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Formación del profesorado

Martes, 8 de marzo de 2016
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Si la calidad de un sistema educativo no puede ser superior a la calidad de sus maestros, la formación permanente del profesorado debe ser uno de los elementos clave de cualquier sistema educativo. Esta idea es compartida por expertos y responsables educativos y, sin embargo, la realidad demuestra que no siempre ocupa el lugar que le corresponde entre las prioridades políticas y que tampoco goza de la supervisión y el seguimiento necesarios para que la formación del profesorado tenga un impacto directo en el aula.

La formación del profesorado bien planificada, bien estructurada y bien desarrollada ha demostrado ser una potente palanca de mejora del sistema educativo, no solamente a través del desarrollo de competencias profesionales sino también como elemento dinamizador entre el profesorado. Aunque su presencia es siempre necesaria en todos los niveles, su importancia suele ser inversamente proporcional al nivel de formación inicial alcanzado por los docentes. Es decir, que cuanto más incompleta sea la formación con la que los profesores acceden a la función docente, más necesaria es la formación permanente, ya que es la única que puede corregir y mejorar una a veces insuficiente formación inicial. Además es fundamental a lo largo de toda la vida para asegurar una correcta actualización humanística, científica, didáctica y profesional de los docentes.

Salvo contadas excepciones, llama la atención el poco interés que las administraciones educativas suelen conceder a este tema, lo que lo convierte en un elemento del sistema a veces irrelevante. Se trata en muchos casos de mantener una red de formación, de asesores y ponentes, con intereses variados, cuyo objetivo suele ser más la justificación de la propia red que la mejora del sistema educativo. Estos planteamientos difícilmente contribuyen a mejorar la figura del profesor.

La primera Administración que situó la formación del profesorado entre sus grandes prioridades fue la Comunidad de Madrid que, en el curso 2007-08 procedió a una optimización de la estructura de la red de formación del profesorado y a una modernización de su modelo de formación, con el fin de establecer un sistema de formación serio, riguroso, flexible, transparente y atractivo centrado en la mejora profesional de los docentes y orientado a producir un impacto positivo en el sistema educativo. Prueba de su éxito fueron los numerosos desplazamientos a Madrid de responsables de comunidades autónomas para conocer el nuevo modelo.

Ese modelo de formación que sigue vigente todavía, que diferencia formación de información, busca exclusivamente ayudar al docente a mejorar sus competencias profesionales y convierte al profesor en el máximo protagonista.

La certificación de una actividad debe ser el resultado de la asistencia y el aprovechamiento de la misma y, por lo tanto, debe estar sometida al máximo control. Al no ser así, se producen discriminaciones, ya que mientras unos profesores obtienen una certificación tras un serio y riguroso proceso de formación, otros acumulan certificaciones sin esfuerzo alguno. En esos casos, el principal objetivo de la formación del profesorado no es más que el de obtener papeles que permiten percibir el complemento conocido como sexenio y que cuentan como mérito, cuando debería ser el de contribuir a una mejor formación de nuestros profesores y, por lo tanto, de nuestros alumnos.

Desgraciadamente, a fecha de hoy alguna Administración educativa sigue cometiendo la irresponsabilidad de certificar el aprovechamiento a personas que se inscriben en un curso y que no lo realizan. Esos certificados pueden tener efectos en cualquier comunidad autónoma y tienen la misma validez que los otorgados en cursos con la máxima exigencia.

Una Administración educativa responsable tiene la obligación de ofrecer actividades de formación de la máxima calidad y el profesor debe acudir a las que considere, por interés profesional. Va siendo hora de acabar con la utilización de los créditos de formación como recompensa o para atraer a los docentes a determinadas actividades. Las administraciones que lo sigan haciendo solamente pueden aspirar a tener una formación permanente del profesorado mediocre, devaluada y sin posibilidad de generar mejora en el sistema educativo.

Xavier Gisbert da Cruz es catedrático de instituto, ha sido director general de Mejora de la Calidad de la Enseñanza en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.

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