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La dificultad de un pacto educativo

Martes, 28 de junio de 2016
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España necesita un Pacto por la Educación: cierto. Lo que no parece tan cierto es que ese pacto sea realizable, al menos a corto plazo.

Nuestra historia reciente deja claro que en nuestro país Educación y política han ido siempre de la mano. Y esto es así porque, aunque la Educación no suele interesar a los políticos por diversas razones, entre ellas porque no produce resultados a corto plazo, siempre ha resultado muy útil para fines electorales, para lo bueno ya para lo malo. Mientras se mantenga esta situación, la cosa tiene difícil arreglo.

No se equivoca el 80% de los encuestados para el estudio La Educación en España: el Horizonte 2020 realizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), el BBVA y la Comisión Española de Cooperación con la Unesco, que cree que no se logrará un acuerdo educativo en los próximos cinco años. Y es que para llegar a un acuerdo se requieren al menos dos requisitos: voluntad y necesidad. La voluntad es aparentemente manifiesta entre todos los representantes políticos y sociales. Pero la necesidad, que sí lo es para la sociedad, no parece serlo para los políticos porque ¿a quién le interesa de verdad la Educación fuera de la política?

La situación social y la aritmética parlamentaria son fundamentales para lograr un acuerdo y salvo en caso de urgencia nacional, éste solamente se puede producir en situaciones de marcado desequilibrio político, donde quien ostenta el poder debe mostrar generosidad y quienes tienen poco que perder y mucho que ganar están dispuestos a ceder lo necesario. Este escenario es precisamente el que se ha producido a lo largo de esta última legislatura y quien podía haber logrado un buen modelo educativo, consensuado, estable y duradero, no lo ha hecho.

Ahora las tornas han cambiado y la actual distribución de escaños y el nuevo panorama que se presenta hacen que nadie se encuentre en situación de clara superioridad o inferioridad, lo que dificulta enormemente la cesión y por lo tanto el acuerdo. ¿Ceder para qué, a cambio de qué, cuando hay posibilidad de influir y de seguir utilizando electoralmente la Educación? La ideología condiciona la política educativa y esto se hace más patente cuando se equilibran las fuerzas, ya que en ese contexto ceder es perder.

Cada partido político tiene o dice tener su idea de la Educación y, aunque aparentemente parezcan coincidir en ciertos aspectos generales, son importantes las diferencias que los caracterizan. Desgraciadamente, la actual situación se presta más a que cada uno trate de imponer un modelo educativo propio que a intentar buscar un modelo compartido.

Aún en el caso de coincidencias en algunas ideas, éstas deberían asentarse en un marco educativo determinado. ¿Cuál debería ser elegido, el del PSOE, el del PP, el actual, uno nuevo? Este no es un tema menor y ante esta dificultad, sería más sensato optar por acuerdos puntuales en torno a temas determinados. En cualquier caso, en el escenario actual no es tarea fácil.

El único pacto viable hoy es uno que, bajo palabras grandilocuentes aunque ya manidas y repetidas hasta la saciedad como calidad, equidad, excelencia, autonomía, rendición de cuentas, evaluación, etc., permita hacer creer que hay voluntad de acuerdo y al tiempo asegure que todo siga igual y que nada cambie.

Hasta la fecha, nuestro sistema educativo ha sido dirigido por ideólogos expertos y/o por políticos inexpertos cuando lo que de verdad se necesita son expertos desideologizados. Es necesario contar con profesionales con experiencia, interesados de verdad en la Educación con mayúsculas, es decir en la mejora de nuestro sistema educativo y por lo tanto de la formación de nuestros jóvenes. Pero para ello la política debe pasar a un segundo plano. Y eso en nuestro país es muy difícil.

Ante la parálisis educativa que se avecina, es necesario aplicar el máximo sentido común y seguir trabajando, unos manteniendo lo que tienen, otros mejorando lo que puedan. Ante la evidente ausencia de liderazgo educativo y mientras se van tejiendo las condiciones que permitan un pacto o acuerdo en Educación, lo prudente no es querer transformar el sistema sino contribuir a una progresiva, tranquila y adecuada evolución de la enseñanza. Padres, profesores y alumnos lo agradecerán.

A pesar del escepticismo que genera todo lo anterior, es necesario mantener viva la esperanza y saber que para cada problema hay una solución. Aunque no se logre el ansiado pacto, en nuestro sistema educativo existen numerosas áreas de mejora que, bien gestionadas, pueden producir excelentes resultados. Así lo han demostrado diversas administraciones educativas. Pero, a pesar de ello, queda mucho por hacer.

Xavier Gisbert es catedrático de Enseñanza Secundaria

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