres son los líderes y las mujeres son malas. Luego también está el estado de las escuelas. Cuando tienes escuelas sin baños separados, las niñas no van, hay que tener compresas para las niñas también. Las necesitan, o de otro modo habrá cinco días al mes en los que no vayan a clase. Las escuelas tienen que tener agua, garantizar la nutrición y la salud. Estas cosas marcan la diferencia. Mi batalla ahora es que las evaluaciones que hacemos no sean para castigarlos, sino para ver dónde están las brechas. No quiero que las evaluaciones sirvan para expulsar alumnos de la escuela. Eso es terrible.

Usted defiende además una Educación de género. ¿Por qué?
Lo primero de todo es porque es un derecho. Es un derecho de los niños y de las niñas tener acceso a una Educación de calidad. Los gobiernos tienen que garantizar este derecho. Tiene que ser obligatoria y gratuita para todos y todas. La mentalidad tiene que cambiar, los hombres tienen que respetar a las mujeres y a las niñas. Hablar de género es hablar de igualdad. Si en un país son los niños los que abandonan en mayor número la escuela para ganar dinero fácil, es por ellos por los que más trabajo. Los estados tienden a invertir solo en el acceso a la Educación y sin calidad esto es una pérdida de tiempo. Tienes que asegurarte de que los niños y niñas están aprendiendo, que los profesores estén bien formados para hacer bien su trabajo. Los alumnos tienen que aprender en todo el mundo, no podemos perder niños por el camino.

FAWE afirma que la situación ha mejorado en los países donde trabaja, ¿en qué sentido?
Los profesores, hombres y mujeres, son conscientes de la importancia de su trabajo al dar clase, conocen las dinámicas de las clases. Este es el problema, hay que hacerles ver a los profesores que cada niño tiene potencial, tienes que encontrar la manera de dar con ese potencial y sacarlo. Todos son buenos. Nunca verás a un niño que no puede hacer nada. No. Es imposible. Depende de ti encontrar lo bueno, las capacidades. Formamos a los profesores para que ofrezcan una Educación de género y para que cambien la dinámica dentro de la clase. Hay que explicarles a todos cómo podemos hacer las cosas juntos, niños y niñas. Tienes que cambiar las cosas para asegurarte de que sean mejores.

Y, sin embargo, hay quien piensa que después de tantos años trabajando en África se ha conseguido muy poco. ¿Qué le diría a esta gente?
Que miraran donde empezamos y que comparen. Así verán lo que se ha avanzado.

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