Un Mr. Potato de fabricación casera para conocer las emociones y estados de ánimo
Les pregunté si habían visto en la película Toy Story a alguien que todo el tiempo iba cambiando la cara o incluso perdiéndola. Entre risas más de uno chilló: “¡Mr. Potato!”, en una perfecta fonética castellana . Primer paso, decirles que se pronuncia “poteito” y que significa patata en inglés. Les propuse hacer nuestro propio Mr. Potato, pero les dije que yo no les iba a dar nada hecho y deberían hacerlo ellos desde cero.
Después de explicar que no todas las patatas eran iguales y que no había unas mejores que otras, pero que sí debían ser grandes para luego poder poner las partes de la cara y el velcro, se pusieron manos a la obra. En el momento de pintarla, la única consigna que di fue que fuera lisa –sin dibujitos ni letras que confundieran– y máximo de dos colores por el mismo motivo.
Una vez listo esto, recortaban el Mr. Potato y llegaba el momento esperado por todos de meterlo en el papel de plastificar y pasarlo por la plastificadora. Fue genial porque daban por hecho que yo pasaría los papeles y les dije que ellos mismos podían hacerlo, pero estando yo delante por si el papel se encajaba. Antes les expliqué que el papel de plastificar no había que separarlo del todo y que se metía por la parte que estaba pegado. Se lo pasaban bomba viendo como pasaba de estar separado a junto, unos decían “magia!”, otros “no, es que está muy caliente y los pega”, y otros “no, es que los junta tanto que los aplasta”. Era muy divertido ver cómo hacían hipótesis.
Llegados a este punto, nuestro Mr. Potato estaba listo para ser customizado. Algunos al empezar a dibujar se dieron cuenta de que habían hecho partes muy grandes o muy pequeñas, así que les dije como truquillo que podían ponerse su Mr. Potato al lado o debajo del papel y así verían si les cabe o si es demasiado pequeño. Fue genial ver como cada uno hacía las partes de la cara a su manera. Alguno intentó, sin éxito, que yo le dibujara alguna de las partes. Si me lo pe-dían les ponía partes reales en el ordenador o les decía que miraran a sus compañeros, pero intentaba evitar ponerles dibujos. Al acabar les ponían el nombre por detrás y los plastificaban. Yo les preparé unos sobres a cada uno para guardar las partes porque la verdad es que con dos horas a las semana se nos iba el tiempo y estaban trabajando muy duro para acabar su Mr.Potato y poder jugar con él.
Después de hacer todo eso y poner el velcro, no tengo ninguna foto pero fue todo un reto entender el funcionamiento y calcular tamaños según cada pieza, les repartí una ruleta donde tenían que dibujar las diferentes partes y escribirlas, y después de recortarla y plastificarla poníamos una flecha en el medio con lo que se usa para los álbumes para permitir que ruede. Tuve que ayudar a varios porque era difícil para ellos abrirlo sin que quedara apretado, y cuando esto pasaba a flecha no giraba.
Una vez estaba todo listo, solo quedaba explicarles cómo funcionaba. Había dos modalidades de juego: en la primera giraban la ruleta y debían decir “My Mr. Potato has two or one…” Si no lo decían en inglés o se equivocaban, les pasaba turno –cosa que no solía pasar porque tenían la frase en la pizarra y las partes en la ruleta, pero era para darle emoción–. Si ya habían puesto, por ejemplo, los ojos y les volvía a salir, pasaban turno.
En la otra modalidad se complicaba un poquito más, ya que todo era igual, pero en el caso de que les tocara algo que su Mr. Potato ya tenía, debían quitárselo diciendo “My Mr. Potato hasn’t got…”.
Lo hemos pasado muy bien jugando en clase. Un día fue libre, otro día a la voz de stop debían parar y escuchar la consigna tipo; “ahora por parejas”, “ahora grupos de cuatro”, “ahora al difícil”. Como evaluación yo iba pasando por los diferentes grupos y jugaba con ellos, de esta manera no sa-bían que yo me fijaba en ellos para evaluar y se tomaban mis preguntas –si las hacía– como algo natural.
Carlota Hernández
Escola “Prim” de Barcelona