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No hay un modelo único de éxito escolar, los resultados llegan al combinar políticas

La evolución de los países en PISA desde su implantación en 2003 muestra que “no hay un único modelo de éxito. Cada sistema educativo puede lograr resultados combinando políticas basadas en evidencias y aplicarlas según su contexto”.
Diego FranceschMartes, 8 de marzo de 2016
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Todos los países se preguntan qué medidas o reformas son más adecuadas para alcanzar el éxito en los respectivos sistemas educativos. Según han demostrado recientes estudios tomando como referencia los informes PISA y otros semejantes de la OCDE, sobre la base de más de 450 reformas realizadas en los últimos siete años en los países de esta organización, no hay un único modelo de éxito sino que más bien se trata de complementarlos y de aplicarlos en función del contexto de cada país y de los retos que se proponga.

Otra de las características de las reformas en materia educativa es que tardan en producir efectos, por lo que las políticas a corto plazo que tanto gustan a los políticos, en el caso de Educación deben desecharse. Eso sí, hay algunos aspectos comunes a todas las reformas efectivas. El primero es que en su conjunto procuran combinar los factores de calidad y de equidad, o de calidad con equidad. Es decir, la mejora no es tal si no contribuye a ayudar a la totalidad de los alumnos partan de donde partan.

La OCDE entiende la equidad en Educación cuando las circunstancias personales o sociales, como sexo, origen étnico o familia, no dificultan lograr el potencial educativo y todos los individuos consiguen al menos un nivel mínimo básico de competencias.

En segundo lugar, y esta es una cualidad negativa, los informes constatan la tendencia de las reformas a no llegar al nivel del aula y de los alumnos.

Por otro lado, es común que la formación de los docentes sea insuficiente o demasiado superficial. Y todo ello debe, además, evitar la llamada “reform fatigue” como consecuencia de la proliferación de cambios en las políticas cada cierto tiempo y por los distintos gobiernos.

Lo que está claro es que para que las reformas tengan éxito es ineludible que lleguen a cambiar las prácticas de las clases, el currículum, los métodos de enseñanza, la formación de los docentes y el empleo de los datos.

Desde el comienzo de la crisis, los países han visto que la recuperación ha sido lenta y los gobiernos nacionales están trabajando para luchar contra el desempleo, la desigualdad y para promover la competitividad. Cada vez más están recurriendo a la Educación como medio para restablecer a largo plazo el crecimiento económico sostenido.
“El cambio en un área no puede realizarse de forma aislada. Toda reforma ha de ser sistemática, sostenible y efectiva”, señala la OCDE.

Otro de los factores comunes a las reformas efectivas es que la evaluación del sistema, de los centros, de los profesores y de los estudiantes se considera clave tanto para la mejora y la responsabilidad de los sistemas educativos en sí mismos como instrumental para definir estrategias que puedan mejorar las prácticas escolares con el fin último de mejorar los resultados de los estudiantes.

En términos porcentuales, las áreas clave de reforma en la mayor parte de las políticas incluyen preparar a los estudiantes para el futuro (29%) y la mejora escolar (24%), seguidos de la equidad y calidad (16%), la evaluación (12%) y la financiación (12%) y la gobernanza (9%).

Evaluación de políticas
Finalmente, y aunque parezca una obviedad, la OCDE señala que es importante “medir el impacto político de las reformas con indicadores cuantitativos y cualitativos coherentes, lo que permitiría mayor rendición de cuentas y fortalecería los conocimientos de los responsables políticos para tomar decisiones más basadas en datos”. Sin embargo, los países de la OCDE todavía no incluyen de forma sistemática la evaluación en el proceso de diseño de esas políticas. En el periodo 2008-2014 se tiene constancia de que se ha evaluado el impacto tan solo del 10% de las políticas. 

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